Escocia, ¿del diálogo a la unilateralidad?

El SNP y los Verdes hacen frente a la firme oposición de Boris Johnson, que, de momento, ignora el embate soberanista

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El primer ministro de Escocia, Nicola Sturgeon, hace una sesión informativa con los co-líder  de los Verdes escoceses, Patrick Harvie y Lorna Slater en Edimburgo, Escocia.

LondresCuando se retomen las sesiones en el Parlamento escocés el próximo martes, el gobierno de Edimburgo iniciará un periodo inédito en la política británica, con la inclusión de dos representantes de los Verdes en el ejecutivo de Holyrood después de 14 años de gobierno del SNP. Un "acuerdo de cooperación, no una coalición", lo calificó Nicola Sturgeon, la líder del gobierno escocés, cuando lo presentó con los dos líderes ecologistas, Patrick Harvie y Lorna Slater, la semana pasada. El pacto, además de significar un guiño a la cumbre del clima COP26, que tendrá lugar en noviembre en Glasgow, pretende garantizar la total estabilidad del gobierno proindependentista (necesitaba un voto más para la mayoría absoluta) para sacar adelante los presupuestos y otras leyes clave en materia social y económica.

Y, claro, para impulsar la promesa del segundo referéndum con el que pretende continuar el trabajo que se inició con la consulta pactada con Londres de 2014, que los independentistas perdieron por 10,6 puntos de diferencia. "En este acuerdo también reafirmamos el compromiso compartido de asegurar la independencia para Escocia dando a la gente el derecho a elegir el futuro de su país a través de un referéndum", subrayó Sturgeon. Lo sacarán adelante con el acuerdo con Westminster. Y, a pesar de a retórica habitual, de momento es muy incierto saber si lo harán sin él. ¿Ha cambiado Escocia la etapa del diálogo por la de la unilateralidad?

El texto del acuerdo afirma en este punto concreto del referéndum que tendría lugar "dentro de la actual legislatura [que se alargará hasta finales de marzo de 2026] en una fecha concreta a determinar por el Parlamento escocés". La intención es que "si la crisis covid ha pasado" se haga "dentro de la primera mitad". Pero del indyref2, como se conoce popularmente en Escocia el hipotético nuevo plebiscito, Londres no quiere ni oír a hablar. Boris Johnson, primer ministro británico, ya ha expresado que no está dispuesto a concederlo.

En este contexto, ¿el liderazgo de Sturgeon en el SNP y la inclusión de los Verdes en su gobierno ha cambiado en algo la estrategia independentista? ¿Es ahora más fácil o más difícil una segunda consulta que la pactada entre Salmond y David Cameron en 2012? ¿El SNP y los Verdes escoceses darían un paso tan incierto y arriesgado como el de Carles Puigdemont y Oriol Junqueras en 2017, optando por la vía unilateral? De entrada, la situación es poco comparable con la catalana. Y no solo porque ahora con la presidencia de Pere Aragonès se haya priorizado el diálogo con Madrid. Como Catalunya, en el Parlamento de Edimburgo hay mayoría independentista y ahí no hay duda de que se aprobará una ley ad hoc para hacer el referéndum. Ya se conoce incluso el borrador, que presentó el SNP al principio de la anterior legislatura. Sturgeon se refirió la semana pasada al "mandato democrático" del Parlamento y el texto del borrador que se impulsará próximamente remarcaba que "si hay mayoría que apoye esta ley no habrá ninguna justificación democrática para que ningún gobierno de Westminster bloquee el referéndum".

¿Por qué es, pues, diferente la situación de la catalana, no ya de la actual sino también de la de 2017, cuando el Parlamento aprobó la ley del referéndum para hacer el 1-O? Básicamente porque la unilateralidad se concibe de manera diferente en Escocia. El SNP, y esto Sturgeon lo ha repetido hasta la extenuación, nunca elegirá una vía unilateral que haga que la comunidad internacional no reconozca una Escocia independiente. Por lo tanto, con una ley de referéndum encima de la mesa –a pesar de que la actual y ya aprobada ley de plebiscitos no autoriza a planear una consulta sobre la secesión, porque no es una competencia de Holyrood–, la única vía para Edimburgo sería forzar el recorrido judicial, primero ante los tribunales escoceses y, en última instancia, ante el Supremo del Reino Unido. La perspectiva, pues, es de choque y crisis constitucional, pero sin represión policial ni intervenciones de las fuerzas de seguridad. En el estado español, además, los tribunales ya han hablado para oponerse frontalmente a cualquier referéndum de autodeterminación.

Sin noticias de Londres

No es nada probable que Boris Johnson mueva ficha. Es la conclusión, por ejemplo, a la que llegó el politólogo y catedrático de la Universidad de Edimburgo Michael Keating en una entrevista con este diario.

Una de las grandes diferencias entre el periodo Salmond-Cameron y el Sturgeon-Johnson es que Londres ahora ya no está nada seguro de la derrota del sí. En 2012-2014, Cameron apareció como un demócrata de pies a cabeza porque sabía que tenía prácticamente todos los ases en las manos y muchas probabilidades de ganar el referéndum. Ahora Johnson no lo tiene tan claro. El Brexit y su impopularidad en Escocia, y en general la de los tories, son algunos de los elementos diferenciales. Por eso es de prever que la resistencia de Londres a un segundo referéndum irá hasta el límite.

A largo o muy largo plazo, es posible que Escocia consiga el segundo referéndum. El camino, sin embargo, no es nada directo ni mucho menos unilateral, salvo un giro de 180 grados en el discurso del SNP. Y, mientras tanto, los artífices de este proceso escocés tienen que resolver no pocas debilidades del proyecto: desde la moneda –euro o libra– hasta la relación con la Unión Europea. Porque una Escocia independiente es, también, otro quebradero de cabeza fronterizo para los Veintisiete, como el que se ha originado en la isla de Irlanda a raíz del Brexit.

Sea como sea, lo que está claro es que la mayoría parlamentaria escocesa ha definido una hoja de ruta, a diferencia de lo que pasa en Catalunya. En 2014 se decía que el referéndum de Escocia podría beneficiar a las aspiraciones catalanas a hacer uno –unas semanas más tarde se hizo la consulta del 9-N–, pero la actitud de Cameron no se puede comparar con la de Johnson y, obviamente, tampoco con la de Mariano Rajoy y Pedro Sánchez.

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