García Egea, el escudero de Casado que ha acabado siendo su losa

El secretario general ha querido conseguir el control interno del partido generando más anticuerpos que aliados

BarcelonaA pesar de estar acostumbrado a las carreras de fondo, ya sea nadando, pedaleando o corriendo, Teodoro García Egea (Cieza, 1985) es el dirigente del PP que llega más desgastado a la recta final de la crisis interna. Después de tres años y medio como secretario general, su principal obsesión ha sido su gran talón de Aquiles: el control interno del partido. Pablo Casado le otorgó todo el poder, pero lejos de conseguir atar corto al partido –e intentos no han faltado– el presidente se ha visto abocado a un motín por el intervencionismo extremo de su secretario general. Egea ha puesto candidatos afines y ha marcado el calendario electoral de las autonomías, sin embargo, cuando todo ha estallado, se ha visto solo. Los editoriales pedían su cabeza y los barones, a pesar de que a algunos los había puesto él mismo, también lo situaban como cabeza de turco. Solo ha encontrado el apoyo de su amigo, el presidente murciano, Fernando López Miras. Y la cacería contra él ha acabado poniendo contra las cuerdas al mismo Casado, acorralado por los que por tierra, mar, aire y editorial de diario le piden la dimisión.

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Egea se forjó como político en Murcia. Con 22 años ya era regidor de su pueblo, Cieza, donde es recordado por haber instalado wifi público –él es doctor en ingeniería de telecomunicaciones y un apasionado del mundo de la tecnología– pero sobre todo por ser el campeón mundial tirando con la boca huesos de aceitunas. 16,84 metros. A la entrevista Egea se forjó como político en Murcia. Con 22 años ya era concejal de su pueblo, Cieza, donde es recordado por haber instalado wifi público –él es doctor en ingeniería de telecomunicaciones y un apasionado del mundo de la tecnología– pero sobre todo por ser el campeón mundial lanzando con la boca huesos de aceitunas. 16,84 metros. En la entrevista pospartido dijo que había sido cuestión de suerte porque nunca pasaba de los 12. Rápidamente, dio el salto a la política estatal y llegó al Congreso con 26 años. Allí se hizo íntimo de Casado. Y de ahí, a un banco del Retiro donde en 2018, mientras sus hijas jugaban en el parque, ambos acordaron presentarse a las primarias del PP. Casado sería su presidente y Egea controlaría el poder interno. Y ha tenido todo lo que ha querido.

El objetivo: empezar de cero en el territorio. El resultado, sin embargo, le ha salido mal. Egea ha impuesto sus nombres en las Islas Baleares, con Marga Prohens sustituyendo a Biel Company; en el País Valenciano, eligiendo a Carlos Mazón para ocupar el puesto de una Isabel Bonig que, enfadada, dejó el acta de diputada; en el País Vasco, poniendo como candidato a Carlos Iturgaiz cuando Alfonso Alonso ya se veía haciendo campaña; o en Catalunya, donde tras el batacazo del 14-F desmontó el equipo de Alejandro Fernández y también relevó a los presidentes provinciales para situar gestoras. El control territorial ha querido ser tan profundo que, más que aliados, ha encontrado a enemigos cuando necesitaba apoyos.

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Su hiperactividad interna en el PP la compagina con un día a día tanto o más intenso. Los domingos no son sagrados y en ocasiones se acerca a Génova, donde trabaja un rato mientras sus tres hijos juegan por el despacho. Si no, tanto puede realizar una ruta en bicicleta con una travesía esquiando como nadar en la playa de la Concha de San Sebastián o correr por la ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia. O, si es necesario, tocar el himno de España con un órgano, o flamenco con una guitarra española. Y eso que su instrumento predilecto es el piano –tiene más de diez años de formación y a Bach y Mozart como referentes.

En el PP ha querido tocar todas las teclas, lo que ha generado malestar también en Andalucía y Castilla y León, territorios donde ha presionado para adelantar elecciones. De hecho, la única gran victoria electoral de su mandato le ha hecho más daño que bien: la de Ayuso. Al final, la voluntad de controlar a una presidenta madrileña que no se deja encorsetar ha conducido al secretario general –y de rebote a Casado– a una calle sin salida. Un Egea que se declara gamer y que a finales de año quería comprarse la última versión del Call of Duty. Todo aprendizaje irá bien de cara a la batalla definitiva. De momento, están atrincherados y con la duda de si, esta vez, el hueso se le ha atragantado.

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