En su estudio sobre la lengua del Tercer Reich, Kemplerer remarca la idea de que luchar "como un fanático" era un título que un militante del partido nacionalsocialista o un soldado de la Wehrmacht podía ostentar con honor, una suma de tensión del alma, de voluntad, de lucha incondicional sin intención de rendirse al enemigo. Que la educación física era un preparativo para la guerra, porque los logros físicos eran tan o más importantes que los logros intelectuales. Y que sin el judío oscuro no habría existido el ario luminoso.
No es muy diferente a cómo suena un secretario de Defensa de Estados Unidos que anuncia que se han acabado las barbas y el pelo largo, que ya tiene un tipo de soldados grasos y generales con barriga porque dan mala imagen y eso es "completamente inaceptable", que ya puede ir presentando la dimisión el oficial que noethos guerrero" agresivo, destinado a "hacer limpieza" de "la basura ideológica tóxica de la justicia social que había infectado el departamento de Defensa" y acabar con "décadas de decadencia" promovidas por "políticos insensatos e imprudentes" que habían convertido al ejército en una fuerzawoke.
Un discurso a los militares (y en el mundo) pronunciado como telonero de un presidente que dice a los generales que "deberíamos utilizar algunas de estas ciudades peligrosas (las gobernadas por los demócratas) como campos de entrenamiento para la Guardia Nacional". No es una deriva autoritaria, sino la política de un gobierno que se está convirtiendo en régimen.