No venga a Madrid, hace demasiado calor
MadridEn Madrid hace estos días mucho calor y el ambiente también está muy calentado. Mejor no hablar de política con la gente, porque inmediatamente se ponen muy nerviosos y empiezan a decir barbaridades, mientras bajan la copita de vino fresco y la correspondiente tapa de mejillones, olivos, chipirones o tomate con atún y cebolla. Cuesta encontrar quien te hable bien de Pedro Sánchez, pero si no te conformas con el primer berrinche de bar, acabas encontrando a alguien que reconoce en voz baja su filiación socialista y su intención de conservar la fidelidad de voto, pase lo que pase en los próximos meses.
Hay que reconocer que los socialistas veteranos son muy sufridos. El otro día hablé con Elena, que tiene más de noventa años, y me confesó su disgusto "con todo lo que está pasando", sin concretar mucho más, pero muy preocupada por la posibilidad de que la actual etapa de gobierno del PSOE haya terminado, o esté a punto de finalizar. "El Cerdán éste, nos lo ha hecho muy grande, y mira que era amigo de Pedro Sánchez", se lamentaba Elena mientras esperaba su merienda, un vaso de leche y una ración de churros en cuya cafetería es clienta desde hace un montón de años, desde que regresó de Francia, donde trabajó por Francia. Elena es una mujer culta, con un punto refinado, fruto de haber visto mundo y aprendido otras lenguas y costumbres.
"¿Y qué va a hacer ahora?, tendrá que cambiar de voto, si está tan enfadada" –le dije yo para provocarla un poco–. "Eso nunca de la vida, yo soy socialista de pura cepa, y siempre he visto mejor por el ojo izquierdo. Estos Koldo, Ábalos y Cerdán no me harán cambiar de ideas. Ladrones hay por todas partes, pero tenemos que levantar la cabeza y seguir gobernando, para cerrar el pase a la derecha y la ultraderecha". Terminado el discurso sobre las convicciones, Elena se levantó para marcharse, y una camarera la quiso coger del brazo, para acompañarla hasta la puerta. "Deja, chica, deja, que no hace falta; bien que puedo yo sola", dijo la abuela socialista, que caminaba poco a poco, pero sin bastón. "No te preocupes, que ahora viene mi hija a recogerme, que ya sabes que los míos –y no sé si se refería a la familia de parentesco o de partido– son muy solidarios". Debo decirles que una Elena de este tipo no es nada corriente en Madrid en estos momentos.
Las actitudes más abundantes, sobre todo en los barrios acomodados, los que quedan en el interior del primer anillo de circunvalación, la M-30 –como Chamberí, Salamanca, Chamartín o Retiro– son de crítica feroz a la izquierda en general ya Pedro Sánchez en particular, si no de ins. Para el PSOE, en estos momentos, personas como esa abuela, tan fiel y delicada, son tréboles de cuatro hojas.
Un poco más tarde me encontré con María Asunción, que trabaja en el sector sanitario, como enfermera. Puede tener la mitad de los años de Elena. Es muy simpática y gordita, siempre sonriendo, y lleva con gracia y orgullo el uniforme blanco de su trabajo. En su sector, que ya sufre todo tipo de déficits, hay ahora mucho miedo. Siempre han sido convencidos de tener demasiado trabajo y estar muy mal pagados. Y ahora ven venir otro varapalo. "¿Qué dicen estos amigos tuyos de la política, cuándo van a echar a Sánchez de una vez… Ahora hace esta comedia que se pelea con el pedazo de animal de Trump, pero lo que debería hacer es dar la cara. Yo no me lo creo, que no sabía nada de la corrupción a su partido. Si los Koldo, Ábalos y Cerdá PSOE. Que no nos tome el pelo. Vete a saber si también cobraba.
"Ay, María Asunción, ¿no te estás pasando tres pueblos? Parece que hablas de una invasión de extraterrestres", le hice yo, para ver si bajaba el tono. "Pasándome tres pueblos, ¿dices? Tú sí que estás bien engañado. Todo esto de la pelea con Trump es una cortina de humo. Pagaremos el 5% que nos reclama este loco. Hacen ver que no lo aceptan porque no se hable de lo que roban, y ahora además dan la amnistía a los independentistas para seguir cogidos al poder. Son". la amnistía no era constitucional".
¿Votar al PP?
La he dejado desahogarse, pero intento colocarla en la situación alternativa en el infierno que describe. "Ya veo que tienes decidido votar al PP", le digo. Y aún se cabrea más. Primero me mira con incredulidad, como si el ingenuo fuera yo, y no lo hubiera entendido, incapaz de comprender el punto de degradación de la política a la que hemos llegado. "¿Votar al PP, yo? No, de ninguna manera. Si unos y otros son la misma cosa. Yo tampoco me fío del PP. ¿Qué te piensas, que no me acuerdo de lo que hicieron ellos, de sus casos de corrupción, de su tesorero, aquel Bárcenas y sus sobresueldos, y cómo se echaron por prometiendo una limpieza que? yo, porque son la misma cosa". "Muchacha, no te reconozco, qué votarás, pues, no te imagino apoyando a Podemos ni a Sumar, tú eres más moderada", le respondo por ver por dónde tira. Y pone unos ojos muy grandes, mirándome fijamente, como si estuviera a punto de hacer una gran revelación, como si me fuera a descubrir su secreto mejor guardado, la conclusión liberadora a la que ha llegado después de dar muchas vueltas a lo que debería hacerse para encontrar el revulsivo que necesita el sistema.
"Yo, ya te lo digo, creo, sí, sí, creo que no lo podré evitar. No creo, estoy convencida de que esta vez, que esta vez, yo, yo, votaré, votaré a Vox". La veo tan agitada que le digo: "María Asunción, estás fatal". "Ya, ya, fatal, fatal, quizás sí, pero ya basta del problema de la inmigración, y de la inseguridad, y de los ocupas, estoy harta de que malgasten mis impuestos creando todo tipo de subsidios y protección para estos colectivos. Hay que poner orden de una vez". Por suerte, se separa lentamente de mí, y echa calle abajo, lo que me dispensa de responderle. Estaba pensando decirle: "Tú no te das cuenta, pero ya hablas casi como Donald Trump". Pero la quiero, María Asunción, y sé que se rehará. Y a vosotros ya os he advertido. No venga a Madrid. Y si lo hace, tranquilos, paciencia, todo esto pasará. Pero ahora hace mucho, mucho calor.