Investidura

Aznar y Alejandro Fernández revientan la estrategia de Feijóo

El líder del PP no ha sido capaz de mantener el relato de poder ser investido

MadridEsta semana que acaba ha sido horribilis para Alberto Núñez Feijóo. Entre José María Aznar y Alejandro Fernández le reventaron la estrategia, que consistía en alargar al máximo el relato de que podía ser investido presidente del gobierno. Pero cuando el martes Aznar hizo el llamamiento contra la amnistía, todo el castillo de naipes se derrumbó y obligó a poner el partido en modo oposición a dos semanas para el debate de investidura. Y, claro, Feijóo ya sabe que los días 26 y 27 no se podrá presentar como presidenciable, sino como jefe de la oposición, cuyo discurso ya le han escrito desde la Faes: España se rompe y Sánchez es un traidor.

La bola de nieve de la amnistía también amenaza con cargarse uno de los objetivos principales de Feijóo antes del día 26, que era desmarcarse de Vox. Tener sus votos para no hacer el ridículo de la mesa del Congreso, eso sí, pero sin compromiso a cambio. Ahora mismo Feijóo duda sobre si debe ir o no a la manifestación de Barcelona del 8 de octubre organizada por Societat Civil Catalana. Para él es una convocatoria trampa. Haga lo que haga pierde. Si va, tendrá la foto incómoda con Santiago Abascal que quiere evitar. Y si no va será señalado como un tibio y un cobarde, mientras que Isabel Díaz Ayuso será vitoreada como la líder auténtica de la derecha española.

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La revuelta catalana

Además, la revuelta de Alejandro Fernández le ha abierto un boquete discursivo muy delicado. No ya por la amenaza real que significa, sino por el hecho de que, en un momento en el que el PP necesita mostrar la máxima cohesión, Catalunya, o al menos su líder local, se le declara en rebeldía ayusista. La maniobra desesperada de Fernández por no ser decapitado ha tenido el efecto de demostrar por la vía de los hechos que en el PP hay un sector que no comulga con la moderación de Feijóo. Su intención inicial de reunirse con Junts le ha provocado una hemorragia imprevista y difícil de suturar. Y cuando más tarde habló de "encaje" de Catalunya, a muchos del PP se les pusieron los pelos de punta.

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La realidad es que Feijóo no quiere ser un líder incendiario y tiene alergia a participar en una manifestación en la calle (sería interesante investigar cuándo fue la última ocasión que participó en una). Es un hombre institucional, de despacho y diálogo. Pero al carecer de la fuerza interna suficiente para imponer su línea, se ve obligado a practicar un contorsionismo ideológico que desorienta, o decepciona, a sus electores.

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El resultado no puede ser más nefasto para Feijóo. Justo cuando la vieja guardia socialista ha declarado la guerra a Pedro Sánchez, él aparece en una posición de extrema debilidad ante los suyos, a remolque de eventos que no controla e incapaz de trazar un plan y cumplirlo. Y el riesgo que corre ahora es que el debate de investidura que tenía que relanzarlo tenga, exactamente, el efecto contrario.