BarcelonaUna de las cosas que más sorprendieron al inicio de la crisis de la dana fue el poco énfasis que el partido socialista ponía en exigir la renuncia de Carlos Mazón como presidente de la Generalitat, en contraste, por ejemplo, con los discursos encendidos de Joan Baldoví, de Compromís. Un año después, empieza a entenderse mejor la estrategia socialista: Mazón era plomo en las alas de Alberto Núñez Feijóo, y solo había que esperar a que la verdad se fuera abriendo camino.
En cambio, Feijóo hizo el cálculo contrario. Pensó que si la agenda se centraba en la reconstrucción podría salvar la figura de Mazón y repartir las responsabilidades con el gobierno español. Para Feijóo, siempre alérgico a tomar decisiones drásticas, no hacer nada era la mejor opción. Y solo había que esperar a que el tiempo lo fuera atemperando todo.
Pero he aquí que, primero, la instrucción de la jueza de Catarroja y, segundo, el primer aniversario de la dana lo han hecho saltar todo por los aires. Lo que ha presenciado este miércoles Feijóo ha sido la muerte política de Mazón en directo. Ningún responsable político puede sobrevivir a una humillación pública como esta, retransmitida en directo en todo el Estado. Y más cuando los medios conservadores madrileños, los periódicos pero también las televisiones, que son los que consumen mayoritariamente los votantes populares, hace tiempo que han sentenciado a Mazón.
El dilema para Feijóo es ahora terrible, porque el coste de hacer dimitir ahora al presidente valenciano es infinitamente más alto que hace un año, cuando podría haberlo resuelto con una negociación rápida con Santiago Abascal, y hubiera podido, entonces sí, dirigir sus críticas exclusivamente hacia el gobierno español.
Políticamente es muy significativa la ausencia de Isabel Díaz Ayuso en el acto de homenaje. La presidenta madrileña tiene instinto suficiente para saber que una foto con Mazón es kriptonita electoral. Y ha preferido que se contamine Feijóo mientras ella se lavaba las manos y quedaba impoluta.
Turno de Vilaplana
El testimonio de Maribel Vilaplana del lunes puede ser el último clavo en el ataúd de Mazón. Cualquier detalle que incida en la dejadez de funciones será letal. Y entonces el problema ya no será solo para Mazón, sino que todas las miradas se dirigirán a Feijóo. La desproporción que existe entre 229 muertes por una mala gestión y los presuntos casos de corrupción que afectan al PSOE es tal que el líder gallego no tiene escapatoria. En cada comparecencia le preguntarán por Mazón, y lo harán los mismos medios que le son afines. Y el retrato que saldrá será el de un líder que no es tal, que rehuye el conflicto y que no es capaz de hacer rodar cabezas cuando toca.
La excusa que ha dado Génova hasta ahora es que el PP no tiene mayoría en las Corts y necesita los votos de Vox. Y es cierto. Quizá Feijóo no tenga la capacidad de cambiar por sí solo al presidente valenciano, pero sí puede obligar a Mazón a dimitir y convocar elecciones. Y si se rebela siempre lo puede expulsar del partido y obligar a los diputados a elegir entre Mazón y el PP. Pero, claro, todas estas decisiones implican conflicto y un final incierto. Pero es que el conflicto será inevitable tarde o temprano. Y cuanto más tarde, mayor será.
Núñez Feijóo querría despertarse un día y que el fantasma de Mazón se hubiera desvanecido como por arte de magia. Pero esto no ocurrirá sin hacer nada. Y Sánchez, que le tiene tomadas las medidas, sabía desde el principio que Feijóo no haría nada. Y que por eso solo tenía que esperar.