PSC: "Ni amnistía, ni nada de eso". ¿Seguro?
BarcelonaCuando los políticos repiten las frases dos veces, habitualmente es por dos motivos, no contradictorios: si la segunda vez que dicen algo lo llaman llamando más y espaciando las sílabas es para indicar al público que asiste a los mítines que debe aplaudir (si se guiaran sólo por el criterio artístico habría menos claca, ya los políticos les aplauden siempre). Si ponen énfasis en la repetición, es para subrayar una afirmación de que hay dudas de que sea real. En el caso de Salvador Illa no hay día en que a X no le recuerden esta frase de la campaña de las generales: “Ni amnistía, ni nada de eso. Lo repito para que quede claro. Ni amnistía, ni nada de eso”. Ya sabemos por qué lo repetía.
El PSC –y el PSOE– ha asumido con naturalidad la contradicción de haber negado una amnistía que han acabado impulsando. En la política las contradicciones no existen, son cambios de argumentario. De lo que era imposible a lo que facilita la convivencia. De lo que era una demanda de los independentistas, que nunca tienen suficiente, en la clave que romperá el Proceso. De lo que era ilegal a lo que, de Isla a Félix Bolaños, “se ajusta a la Constitución”. Y no es una cesión, según remachaba el líder del PSC en noviembre: "Esto es liderazgo, y no es cómodo", y añadía que era una decisión "coherente" con la trayectoria del PSC.
¿Se puede vender una incoherencia como una coherencia? Durante el congreso del partido, en marzo, el candidato fue capaz de avalar al mismo tiempo el 155 y la amnistía. Lo que queda claro (claro en serio, no claro de cuando Illa decía que quedaba claro que no votarían a la amnistía) es que en el 2014 el PSC tenía la mitad de votantes que se le escapaban a ERC y la mitad a Ciutadans. Que llegó a tantear el derecho a decidir y que acabó apoyando el 155. Que tocó fondo, tragado por Ciutadans e Esquerra, y que ahora unos están a un paso de desaparecer y otros quizás deben ceder el poder a los socialistas . El maratoniano Illa ha ido adaptando el ritmo de su carrera a los kilómetros que la política catalana le ha puesto por delante. Si nada cambia, llegará a la meta como ganador de las elecciones, y esa noche, diga lo que diga, le aplaudirán sin necesidad de repetir las frases dos veces.