Proceso soberanista

Las “excusas” del PSOE para dilatar el diálogo con Catalunya

La Moncloa ha usado las elecciones, la actitud de Torra, la división independentista o la pandemia

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MARC TORO
5 min
Sánchez, Torra , Aragonés y Artadi el 2018 al Palacio de Pedralbes.

Barcelona“Estamos allí donde estábamos: excusas, excusas y excusas”. La portavoz de ERC, Marta Vilalta, reiteraba el lunes el malestar por las largas de la Moncloa a la hora de poner una nueva fecha a la mesa de diálogo. El espacio de negociación, pactado con el PSOE para investir a Pedro Sánchez en enero del 2020, sólo se ha reunido dos veces en dos años. Tanto antes como después de que se acordara, de hecho, la predisposición de los socialistas a abordar el conflicto político ha sido un vaivén constante en función del momento. Y las razones esgrimidas para aplazar la negociación han sido diversas: desde la supuesta deriva unilateral del Govern hasta las discrepancias del independentismo o la necesidad de priorizar la gestión de la pandemia.

Detrás de los motivos oficiales, sin embargo, hay dos factores determinantes: el calendario electoral y la dependencia o no de los votos independentistas, y esencialmente de ERC, para apuntalar la gobernabilidad en el Estado. Las dos variables, admitidas en privado por los socialistas, las destacan Sílvia Claveria y Pablo Simón, profesores de ciencias políticas en la Universidad Carlos III de Madrid. “El diálogo con Catalunya divide al electorado y a los barones del PSOE, y las excusas aumentan cuando hay elecciones a la vista”, sostiene Claveria. Es el caso de la cita del 13 de febrero en Castilla y León. “Y esto no parará: después vendrá Andalucía y en 2023 las generales”, añade Simón, convencido de que Sánchez no tiene ahora “ningún incentivo” para hacer avanzar una negociación que, además, instrumentaliza la triple derecha.

“El desacuerdo sobre el objetivo del diálogo es total, y esto también explica la actitud de demora”, continúa. El politólogo opina que el PSOE, que nunca aceptará el referéndum o la amnistía, cree que con los indultos ya hizo “el adelanto más importante” para resolver el conflicto y que en estos momentos su aspiración es mantener el “clima” de entendimiento con el Govern. “Lo único que pueden hacer los partidos catalanes para empujar es ser decisivos en cuestiones que el PSOE necesita. Si no es así, les darán migajas”, sentencia Claveria. A la espera de cómo avanzan las alianzas –el gobierno español pudo aprobar el jueves sin ERC, pero por la mínima, la reforma laboral– Simón ve un posible cambio de escenario en la siguiente legislatura: “Si Sánchez no necesitara la abstención de ERC sino el voto a favor en la investidura, tendría que fijar una hoja de ruta clara con el diálogo”. Mientras tanto, auguran los dos profesores, continuarán las dilaciones y las excusas. Estas han sido las principales hasta ahora.

La actitud de Torra

La Moncloa acusaba al presidente de no condenar la “violencia”

Después de que el independentismo sumara en la moción de censura para echar a Mariano Rajoy en junio del 2018, Pedro Sánchez llegó a la Moncloa con el compromiso de “construir puentes” con el Govern de Quim Torra. La operación diálogo arrancó con una reunión entre presidentes y la icónica cumbre del 20 de diciembre en Pedralbes. Pero la falta de adelantos desde entonces llevó a ERC y al PDECat a tumbar los presupuestos del Estado, lo cual precipitó elecciones anticipadas en abril del 2019 y, a raíz del desacuerdo PSOE-Unidas Podemos, unas nuevas generales en noviembre, un mes después de la sentencia del juicio del Procés. En pleno contexto electoral, los socialistas suspendieron el diálogo con Torra acogiéndose a la actitud del president ante las detenciones de los CDR el 23 de septiembre y los disturbios en Catalunya en octubre por la decisión del Tribunal Supremo. El argumento era que no condenaba suficientemente la “violencia”, azuzaba la “confrontación” y flirteaba con la vía unilateral. Torra llegó a hacer seis llamadas y enviar dos cartas a Sánchez sin recibir respuesta. “Tiene que hacer llamadas de tarifa urbana”, le dijo el líder socialista en una ocasión. En aquel momento el PSOE denunciaba una “crisis de convivencia” en Catalunya y pedía al Govern que, antes de sentarse a hablar, lo hiciera con el resto de partidos al Parlament –en el marco de la mesa catalana reivindicada por el PSC–. Una vez pasadas las elecciones del 10-N, sin embargo, y después de que ERC facilitara la investidura de Sánchez, el presidente español accedió a retomar la interlocución con Torra.

