Conesa cambia de manos, pero no de espíritu: "Seguimos siendo un local de barrio"
Los dueños del local de bocadillos de la plaza Sant Jaume, el primer frankfurt de Barcelona, se jubilan
BarcelonaEn una Barcelona cada vez más llena de franquicias y locales despersonalizados, el emblemático local de bocadillos Conesa de la plaza Sant Jaume es una excepción. No sólo porque es uno de los pocos bares del centro que todavía conserva y cuida a la clientela de toda la vida, sino porque la jubilación de sus dueños no comportará afortunadamente su cierre. Conesa cambia de manos, pero no de espíritu. Josep Conesa y Marta Cortadella pliegan, pero Juan Cano y Christian Domínguez continúan.
Cano y Domínguez son tío y sobrino, y llevan años trabajando en un Conesa que consideran su casa. "Hace muchos años que nosotros mismos cuidamos las máquinas, atendemos con calidez... Continuamos siendo un local de barrio en el que todo el mundo es bienvenido, creo que esto es lo que nos hace especiales", explica Cano, que está detrás de la barra de este local desde hace 34 años. "Llevo mucha más vida aquí que fuera de aquí", afirma con orgullo.
Mientras Cano responde a las preguntas del ARA, sigue atendiendo a clientes: con una mano plancha bocadillos, y con la otra, va entregando latas de bebida. Y todo, con la alegría que le caracteriza. Entre respuestas, se pone a charlar con un cliente con el que tiene una afinidad que se ha forjado con los años. Incluso se anticipa en el bocadillo que le pedirá. Entre broma y broma, el cliente adopta un ademán serio para afirmar: "Como aquí, los bocadillos, en lugar de Barcelona".
El Conesa cumplirá 75 años en el 2026. Abrió en 1951 como tienda de comestibles, pero pronto se convirtió en el primer frankfurt de la ciudad. Además, está situado en plena yema del huevo, tiene el Ayuntamiento y la Generalitat a su lado. No es difícil imaginar que algunos de los principales cargos públicos del país han recibido bocadillos de manos de Juan Cano. "Hay algunos que vienen más y otros que vienen menos, pero no puedo decir más porque algo que aprecian de este lugar es la intimidad", explica él.
De hecho, una de las anécdotas que recuerda con gente famosa es de cuando Elsa Pataky y Chris Hemsworth entraron en el Conesa durante el rodaje de una película en Barcelona. "Estuvieron muy bien aquí, porque precisamente, el no hacer alboroto hizo que estuvieran cómodos", rememora Cano, y añade que la clave es "hacerles sentir como cualquier otro cliente".
Resistencia frente a la gentrificación
"Desde mi punto de vista, que un negocio tradicional cambie por un negocio clonado de otro, le hace perder calidez", asegura Cano. ¿Y cómo se mantiene este "calidez"? "Se logra manteniendo lo que hacemos, con solera, y con el tiempo", responde. Tanto tiempo, que Juan Cano considera que el local y el barrio le han "formado como persona". Precisamente por todos los años que lleva en la mochila, le cuesta escoger el mejor recuerdo. Pero uno de los momentos bonitos que le viene a la cabeza es cuando los voluntarios de los atletas paralímpicos en las Olimpiadas de Barcelona fueron a comer al Conesa.
Otro de los pequeños milagros del Conesa es que a pesar de estar en uno de los lugares más turísticos de la ciudad, en su cola se mezclan visitantes y locales. Pero cada uno tiene sus bocadillos preferidos. En el caso de Cano, si tuviera que elegir uno entre toda la extensa carta escogería El Catalán. "Aunque no es lo tradicional —estos serían los fránkfurts o el de lomo, que se hace desde los años 50— es mi preferido", asegura. Siempre que le piden una recomendación, propone éste para la combinación de las verduras con las salchichas y el queso.
Ahora lo seguirá haciendo pero como dueño del local. Con la misma dedicación que hasta ahora, Juan Cano y su sobrino Christian se encargarán de mantener la calidez de este tipo de local de Barcelona en peligro de extinción.