Trump, el último romántico

El individualismo exacerbado del presidente de EEUU no deja de ser una excrecencia romántica, una contrafigura a medio camino entre el inadaptado, el satánico y el hombre de genio, llevada a una autocaricatura involuntaria y grotesca. Si supiera quién era Caspar David Friedrich, Trump se imaginaría a sí mismo como el caminante sobre el mar de niebla, el cuadro con un hombre de espaldas a la cima de una montaña frente a un cielo nublado que para muchos es el icono del individuo romántico. Aunque en realidad, y si supiera quién era Goya, él y su ejecutivo demencial (Elon Musk, JD Vance, Marco Rubio, Pete Hegseth, Kristi Noem) se asemejan más a un grabado del artista español titulado Están calientes, de la serie de Caprichos: se ven unos frailes glotones, con cabezas cadavéricas y bocas desenfrenadas y muy abiertas, que engullen obscenamente, estúpidamente, sus platos de sopa. Aplicada a las políticas trumpistas, esta imaginería se traduce así: si Trump pierde las elecciones, instiga un asalto al Capitolio –un golpe de estado– y luego logra salir judicialmente indemne. Si las gana, al hacer los cien días de mandato suelta un discurso en el que vuelve a desafiar al mundo entero, después de haber afirmado que los gobiernos de todos los estados le lamen el culo. Con su grosería de niño malcriado de ego inseguro, Trump representa el fracaso del romanticismo, al igual que su capitalismo de garganta profunda representa el fracaso de la política y de la democracia liberal.

En lógica consonancia, los trumpistas de por ahí representan fracasos menores pero palpables: Vox es la consecuencia del fracaso del PP por erigirse en la casa grande de la derecha española (lo logró fugazmente, durante el auge del aznarismo), mientras que Aliança Catalana representa el extremo agónico del frac. Agónico y ridículo, aunque con una expectativa electoral importante a corto y medio plazo, si logra agujerear –y parece que sí, según las encuestas– entre los desencantados de Junts. Los intelectuales que intentan marcar perfil de malos ejerciendo de trumpistas locales personifican el fracaso de un par de planes de estudios y de cierta expectativa generacional, pero eso ya venía de atrás.

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Tienen también los tics avaros y codiciosos de su referente, la glotonería de los frarotes goyescos: el Tribunal de Cuentas acaba de imponer una sanción de casi novecientos mil euros a Vox por financiación irregular, y detectó también, en un primer examen en Aliança Catalana, donaciones y movimientos bancarios que no cumplían electoral, durante las municipales que llevaron a Sílvia Orriols a ser alcaldesa de Ripoll, que superaba el límite permitido. Trumpismo al por menor, trumpismo del señor Esteve o trumpismo de mesón castellano de tarde de domingo de invierno, antes o después de visitar el burdel. Son las alternativas de gobierno que se preparan en España y en Cataluña, y tienen –también como su inspirador– oportunidades de prosperar.