Es probable que muchos de los lectores del ARA no sepan quién era el Just Cabot, aunque en 1939, cuando se marchó al exilio, era considerado uno de los periodistas mejor informados de Barcelona. Tradujo al catalán El rojo y el negro de Stendhal. Fue el creador y el alma de la revista Mirador y era un crítico temido (conocido como Justo, el injusto por algunos de sus damnificados).
Pero muchos de nosotros no le conoceríamos si no fuera por el trabajo que, de un tiempo a esta parte, está haciendo el poeta badalonés Valentí Soler, en palabras de su amigo Quim Torra “experto mundial en Just Cabot”.
Fue el editor y expresidente de la Generalitat Quim Torra quien publicó el año 2009 Just Cabot, el periodismo silenciado, de Valentí Soler, y ahora prologa su nuevo libro Just Cabot y las voces vivas del exilio, en el que conoceremos a los amigos e interlocutores de Cabot a través de su correspondencia. Estas cartas son un retrato muy aproximado a las vivencias de un momento de nuestra historia que debe interesarnos conocer bien: la derrota y el exilio.
Leer estas cartas desde nuestro presente –también ensombrecido por la derrota y el exilio– resulta no sólo emocionante, sino muy ilustrativo. La editorial Pont del Petroli ha publicado este extraordinario documento que nos pone la piel de gallina en varios momentos de la lectura.
Just Cabot se exilió la noche del 4 al 5 de febrero de 1939 en Francia. Tenía cuarenta años y estaba en el momento álgido de su carrera periodística. Acabó residiendo en París, donde colaboró con el Organismo de Ayuda a los Refugiados Españoles. Durante el exilio, se refugió en los libros y en la correspondencia con los amigos porque, según dejó escrito, "era la única posibilidad decente de practicar la escritura". Efectivamente, Cabot murió en 1961 en París sin haber publicado ningún libro. La correspondencia con los amigos y conocidos fue la mesa de salvación para un hombre que estaba hecho para escribir. Hasta 1992 no apareció el volumen póstumo Indignaciones y provocaciones de Just Cabot.
Cuando los exiliados empezaron a intuir que la dictadura franquista iría por largo y algunos de ellos se planteaban el regreso a casa, Just Cabot escribe, en una carta dirigida al periodista badalonés Jaume Passarell, fechada en marzo de 1948: “ Sobre la Barcelona actual tengo mis ideas, muy bien fundamentadas y que ahora, con la frontera abierta permitiendo un poco más los viajes de gente de aquí, no hacen más que afianzarse y enraizarse. Por otra parte, no me añoro. ¿Por qué? Añoraría en todo caso una Barcelona que ya no existe, que ya no volverá a existir nunca más. Puesto a hacer de emigrado, más quiero pues hacer de emigrado al exterior que al interior”.
La lectura de Just Cabot y las voces vivas del exilio, como les decía, es emocionante, en ocasiones dolorosa, siempre interesante.
Como epílogo o añadido a la correspondencia de Cabot, el autor del libro, Valentí Soler, nos ofrece todavía un regalo final: la amistad imaginada entre Cabot y Walter Benjamin, dos intelectuales exiliados con vidas paralelas . Una invitación a atrevernos a comparar a nuestros mejores intelectuales (silenciados y forzosamente olvidados) con sus contemporáneos.
Valentí Soler ha elegido una frase de Walter Benjamin para encabezar su libro: “Nunca hay ningún documento de cultura que no sea a la vez un documento de barbarie”. En el prólogo, Torra cita también a Benjamin: “Los dueños de ahora son los herederos de todos aquellos que antes vencieron”.