El casting para encontrar al heredero de Convergència
BarcelonaDurante cuarenta y dos años consecutivos la fórmula de Convergència se impuso una a una en todas las elecciones catalanas. La hegemonía era tal, especialmente en los años del pujolismo, que la confusión entre partido y país era difícil de esquivar y más cuando el president se presentaba básicamente como un patriota catalán. Las mayorías absolutas son historia, pero aún no hace mucho, en 2010 y 2012, la CDC de Artur Mas logró 62 y 50 diputados, resultados que cualquiera de los partidos actuales consideraría históricos. El estallido de los casos de corrupción, algunos de los cuales aún por juzgar, dio la estocada definitiva a un proyecto que muchos piensan que ha dejado a mucha gente huérfana.
Por eso, hay varios partidos que luchan o han luchado por ocupar el espacio central que ocupaba Convergència. El caso más evidente es el de Junts, heredero en parte de aquella corriente ideológica, que de un tiempo a esta parte flirtea con un retorno a los orígenes. Acabado el Procés con la victoria socialista, el corto y medio plazo se juega en la defensa del autogobierno y cuestiones del día a día. Carles Puigdemont, quizás el menos convergent de los convergents que han acabado en Junts, preside ahora una formación que quiere marcar perfil en temas económicos, de vivienda, inmigración o lengua y que está dispuesto a negociar en Madrid para conseguir mejoras para los ciudadanos de Catalunya. Lo único que aún no entronca con el espíritu convergent es que, en Madrid, Pujol se presentaba como un socio fiable para garantizar la estabilidad de los gobiernos y, en cambio, Junts opta por la confrontación.
Uno de los partidos que vivió en el ostracismo durante buena parte del pujolismo fue ERC, que empezó a hacerse mayor durante los tripartitos y, después, con la llegada de la vía independentista al carril central del país. También Esquerra ha intentado a su manera ocupar el vacío de Convergència. La estrategia de ampliar la base –a expensas de diluir los postulados más radicales– y la negociación con Madrid han sido los ejemplos más evidentes. Pero es probablemente el PSC quien más cerca está de conseguirlo, y eso que fueron los socialistas el principal quebradero de cabeza de Pujol. Con Salvador Illa, la moderación no está en discusión y hace tiempo que las tesis del PSC no distan mucho de las del centro que quería representar Convergència. Illa es quien ha restituido públicamente a Pujol invitándolo al despacho del president de la Generalitat.
Incluso el PP lo ha intentado en algún momento de la historia. Josep Piqué a finales del 90. Y José María Aznar, que ofreció a Pujol una alianza similar a la de la CDU con la CSU en Baviera: lealtad mutua a cambio de eliminar la competencia electoral entre ellos.
Pero, curiosamente, los que más se podían sentir herederos de CDC, el PDECat, nunca acabaron de convencer al electorado y llevan ocho años batallando para que un juez no los considere sucesores de Convergència para ahorrarse las multas derivadas de la corrupción.