Un presidente en la boca del lobo

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El presidente de la Generalitat, Pere Aragonés interviene en la Comisión General de las Comunidades Autónomas.

BarcelonaLa decisión del president de la Generalitat, Pere Aragonès, de participar en el debate convocado por el PP en el Senado sobre la amnistía, y, además, de hacerlo en primer lugar, ha tenido una primera virtualidad: ha impedido, sólo con su presencia, que el acto se convirtiera en un akelarre anticatalán y ha obligado a los presidentes autonómicos populares, al menos a la mayoría, a ir con pies de plomo. Acusándoles de montar una sesión sólo para "arañar cuatro votos" a expensas de Catalunya, los dirigentes populares se han visto obligados a adoptar un perfil más institucional para no dar la razón a un president ausente de la sala pero que ya había marcado el terreno de juego. Eso sí, con la salvedad de Isabel Díaz Ayuso, que no actúa como una presidenta autonómica sino como una lideresa de la oposición in pectore.

La intervención del presidente gallego, Alfonso Rueda, ha resultado especialmente significativa. Casi no mencionó la amnistía, se ha limitado a defender la vía gallega del autonomismo y hizo la mitad de su discurso en gallego. Incluso ha denunciado los recursos de inconstitucionalidad por parte del gobierno del Estado a decisiones de su gobierno, una queja que habría suscrito Aragonès. También fue conciliador el tono del presidente andaluz, Juanma Moreno Bonilla, estandarte del PP moderado, aunque sí recitó el catecismo antiamnistía del partido. Pero resulta que ha afirmado que el sistema de financiación autonómica es "terriblemente injusto", una afirmación que Aragonés también habría firmado.

Estado de La Rioja?

Y es que los presidentes del PP han cargado contra la amnistía, sí, pero también han sacado su memorial de agravios particular con el Estado. Eso sí, oír hablar a la presidenta cántabra, María José Sáenz de Buruaga, cuando su comunidad tiene una inversión per cápita 700 euros superior a la catalana, de "ciudadanos de primera y de segunda" ha resultado cuanto menos curioso. Y aún ha sido más surrealista oír al presidente riojano, Gonzalo Capellán, recordando que en 1883 se aprobó en Haro una Constitución Republicana Federal del Estado Riojano. Más de un líder del PP se habrá atragantado escuchándolo. Capellán ha denunciado la "deuda histórica" del Estado con las infraestructuras riojanas (un solo tren diario en Madrid). Aragonès también habría podido solidarizarse con él.

Como ha explicado muchas veces el expresident Jordi Pujol, el sistema autonómico español se construyó al grito de "No queremos ser menos que los catalanes". Esto es lo que se ha repetido este jueves en el Senado en bucle. ¿Es esto lo que quería el PP? ¿Un debate de guante blanco lejos de la bronca y la tensión del Congreso de Diputados? ¿Un debate autonómico en el que los distintos territorios pedían no ser discriminados y donde todo el mundo, al margen de sus posicionamientos, defendía el diálogo como principal método de trabajo para avanzar? ¿Donde se han oído diferentes lenguas con normalidad? ¿Donde la presidenta balear, Marga Prohens, ha admitido que compartía "muchas cosas con Catalunya" aunque no quería "tutelas"? Es difícil contestar porque con Alberto Nuñez Feijóo nunca acaba de estar claro, pero es evidente que el ala dura del partido no puede haber quedado contenta con el espectáculo.

Ha habido que esperar a oír a los primeros barones del PP que gobiernan con Vox, como el murciano Fernando López Miras, para reencontrarse con el tono más duro contra la amnistía. También ha tirado de anticatalanismo, tergiversando las palabras de Aragonès, por cierto, el president valenciano, Carlos Mazón, que ha defendido la extraña idea de que no enseñar en valenciano a las comarcas castellanohablantes, como ha aprobado su gobierno, es defender la "igualdad de oportunidades" y ha cargado contra los Països Catalans.

Ayuso y la desaparición de España

Sin embargo, nadie ha superado a Ayuso, que ha vaticinado la desaparición de los españoles y la instauración de la "tiranía" si Sánchez se sale con la suya. "¿Cuánto puede durar una nación que es traicionada?", se ha preguntado. Refiriéndose a Aragonés como "portavoz del PSOE", ha redirigido sus obuses contra su archienemigo Sánchez, al que ha acusado de "renunciar a España". Aquí sí ha habido aplausos de la bancada popular, otra mala noticia para Feijóo.

Por su parte, a Aragonés la intervención le ha servido para proyectarse en Madrid como líder político y ganar notoriedad. Por un día pudo escapar del sándwich en el que vive, atrapado entre las figuras de Oriol Junqueras, por un lado, y Carles Puigdemont, por otro, y ha salido vivo de la boca del lobo. Su discurso no ha aportado grandes novedades, es cierto, pero ha servido para apuntalar el relato del independentismo sobre la amnistía como punto de partida y no como punto final, incomodando así a un PSOE que ha preferido no participar en el debate. Y también relacionando el anhelo independentista con el bienestar de la ciudadanía.

Con la salvedad de Isabel Díaz Ayuso, los presidentes del PP han parecido más preocupados por el resultado de las negociaciones sobre la financiación autonómica o una posible condonación de la deuda catalana que por la amnistía. Y el terror absoluto que tienen todos a que Catalunya pueda tener un sistema similar al concierto vasco. Y, cómo no, una pregunta ha quedado flotando en el ambiente: ¿por qué el PP no aprobó un nuevo sistema de financiación cuando Mariano Rajoy tenía mayoría absoluta? Y también: ¿De verdad Feijóo habría renunciado a hacer concesiones al PNV y Junts si hubiera podido ser presidente a cambio?

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