Aitor Sánchez: "Alimentar a un animal para después comértelo es ineficiente a nivel medioambiental"

Lara Bonilla
y Lara Bonilla

BarcelonaEl nutricionista y divulgador Aitor Sánchez reconoce que tardó tiempo en darse cuenta del impacto que su alimentación y su modelo de consumo tenía sobre el medio ambiente. Esta desinformación, dice, es lo que lo ha llevado a escribir su último libro, "Tu dieta puede salvar el planeta" (Paidós), donde, más allá de una alimentación saludable, da las claves para una alimentación sostenible.

¿De qué forma impacta en el medio ambiente nuestra alimentación, la forma como comemos?

— A excepción de la energía, estamos ante el sector más contaminante para el medio ambiente. Hay otras industrias más contaminantes en términos relativos, pero comer, comemos todos, y sobreproducimos. Y, a la vez, es un círculo vicioso: producir alimentos de forma poco sostenible acelera el cambio climático y el cambio climático nos fuerza a producir de manera menos sostenible. Es un pez que se muerde la cola.

Reconoces que tenemos poca información sobre este impacto.

— Sí, porque es complicado establecer la relación. Con la salud ya lo hemos hecho, a pesar de que ha costado, pero con el medio ambiente todavía no. Y cuando nos lo explican, preferimos ignorarlo y mirar hacia otro lado.

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¿Por qué la producción de carne, sobre todo la de origen vacuno, tiene un impacto tan grande?

— Por tres motivos. En primer lugar, por las emisiones asociadas a este tipo de ganadería, el famoso metano, que es un gas de efecto invernadero que, ya de por sí, genera unas emisiones que son equiparables con las del parque automovilístico mundial. Después está el mantenimiento de estos animales: se los tiene que hidratar y alimentar y una vaca come más que una persona. Y, en tercer lugar, está el cambio de uso del suelo, que es una de las cuestiones en que más cuesta ver la relación. A los animales se les tiene que dejar espacio en terrenos fértiles, lo que implica la deforestación de bosques que, o bien pasan a ser directamente lugar de ganadería, o bien dejan de ser bosques para cultivar grano que se usa para la ganadería.

¿Esto significa que tenemos que dejar de comer carne?

— Es una opción. Si el coche contamina, ¿lo tenemos que dejar de usar? Se tiene que ver. Lo que es evidente es que la carne es altamente contaminante y es una de las muchas opciones que tenemos dietéticamente. Así como podemos elegir entre ir en bicicleta o caminando, también podemos dejar la carne y elegir alimentos que sean más sostenibles. Con la ventaja que no solo será beneficioso para el medio ambiente sino también para nuestra salud, nuestro bolsillo y los animales.

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Hay quién dirá que siempre se ha comido carne y que las vacas siempre han tenido espacio para pacer.

— Primero, ni siempre se ha consumido carne ni se consume en todo el mundo. Hoy en día, mucha gente en el planeta no come carne porque tiene acceso a legumbres o a pescado como fuente principal de proteína. Independientemente de esto, en países como el nuestro, con una elevada dependencia de los cárnicos y los procesados, es cierto que este modelo está muy presente, pero que siempre se haya hecho así no quiere decir que tenga que continuar. Habrá una transición. Llegará un día en que, progresivamente, nos iremos desganaderizando. No creo que perdamos la ganadería, pero sí que creo que vamos hacia un modelo en que el consumo de carne será más esporádico, más festivo. Y no este modelo, que es insostenible, de comer pechuga o filetes de lomo baratos. No hay ningún argumento para mantener la producción y el consumo de carne actual.

La alternativa es el consumo de proteína de origen vegetal.

— Sí, la proteína de referencia es la de origen vegetal, en este caso las legumbres, porque es el alimento que consigue unir las dos cosas: la calidad de la proteína y también la cantidad. Y necesitamos las dos cosas para igualar la tarea de la carne, el pescado o el huevo.

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En el libro también hablas del impacto medioambiental del pescado, quizás menos conocido.

— Sí, tiene un impacto medioambiental alto, pero menos percibido, porque el foco se ha puesto, según mi punto de vista de forma justificada, en la carne. Pero el pescado también tiene mucho impacto en el medio ambiente. No tanto por las emisiones, sino en cómo repercute en el sistema marino, que está al borde del colapso en muchos lugares. No tenemos que olvidar que, a escala planetaria, los sistemas marinos son los verdaderos generadores de oxígeno.

¿Qué podemos hacer para que nuestra alimentación sea más sostenible?

— Intentar reducir los alimentos de origen animal y aumentar los de origen vegetal: menos carne y más legumbres. Con este cambio, en cuanto a emisiones ya podríamos hacer mucho. En el libro hago una simulación: si la población fuera vegana o si comiera carne de manera esporádica, habría una reducción de las emisiones de efecto invernadero próxima al 60%. Otras cosas que podemos hacer es comprar productos de proximidad y de temporada y en lugares sostenibles, y reducir el derroche alimentario.

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¿La dieta más sostenible seria, entonces, la vegana?

— Sí, no es garantía al 99%, pero una dieta vegana será más sostenible que una convencional. El mensaje, sin embargo, no tiene que ser dogmático, no todo el mundo tiene que volverse vegano . Sería mejor para el planeta, sí, pero la prioridad es que la mayoría de población que tiene una dieta normativa empiece a reducir de forma progresiva el consumo de alimentos de origen animal. Esto es lo que sí o sí tendría que suceder en un horizonte cercano.

¿También tendríamos que reducir el consumo de lácteos y huevos?

— Sí, todo lo que sea reducción de alimentos de origen animal tiene una buena repercusión medioambiental. Los lácteos, los huevos, la carne de ave y el pescado tienen un coste alto. El motivo es que es ineficiente a nivel medioambiental alimentar a un animal para después comértelo o criarlo para beberte la leche o comer los huevos. Es más eficiente que esta energía provenga del suelo. Una de las grandes ventajas de las plantas es que tienen la capacidad de utilizar la fuente solar como energía.

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Algo que me ha sorprendido es que dices que el transporte de alimentos tiene un impacto inferior de lo que creemos a la hora de reducir las emisiones.

— Efectivamente, porque representa, de media, solo un 10% de las emisiones totales de la alimentación. Te puedes encontrar con paradojas como que traer carne de fuera es casi igual de contaminante que la carne nacional. No nos podemos contentar diciendo que comemos cerdo de aquí cuando quizás se está alimentando con un pienso que se está importando del Amazonas. También tienes el ejemplo contrario: dependiendo de la situación climática que tengas de partida te puedes encontrar que es más sostenible producir tomates en Almería y llevarlos a Kiev que producirlos en invernaderos.

¿Adoptar una dieta más sostenible tiene más impacto para el medio ambiente que reciclar?

— Es complicado comparar las dos cosas. Pero hay gente que recicla o que cierra el grifo mientras se lava los dientes pero come cerdo cuatro días a la semana y el impacto medioambiental que tiene es el equivalente a tener el grifo abierto durante meses.