Procés

Así se preparó el ejército para la DUI en 2017

El ex jefe de las fuerzas armadas también ofreció a Robles ayudar a la Guardia Civil durante las protestas postsentencia

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Un grupo de independentistas durante el cacheo de la Guardia Civil a una imprenta en busca de material para realizar el referéndum

MadridUna de las cuestiones que el ex jefe de las fuerzas armadas Fernando Alejandre Martínez (Madrid, 1956) volvería a hacer igual es emperrarse en "recuperar el patriotismo". "Un patriotismo basado en la Constitución y en su legitimidad, que no nace ni de la tolerancia, ni de la convivencia, ni siquiera de la paz mundial; que nace de la propia idea de España como nación", subraya en su libro Rey servido y patria honrada, en el que hace balance de sus tres años como Jemad (2017-2020). Uno de los principales episodios que tuvo lugar durante esta etapa son los atentados en Barcelona y Cambrils del 17-A, de los que tuvo conocimiento por la radio mientras pasaba unos días en una casa rural de Cáceres con su familia. Estas "terribles" noticias no eran, sin embargo, lo que más le preocupaba, sino "lo que tenía que pasar": el referéndum y la posterior declaración de independencia, hoy hace cinco años. Y Alejandre preparó un plan por si había que llevar militares a Catalunya.

Aproximadamente un mes y medio antes del 1-O, Alejandre ordenó al entonces director del Centro de Inteligencia de las Fuerzas Armadas, el general Francisco Rosaleny, que comunicara su disposición a asistir a cualquier reunión que se convocara del Consejo de Seguridad Nacional o del Consejo de Defensa Nacional. Y lo instó a no perderse detalle de ningún encuentro que pudiera tener el Comité Especializado contra el Terrorismo. Su sorpresa fue "mayúscula" cuando la respuesta fue que el gobierno de Mariano Rajoy no tenía previsto convocar a ninguno de estos organismos y que "dada la sensibilidad del tema catalán", se gestionaría y controlaría sin contar con las fuerzas armadas. En este contexto, el ex Jemad toma la iniciativa.

Se aseguró de que el ejército tenía actualizado algún plan de contingencia y ordenó a sus subordinados que redactaran uno específico. El 26 de agosto se reunió con la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, que justamente volvía de Barcelona, "de aquella manifestación [contra los atentados] terrible en la que se ultrajó a Su Majestad". Le expuso las decisiones que había tomado y le pidió una directiva política que diese apoyo legal a la activación del operativo si era necesario. Según explica, le dijo que la redactara él mismo y que la firmaría. Acabó siendo una especie de carta que no se ha hecho pública. "Además de patriota, era valiente", afirma Alejandre sobre la ex secretaria general del PP.

De apoyo logístico a intervenir

Con vía libre, se desarrolló un plan escalonado. La primera fase era la de dar apoyo logístico a la Guardia Civil y la Policía Nacional que actuara en Catalunya, por ejemplo ofreciendo como alojamiento el acuartelamiento Santa Eulàlia de Sant Boi de Llobregat. En segundo lugar, y eso sí se hizo, incrementar la protección de instalaciones militares intensificando las guardias. "Nos preocupaba la imagen que se daría si alborotadores trataban de entrar en un acuartelamiento y aún más la imagen de nuestras fuerzas armadas si había ultrajes a la bandera", rememora Alejandre. Además, esta fase también preveía relevar a las fuerzas y cuerpos de seguridad en tareas de protección de sus propias instalaciones para que Guardia Civil y Policía Nacional pudieran ampliar su contingente desplazado a Catalunya. La última fase, que se consideraba "muy improbable", preveía el refuerzo sobre el terreno estableciendo green box (cajas seguras), que consiste en acordonar con militares una zona donde hay disturbios para que los agentes policiales puedan actuar con libertad adentro.

A mediados de septiembre, Alejandre solicitó una reunión de resultado "francamente decepcionante" con el ministerio del Interior. Entre los presentes, el coordinador del dispositivo policial del 1-O, el coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos, que dijo que la situación estaba "bajo control" y que tenía confianza en que los Mossos d'Esquadra "cumplirían la ley". La información que tenía el ex Jemad, en cambio, era que la policía catalana "no podría actuar" para garantizar la seguridad de instalaciones militares porque su cadena de mando estaba "altamente politizada".

Así, constató que el ministerio del Interior era "refractario" a cualquier colaboración de las fuerzas armadas. Con todo, la tarde del 10 de octubre, Alejandre activó durante ocho segundos su plan Romeo Sierra, el mismo nombre que se utilizó para la crisis del islote del Perejil. Es el tiempo de vigencia de esa declaración de independencia de Carles Puigdemont. Primero llamó al mando de operaciones para activarla y justo después para pararla. Para poner el plan en marcha, así como para escalar en las diferentes fases, hacía falta un aval político de la ministra Cospedal, que tal como relata Alejandre en el libro, no existió. Dos años después, en plenas protestes postsentencia, recordaría a la nueva ministra, Margarita Robles, que tenía preparado este plan.

Agradecimiento a Felipe VI por el discurso del 3-O

El autor también tiene en la memoria "momentos buenos" de esos días del Procés, y menciona dos. Uno, el discurso de Felipe VI el 3 de octubre en el que avaló la violencia policial y tomó parte en el conflicto. "Sentí no solo alegría de ser español, sino tranquilidad al notar su respaldo", asegura, y le hizo llegar su agradecimiento. El segundo es la imagen de tantas banderas españolas el 12 de octubre de ese año, cuando por primera vez también desfiló la Policía Nacional. Además, interpreta como una felicitación que Cospedal dijera en una entrevista al Abc en enero de 2018 que era "digno de elogio" que durante los hechos del Procés no se hubiera producido ninguna "salida de tono ni actuación malinterpretada" del ejército. Es decir, que era motivo de elogio que las fuerzas armadas, instruidas en el sentido del deber y la disciplina, no actuaran al margen de la ley.

El idilio con Cospedal, de la que destaca que depositó confianza en él, acabó con la moción de censura. Si bien la derecha considera a los militares como de los nuestros, Alejandre deja claro que con la izquierda esto no se produce. "Hacen un esfuerzo poco natural por mostrar aprecio", considera el general del ejército en la reserva, que no ahorra reproches contra la ministra de Defensa, Margarita Robles: la acusa de practicar el "seguidismo" en vez de la lealtad y de no aceptar que el otro pueda tener razón. En sus memorias, el autor carga duramente contra las campañas de "licuación" de las fuerzas armadas. En otras palabras, rechaza las tareas que hizo la Unidad Militar de Emergencias (UME) de desintoxicar residencias por la pandemia, por ejemplo, porque considera que son "misiones originales y esotéricas más propias de policías y emergencias".

Queda fuera de duda que para Alejandre, que en 2012 fue segundo jefe del mando de fuerza conjunta de la OTAN, el horizonte de llegar al 2% del PIB en presupuesto de Defensa es un mínimo. De hecho, critica que se sitúe por igual en todos los países sin tener en cuenta objetivos previos de "eficacia". En sus memorias quedan patentes otras discrepancias en el organigrama militar, como es el hecho de que el presidente del gobierno y el ministro o ministra de Defensa se sitúe en el organigrama entre el rey, que es el jefe de las fuerzas armadas, y el Jemad. Como anécdota más personal de juventud, explica que votó a la Constitución, aunque en su última etapa de servicio a la patria el entorno de la ministra Robles lo conociera como el fascista.

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