Análisis

El caso Altsasu: la pelea de bar que se comparó con el terrorismo

Un acto organizado por la organización Altsasu Gurasoak.
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VitoriaInicio. Bar Koxka. Altsasu (Navarra). 15 de octubre de 2016. Son las fiestas patronales. Un grupo de jóvenes de la localidad se enzarzan en una pelea con dos guardias civiles fuera de servicio. Los primeros informes policiales interpretan lo que ha pasado como, en todo caso, un delito de odio, cosa que habría dejado el caso en la Audiencia de Pamplona; incluso la propia Guardia Civil remite al juzgado unas diligencias en las que no habla de delito terrorista. Nada hace presagiar lo que posteriormente pasará.

Giro de guion. Covite (Colectivo de Víctimas del Terrorismo del País Vasco) presenta la pelea como un caso de terrorismo y entra en liza la Audiencia Nacional. Los grandes medios de comunicación centran la diana: Altsasu y ocho jóvenes. Recuerda la gran serie “Todo es ETA”. Incluso se olvidan de la Gürtel. A partir de ese momento todo cambia. Unos tiran y otros resisten. La solidaridad se extiende como una mancha de aceite y no solo en Euskal Herria. El hashtag #AltsasukoakAske (Libertad para los de Altsasu) se hace viral. Hasta hoy.

La primera petición fiscal es una auténtica barbaridad: 375 años de prisión por unos daños que no pasan de un tobillo roto y varias contusiones y moratones. Hechos similares en otros lugares del Estado no habrían tenido estas consecuencias. El lugar aquí es definitorio. Vengativo.

Final del trayecto en Estrasburgo

La sentencia de la Audiencia Nacional descarta el delito de terrorismo, pero los condena, en junio de 2018, a penas que van de los dos a los trece años de prisión. En octubre de 2019 el Tribunal Supremo rebaja ligeramente las condenas a entre un año y medio y nueve años y medio porque suprime el agravante de superioridad. El 3 de julio de 2020 conceden el tercer grado a los últimos jóvenes encarcelados desde noviembre de 2016. El 3 de febrero el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo no admite a trámite las demandas de los jóvenes de Altsasu por las vulneraciones observadas durante el juicio. Final.

Por el camino -más de cinco largos años- quedan miles de días de prisión, dolor y sufrimiento acumulado para ocho jóvenes y ocho familias y la sensación de haber asistido durante todo este tiempo a un gran montaje. Un montaje que se conoce como el caso Altsasu.

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