Gaza como materia de "política doméstica"
MadridAlberto Núñez Feijóo y José María Aznar han tenido que aparecer juntos en un acto de la fundación Faes, que preside este último, para intentar unificar ante la opinión pública sus mensajes sobre la masacre de Gaza y sobre la malévola estrategia del presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, para disfrazar de discurso social el que prefra de discurso solidario. Qué más quisiera Pedro Sánchez que poder eliminar las investigaciones judiciales que le asedian y su repercusión social. No es tan fácil. Ahora bien, lo cierto es que ha logrado abrir un frente de debate público susceptible de darle oxígeno.
Pero no porque el genocidio en Gaza y su condena permitan olvidar casos como los de los Cerdán-Ábalos-Koldo García, sino porque han llevado a la oposición a navegar en un mar de supuestos matices que reflejan su dificultad para encontrar las palabras justas ante la invasión del territorio palestino y de las décimas. Me refiero en particular a Feijóo y Aznar por su relevancia, el primero como aspirante a gobernar el país, y como expresidente del gobierno español, el segundo. Dejo aparte el caso de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, que sería una versión caricaturizada de los dos anteriores.
Una vez más, esta semana el PP se ha dejado llevar por la ansiedad que caracteriza su acción política. Los hechos de la etapa final de "la Vuelta", con la suspensión del recorrido urbano por Madrid, han desatado una reacción de los populares que difícilmente conectará con una mayoría social. Había suficiente información y signos evidentes de lo que podría pasar por considerar desacertada la decisión de mantener sin modificaciones la última jornada de la carrera. Existieron incidentes anteriores durante el recorrido de la prueba, y la extensión de la última etapa era de difícil control por la policía. No tenía sentido exigir que las fuerzas del orden hicieran uso de todo su potencial contra los manifestantes que intentaran impedir el paso de los corredores.
Me resisto a hacer comparaciones entre situaciones que son bien diferentes, pero las imágenes de las cargas policiales y los porrazos a gente de todas las edades cuando intentaban remover las vallas de protección del circuito urbano en Madrid el pasado día 14 me recordaron otras escenas similares vividas en Barcelona y otras ciudades de Cataluña un día del mes de Cataluña. hechos y otras circunstancias, me pregunto sobre la proporcionalidad de la actuación de los agentes antidisturbios, y si el mantenimiento del diseño de la carrera justificaba llenar de palos a quienes protestaban contra la presencia de los ciclistas del equipo israelí, buscando provocar la suspensión de la prueba para condenar la masacre de Gaza. Creo que unos y otros prefirieron correr el riesgo.
Por un lado, el gobierno español, con Pedro Sánchez identificándose con la protesta, recibiendo críticas del ejecutivo israelí por "alimentar la violencia", y asumiendo sin grandes preocupaciones la posibilidad de que hubiera incidentes. Por otra parte, las jerarquías de la prueba ciclista, los organizadores de "la Vuelta", la presidenta madrileña y el alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida, decidiendo que no había que hacer nada a pesar del clima social existente, alimentado por las continuas imágenes de la población civil palestina entre la vida y la muerte en medio de montes punto de entrar en Ciudad de Gaza.
Cuando Aznar defendía una paz justa
En ese contexto, el comunicado de Feijóo del mismo día 14 de septiembre por la tarde resultó penoso. Dijo no compartir "la respuesta que está dando el gobierno de Israel a los atentados terroristas que han sufrido", pero añadió que "el secuestro y asesinato de israelíes inocentes no se puede contestar con más pérdidas civiles de origen palestino". ¡Pérdidas civiles!, dijo. Qué desafortunada búsqueda de un lenguaje pretendidamente pulcro, sin connotaciones de reproche. Por si fuera poco, Aznar acudió el miércoles día 17 a su fundación, FAES, y dijo que "si Israel perdiera lo que está haciendo sería poner el mundo occidental al borde de la derrota total". "Lo que está haciendo", dijo para describir la masacre. Un gran contraste con el contenido y el tono general de su visita a Israel, en junio de 1998. Me venden ahora muchos recuerdos. Durante las etapas de Felipe González y de José María Aznar era encargado a La Vanguardia de la información del gobierno español, y ahora me siento decepcionado por lo que les he oído decir estos días. El 29 de junio de 1998 Aznar dio una rueda de prensa con Netanyahu en la que manifestó su apoyo "al proceso de paz y la búsqueda de una paz justa, global y duradera para todos".
Conservo la transcripción de aquella comparecencia y el presidente español se cansó de pronunciar la palabra paz, mientras el primer ministro israelí subrayaba que lo que impedía el acuerdo con los palestinos era su negativa a "cumplir con sus compromisos". Tres años antes, en otra visita, en junio de 1995, Aznar dio un paseo con el presidente de la Autoridad Palestina, Yasser Arafat, cogidos de la mano, mirándose el mar, donde ahora Trump quiere construir un complejo turístico, y expresándose fervorosos deseos de paz. Y en agosto del 2000 Aznar manifestó en Arafat en la Moncloa que tanto España como la Unión Europea reconocerían al estado palestino "cuando se proclamara". Ese mismo día el líder palestino ordenaba una investigación sobre la muerte de tres soldados israelíes cuando intentaban detener al jefe militar de Hamás en un pueblo de Cisjordania.
Tras la muerte de Arafat en el 2004 –y, de hecho, desde antes–, muchas cosas fueron a peor. Ahora sentimos a Felipe González decir que lo que hay que pedir a Hamás "si no se quiere que maten a niños y mujeres, es: ¿por qué no se liberan a los rehenes israelíes?". El ataque terrorista palestino del 7 de octubre del 2023, con 1.400 muertos y 252 rehenes, es un acto criminal monstruoso que nunca habría tenido que producirse. Ahora bien, ¿de verdad cree el expresidente español que Netanyahu daría marcha atrás con la liberación de los secuestrados que sigan vivos? Y en cuanto a Aznar, también ha dicho esta semana que "transformar políticas domésticas en políticas externas es absurdo". ¿Y no es esto, también dicho al revés, lo que ocurre casi siempre en España?