El Walden 7 y la crisis de la vivienda

Hace 50 años, cuando murió el dictador, acabó el Walden 7 (1970-1975), en Sant Just Desvern, obra del multidisciplinar Taller de Arquitectura, dirigido por Ricardo Bofill. Es un conjunto inicialmente de 445 apartamentos, con espacios comunitarios, en forma de megaestructural ciudad en el espacio, configurado por módulos de 30 metros cuadrados de superficie, que pueden anexionarse y transformarse. Fue la punta del iceberg de movimientos culturales y artísticos; uno de los frutos de Mayo del 68, proyectado y gestionado en los últimos años del franquismo y con la mirada hacia la transición a una sociedad democrática.

Entonces también se terminaba el edificio Frégoli (1972-1975) de Esteve Bonell; el Studio PER ya había hecho la Casa Fullà (1966-1971); y Francesc Rius averiguaba un camino "high techpara la arquitectura doméstica catalana con las viviendas en la avenida Coll del Portell (1971-1976), todas obras en Barcelona. Fue un gran momento de experimentación con la arquitectura de la vivienda.

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En el campo de la teoría y la crítica, se acababa de crear la revista Arquitecturas Bis (1974-1985), dirigida por Rosa Regàs. Era la época de la Gauche Divine, registrada en las fotos de Colita (estos días, con la exposición Antifemina en el Disseny Hub), y de las vanguardistas exposiciones en la sala Vinçon (1973-2015). Eran los inicios de la contracultura y de la nueva ola de movimientos feministas, al tiempo que florecían el arte y la literatura en Cataluña.

Quien teorizó y creó la malla estructural del Walden 7 fue Anna Bofill Levy, miembro del Taller de Arquitectura entre 1963 y 1980, hoy afortunadamente reconocida por sus aportaciones como arquitecta y compositora. El punto de partida fue la rebeldía hacia el urbanismo racionalista predominante y las concepciones de la forma estáticas e incapaces de adaptarse a la evolución. Walden 7 fue un sueño sistemático, una utopía concreta de vida en libertad. Sin embargo, fue más una culminación, el punto final, que el inicio de una nueva corriente. Ricardo Bofill optó por una obra posmoderna, monumental y comercial. Y hoy ya no tienen sentido grandes conjuntos de viviendas que no formen parte del tejido urbano y que carezcan del mismo grado y escala que la ciudad existente.

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Ahora bien, ¿se sigue experimentando como entonces, en la arquitectura doméstica catalana, 50 años después? Sin duda que sí, aunque es cierto que la rigidez de las normativas, el exceso de burocracia y un sector de la construcción e inmobiliario que sigue siendo poco profesionalizado lo ponen difícil.

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Hoy podemos decir que existen elementos innovadores en las investigaciones del Walden 7 que han tenido continuidad, como las estructuras de mallas ligeras en algunos de los proyectos de Josep Miàs. También, en cuanto a tejer creaciones orgánicas, sensuales y cromáticas, disfrutando de la erótica y la calidez de la arquitectura, encontramos sintonías en la obra de EMBT, que sigue la herencia de Enric Miralles y que lleva 25 años evolucionando con Benedetta Tagliabue y su equipo.

En relación con la voluntad de transformar los espacios para otros modos de vida y de relación, encontramos actualizado el Walden 7 en las cooperativas de vivienda en cesión de uso, una nueva generación que arrancó hace diez años en Barcelona y que se está extendiendo por toda Cataluña. Se ha demostrado que una de las soluciones al problema del acceso a la vivienda, además de la necesidad de mucha más vivienda pública de alquiler, es conseguir salir de las leyes especulativas del mercado, tal y como están consolidando cooperativas como la Borda, la Balma, la Morada o Walden XXI, con el objetivo de una vida comunitaria, autogestionada y ecológica, con la gestión cotidiana.

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Esto también lo aportan viviendas del Impsol (Instituto Metropolitano de Promoción del Suelo y Gestión Patrimonial), con una capacidad de innovación destacable en edificios como el Matrix en Cornellà, de Marta Peris y José Toral, o las 30 viviendas de Sant Just Desvern, proyectadas por Dataae y Xavier Vendrell. Es también lo que se promovió entre los años 2015 y 2023, tanto en Barcelona con el Imhab (Instituto Municipal de Vivienda y Rehabilitación), como en las Islas Baleares, con el lbavi (Instituto Balear de Vivienda), con criterios innovadores, de sostenibilidad en cuanto a los materiales, de flexibilidad funcional y de fomento de la vida colectiva.

Si se sintonizan las cualidades de estas viviendas públicas y de las cooperativas con la gran cantidad de vivienda asequible que necesita la población de Cataluña, podríamos decir que la voluntad de utopía del Walden 7 se habría esparcido por todo nuestro territorio. Esperamos verlo y que no tarde 50 años.

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