MadridFélix Bolaños es el nuevo boss del gobierno, y por eso el traspaso de carteras que se ha vivido en el Palacio de Parcent, la sede del ministerio de Justicia, tenía un aire de El Padrino. Al igual que en las ceremonias que abren las tres películas de Francis Ford Coppola, allí se mezclaban familia y negocios con gran naturalidad. Incluso la suntuosidad de un palacio que perteneció a un aristócrata mexicano que fue embajador en España ayudaba a crear esta atmósfera cinematográfica. Altos funcionarios y compañeros de partido (Juan Lobato, Ander Gil, Francisco Martín, Óscar López, Francesc Vallès...) charlaban nerviosos hasta que han aparecido los dos personajes principales: Pilar Llop y el propio Bolaños, con una gran sonrisa estampada en la cara.
"De los lugares es importante salir bien", ha dicho la ya exministra, que nunca pareció cómoda en un gobierno de batalla como aquel y que no ha podido evitar aparecer aliviada cuando le ha pasado la cartera (que ya tenía escrito el nombre completo del ministerio: "Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes") a su sucesor. Bolaños no ha decepcionado y ha hecho un discurso político, pidiéndole al PP la renovación del CGPJ y asegurando que todo, es decir, la amnistía, se haría respetando "la ley, la Constitución y el estado de derecho". De pie a su lado, un buen grupo de ministros, todos hombres: Albares, Marlaska, Planas y Óscar Puente, que llega tarde. Y entre el público el incombustible Antonio Garrigues Walker, probablemente el único liberal auténtico español.
Sin embargo, al igual que en El Padrino, la verdadera naturaleza del acto no se ha hecho evidente hasta que han terminado los discursos. Entonces Bolaños se ha situado en el centro del salón y ha empezado a recibir felicitaciones y golpes en el hombro. Ha habido gente que ha tenido que esperar hasta media hora a que le llegara el turno solo para estrechar la mano del boss y tener la esperanza de que los tendrá presente en sus oraciones. Él departe, ríe y da las gracias muchas veces. Es bajito, pero no mucho más que Al Pacino.
Entonces, en medio de ese ritual descarnado del poder, aparecen primero la mujer y el hijo, de unos siete u ocho años, que se le abraza y le dice "Papá". Por un momento la imagen de ternura paternofilial del vicedictador, como lo llama Jiménez Losantos, nos recuerda que también es humano. Más aún cuando se suman la madre y la madrina, dos mujeres mayores y arregladas que exudan satisfacción y orgullo. No está claro que en Madrid las aplaudan por la calle. El niño coge la cartera y Bolaños lo aprovecha para dirigirse a los periodistas y decir: "¡Allá va el auténtico ministro!" Unos minutos antes se había acercado a una redactora de un medio de derechas que hoy lo descuartiza en una pieza y le dice: "Ya te he leído, ya", sin dejar de sonreír.
La renovación del CGPJ
Entre el público había poca representación del mundo judicial, que en ese contexto fílmico vendrían a ser como una banda enemiga. Eso sí, existía un emisario, el presidente en funciones del Consejo General del Poder Judicial, Vicente Guilarte, partidario de mantener las formas, y que no esconde su incomodidad con el bloqueo que impone el PP a la espera de que el tiempo haga que la tensión baje y se pueda encontrar una solución. Pero sin demasiadas esperanzas. Feijóo ya ha dejado claro que mientras haya amnistía no habrá ningún acuerdo con el PSOE.
En un rincón del salón, Óscar Puente insiste en que él no ha venido a hacer de doberman sino "gestión" (y nadie se lo ha creído). Eso sí, en la puerta del palacio ha hecho declaraciones, en una perfecta maniobra de distracción que ha aprovechado Bolaños para fugarse de la prensa. La gente, entonces, ha vuelto poco a poco a sus puestos de trabajo. Hoy ya han cumplido.