La ruptura del Govern

El horizonte de elecciones catalanas estuvo a punto de posponer la mesa

Aquella investidura, a principios del 2020, forzó el compromiso de impulsar la mesa de diálogo. El pacto con los republicanos garantizaba que el primer encuentro se produciría quince días después de la formación del gobierno de coalición, cosa que ya no se cumplió. La Moncloa, de hecho, estuvo a punto de posponerla sine die a finales de enero a raíz de la división independentista. El día 29, después de que el presidente del Parlament, Roger Torrent, decidiera retirar el escaño a Torra –inhabilitado por la pancarta en apoyo a los presos en la Generalitat–, el choque entre JxCat y ERC en el Govern llevó al presidente a anunciar el “final” de la legislatura. Aseguró que cuando se aprobaran los presupuestos convocaría elecciones y, a pesar de no poner fecha a las urnas, la reacción del ejecutivo estatal fue inmediata: aplazaba el diálogo hasta después de los comicios, “cuando se constituya el nuevo Govern”, dijo. La decisión provocó el enojo de Esquerra, que se estrenaba como socio del PSOE, y el portavoz en el Congreso, Gabriel Rufián, forzó una rectificación poco después en una reunión con Sánchez en la Moncloa. “Para descartar cualquier duda respecto a la voluntad de dialogar, manifestamos la disposición a celebrar la mesa de diálogo antes de las elecciones catalanas”, corrigió el ejecutivo español. El primer encuentro llegaría el 26 de febrero y saldría el acuerdo de repetirla mensualmente. Una periodicidad que en marzo, con el estallido de la pandemia, saltaría por los aires.

La gestión de la pandemia

El coronavirus para y mantiene congelada la negociación

La llegada del covid-19 alteró por completo la agenda política en Catalunya y España y el diálogo quedó en stand by ante la urgencia de combatir el virus. Tuvo que pasar medio año para que Sánchez, que se escudaba en los recelos de Torra con la negociación, llamara al president para desbloquear la mesa. Y lo hizo después de que ERC lo fijara en septiembre como condición para negociar los presupuestos estatales del 2021. El 28 de aquel mes, sin embargo, Torra fue inhabilitado y sustituido en el cargo por el entonces vicepresidente Pere Aragonès. Y la segunda reunión de la mesa de diálogo no se convocaría hasta un año más tarde, el 15 de septiembre del 2021, con los presos políticos ya indultados, la ausencia de Junts y el republicano ya como presidente electo fruto del 14-F. No ha habido más encuentros desde entonces a pesar de la presión de Aragonès, que pactó un margen de dos años con la CUP para intentar exprimir la negociación, y el gobierno español –con los presupuestos ya aprobados con el apoyo de ERC– se resiste ahora a poner una nueva fecha. Sánchez cerró el año alegando que la “prioridad” es gestionar la sexta oleada de la pandemia. “Es de sentido común”, dijo. Hacía nueve días que se habían convocado las elecciones en Castilla y León.

Los plazos y el contenido

Las condiciones pactadas con ERC dificultan una nueva reunión

En la segunda reunión de la mesa, Esquerra y el PSOE acordaron un diálogo “sin plazos”. Una condición que ahora se gira en contra de los republicanos. A pesar de que inicialmente el Govern hablaba de un encuentro en enero, después matizó que sería a principios de año, y el PSOE no tiene previsto convocarla como mínimo hasta después de los comicios del 13-F y la conferencia de presidentes del 25 de febrero. El hecho que no haya calendario es un nuevo motivo para dilatar la negociación, sumado al hecho de que las dos partes, que continúan hablando lejos de los focos, rechazan una nueva reunión pública si no hay contenidos y acuerdos. La profundas discrepancias en los objetivos de fondo, sin embargo, dificultan que esto sea posible.

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