Un congreso de transición: las claves del cónclave de Puigdemont

CalellaHacía tiempo que el espacio de Junts no vivía un congreso tan plácido como el de este fin de semana en Calella. Sin tensión informativa, sin pugnas internas y previsible: Carles Puigdemont volvió a quedar entronizado como presidente del partido, Laura Borràs dio un paso al lado y Jordi Turull se consolidó como secretario general de la formación. Ahora bien, esto no significa que no existan movimientos tectónicos de fondo que sean relevantes y que no puedan condicionar el futuro de Junts. Al contrario. Porque este es, sobre todo, un congreso de transición.

El punto de inflexión

Junts vivía una anomalía hasta ahora: el ex president Puigdemont ejercía el máximo liderazgo en la formación sin ocupar ningún cargo orgánico. Mandaba un militante de base. Ahora esto se corrige y no solo llevará la batuta, sino que se ha hecho una cúpula a medida, con una combinación de nuevos y antiguos liderazgos para intentar hacer crecer el partido. Porque el nuevo Junts no culmina en este congreso en Calella, sino que probablemente vivirá una nueva reconfiguración, tarde o temprano. Hay un hito que puede volver a ser un punto de inflexión para el partido y que se producirá en los siguientes meses o años: el día en que el Tribunal Supremo aplique la amnistía a Puigdemont, ya sea por una sentencia del Tribunal Constitucional o del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Entonces Puigdemont podrá volver a Catalunya y tendrá que decidir si quiere seguir dirigiendo el partido, e incluso si quiere sentarse en su escaño como jefe de la oposición al gobierno de Salvador Illa, o deja paso a la sucesión.

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Los liderazgos

Turull será el puntal del día a día del partido, ya sin el contrapeso de Laura Borràs, después de haber demostrado un dominio milimetrado de los cuadros en el congreso. Ahora bien, Puigdemont ha hecho entrar en juego a otro veterano de la política, Toni Castellà, que tendrá un rol importante a la hora de marcar la estrategia política del partido. Será clave ver cómo avanza la cohabitación de estos dos liderazgos dentro de la ejecutiva: si respetan el reparto de papeles o si uno quiere comerse al otro. También cómo evolucionan las caras que Puigdemont ha seleccionado como cantera –Míriam Nogueras, Mònica Sales, Salvador Vergés, Josep Maria Cruset y Jeannine Abella–; y si Jaume Giró y Victoria Alsina, a los que Puigdemont ha incluido en la ejecutiva pese a la ruptura que supuso que defendieran quedarse en el gobierno en el 2022, también tienen aspiraciones de futuro.

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La centralidad

El ex president ha hablado de "centralidad" y de que quiere hacer de JxCat un nuevo Junts pel Sí. Es decir, quiere absorber al electorado que perdió ERC en las pasadas elecciones y que, en ese momento, él tampoco fue capaz de atraer. Esto requiere incorporar sensibilidades más de izquierda, que hasta ahora eran ajenas a la dinámica de Junts. Un reto difícil teniendo en cuenta que existe un grueso importante del partido que defiende cada vez más desacomplejadamente posiciones de derechas, hablando de ocupaciones, mostrándose contrarios a regular los alquileres o reclamando una rebaja generalizada de impuestos.

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Como primer paso, Puigdemont ha incorporado a la ejecutiva Oriol Izquierdo, Ennatu Domingo y Assumpta Cros, que viene del PSUC –hace un tiempo ellos se habían situado alrededor de Borràs y ahora son parte de la órbita de Agustí Colomines, con hilo directo con Puigdemont–. También ha sumado a Xavier Vinyals, proveniente del entorno de ERC y antiguo presidente de la Plataforma Proseleccions Catalanes. Puigdemont, pues, está empeñado en evitar que el partido se parezca a CDC, aunque buena parte de los cuadros es lo que querrían volver a ser.

El aviso

El plan de la dirección ha funcionado como un reloj suizo en este congreso. Ha ganado todas las votaciones con amplia mayoría, alguna incluso con unanimidad de los congresistas, y la nueva cúpula ha recibido el aval de un 90% de los militantes que votaban telemáticamente. Ahora bien, este resultado esconde un aviso: la nueva ejecutiva de Puigdemont ha sido elegida solo con un 43% de la participación de los afiliados. Un abstencionismo que, como el del soberanismo en las elecciones, es difícil de interpretar, pero que puede tener que ver con la desconexión, la indiferencia o el castigo.