Breve historia de los que votarán y los que no
Badalona / BarcelonaLlueve, pero la derrota de las miradas es estructural. Tampoco remontarán gracias a las fotografías de bocadillos deprimentes ni a la pesadez de los fluorescentes: las terrazas de la seudoplaza donde me encuentro están más pensadas para olvidar las penas que para encontrar soluciones. La concentración de bares de batalla, pakis y talleres mecánicos impide que ningún negocio despegue por encima de la lógica del mantenimiento: estoy en el barrio de Sant Roc de Badalona, concretamente en la sección censal 42, porque gracias a un reportaje de Crítico sé que me encuentro en las calles con mayor abstención de Catalunya.
No digo que esperara un sofá en medio del parque con adolescentes traficando con drogas como The Wire, pero los bloques de pisos feos con los portales abiertos, el apretado de grafitis de los que no confundiríamos con un Banksy y la ropa mal colgada de las ventanas que se está mojando me ofrecen una estampa de degradación urbana bastante contundente. Primero pregunto a la clientela. "¿Hay elecciones? ¿Cuándo? Pues yo votaré a Vox. Me gusta lo que dicen. Y mi mujer también". No pongo en duda la intención, pero materializarla rompería la estadística según la cual 9 de cada 10 personas que viven en estos blogs no votarán. Intento encontrar un sentido sociológico a la hostilidad en suspensión del barrio, y el propietario de uno de los bares, que lleva 35 años viviendo, me dice que el problema no son los servicios, sino la actitud: allí los barrenderos pasan todas las mañanas, pero la gente consigue enmerdarlo todo antes de que se haga de noche. La venganza contra el espacio es la metáfora de otras muchas venganzas.
Con un coche de 25 minutos me planto en Sarrià. El lugar en el que habrá más participación de todo el país corresponde a la sección 19, por encima de la Diagonal, entre el paseo de Manuel Girona y los Jardines de Joan Vinyoli. No es el Sarrià pueblo, paseado y entrañable, sino un refugio residencial. Concretamente, el triunfo de la democracia se da al grupo de viviendas de Les Cotxeres de Sarrià, que, según Wikipedia, representan "el ideal coderchiano según el cual el urbanismo de calidad debía generarse a partir de un concepto arquitectónico también de alta calidad". Otra forma de decirlo es que, cuando el espacio importa, la gente que vive allí se siente importante. Las veinte comunidades de esta supermanzana –antes de que llamábamos supermanzanas– diseñadas por Coderch hacen lo mágico de fundir los opuestos: racionales, pero naturalistas; públicas, pero recogidas; igualitarias, pero ufanas... será como vivir dentro de una buena idea.
No hay bares para cervezas, sino cafeterías con mesas de madera clara llenas de portátiles emprendedores, y los negocios callejeros reflejan una esperanza de vida larga: dos clínicas dentales, una ortopedia, tres peluquerías. En el apartado textil he dejado atrás las felpas sintéticas por los forros de plumas y el desconcierto cromático por una omnipresencia autoritaria del azul marino. La uniformidad estética hace pensar en una autoconciencia de clase que sabe que todo va bien y que votar puede ser un instrumento decisivo para que siga así. Y, efectivamente, todo el mundo con el que hablo sabe que hay elecciones y me dicen que tienen clarísimo lo que van a votar. Un señor que fuma un cigarrillo electrónico me dice en castellano que hay que votar a políticos que no obstaculicen el progreso económico, mientras un hombre que arrastra con prisas el carro de la compra me dice que lo que él votará no está en Catalunya. Aquí la gente negocia con el futuro.