Feijóo se tendrá que ensuciar las manos
La pinza entre la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, y el presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, no fue suficiente este lunes para descabalgar al líder del PP, Pablo Casado, que después de una jornada crítica en Génova continúa atrincherado en la sala de mando de los populares y quiere intentar llegar vivo al congreso que el partido convocará en los próximos meses. Una mala noticia para la derecha mediática, que hizo todo lo posible para cenar ya con la cabeza de Casado sobre la mesa, pero también para Feijóo, que quería liquidar al líder del PP con un único movimiento y que desde ayer sabe que si –esta vez sí– quiere optar a presidir el partido conservador se tendrá que ensuciar las manos.
Porque la incógnita ahora mismo es hasta dónde está dispuesto a llevar el pulso Pablo Casado, que, a pesar de que malherido y abandonado por sus hasta hace poco fieles –sonora fue ayer la ausencia en la reunión del alcalde de Madrid José Luis Martínez Almeida–, no ha aclarado todavía si pugnará por el liderazgo de los populares en el próximo congreso. Este sería un escenario fatal para Feijóo, que ha demostrado en varias ocasiones que es alérgico a la confrontación y que ya en 2018 renunció a la carrera para sustituir a Mariano Rajoy al frente del partido para no tener que enfrentarse a Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal. El deseo de Feijóo siempre ha sido el mismo: ser designado salvador por aclamación.
La alianza con el ala dura
De aquí que durante el fin de semana el gallego haya tejido una alianza hace poco tiempo inimaginable con Díaz-Ayuso. No fue casual que los dos comparecieran ayer prácticamente a la vez desde Galicia y Madrid para acabar de poner a Casado en la picota cuando hacía poco rato que en Génova había empezado la reunión de la dirección del PP, ni tampoco que Ayuso anunciara solemnemente que no optará a liderar el partido. Sin ella en la carrera y con Casado acorralado, Feijóo ya divisava la alfombra roja hasta la presidencia de los populares. Pero no será tan sencillo. La negativa de Casado a dimitir ya obliga al presidente gallego a tener que volver a mover ficha en los próximos días si quiere dar la estocada final al líder de la oposición.
Feijóo también necesita moverse deprisa, porque el compás de espera hasta la junta directiva del próximo lunes y la celebración de un congreso en abril puede favorecer la aparición de voces reclamando un candidato alternativo al gallego, a quien el sector más duro del PP y parte de la derecha mediática siempre han observado con recelo. Ayer Cayetana Álvarez de Toledo ya presionaba en esta dirección para que fuera Ayuso quien diera el salto a la política estatal, y en los próximos días no faltarán los artículos de opinión abonando esta opción.
Esta es ahora mismo la paradoja de Feijóo y de Ayuso. El primero, porque siempre ha pugnado para impedir que el PP se escore a la derecha pero ahora puede ligarse al ala más dura de la formación para llegar a presidirla. La segunda, porque en su cruzada contra Casado y Teodoro García Egea puede dejar el partido en manso de un pretenso moderado. Porque esta será también la pregunta. Si Casado finalmente cae, qué Feijóo veremos? ¿El que admitía haber votado Felipe González en el pasado, renegaba de Vox y defendía competir por la bolsa de electores que comparten el PSOE y el PP? ¿O uno que bendiga los pactos con la ultraderecha ? Feijóo, este golpe, se tendrá que mojar.