Guía de las calles engalanadas de Gràcia: todos los viajes son posibles
Largas colas en el primer día de adornos de fiesta mayor
BarcelonaSi el profesor Benaiges del homenaje a la escuela republicana que ha hecho la calle Ciudad Real quisiera llevar a sus alumnos a ver el mar, sólo debería andar unos metros hasta llegar al espectacular banco de medusas de la calle Tordera. Es la magia de los adornos de la fiesta mayor de Gràcia de este año, donde todos los viajes son posibles: los físicos –desde la Holanda de Juan Blancas de Bajo de Todo hasta Las Vegas de Providencia y la plaza Rovira–, los astrales –magnífico el zodiaco de Travesía de San Antonio–, los fantásticos –todo el universo de Miyazaki brilla en la calle Mozart– y también los lisérgicos como el de la discoteca psicodélica de la calle Jesús.
Ahora que el debate sobre el turismo pone en cuestión la forma en que viajamos, Gràcia ofrece viajes para todos los gustos. También en el tiempo. Además de la escuela republicana, uno puede acercarse a las antiguas carpas de la fiesta mayor recreadas con mucho éxito por la calle Verdi; ir más atrás y acercarse al Antiguo Egipto gracias a Puigmartí, o abonar nostalgias más recientes y sentirse dentro de algunos de los principales videojuegos arcade paseando por Progreso y Fraternidad de Arriba.
Pero para viajar por Gràcia también hay que armarse de paciencia. Las colas para visitar las calles son visibles en breve, y se hacen notar en calles como Libertad –que ha levantado una bodega entera con vendimia incluida–, Mozart –donde un Totoro no deja de recibir abrazos de los pequeños y de los ya no tan pequeños–, Fraternidad de Baix –con un destacado homenaje a la papiroflexia–, Tordera –con dos impresionantes tortugas llevándose la gran mayoría de fotos– o Joan Blanques de Baix, que ha recreado en plena fiesta mayor otra de las fiestas grandes del barrio: Sant Medir.
La lluvia ha hecho que este año la noche para los preparativos haya sido larga y tensa. La amenaza de tormenta –finalmente esquivada– ha hecho bailar la cabeza a unos festeros a los que la organización dio dos horas más de margen para compensar los quebraderos de cabeza por la lluvia. Sin embargo, cuando pasan pocos minutos de las ocho de la mañana en Gràcia ya empiezan a oírse las primeras tracas que anuncian las calles que van terminando los adornos. En el caso de la Travesía de San Antonio, esto pasa junto a las nueve. Hay humo, correderas, alegría y también lágrimas para liberar la tensión por el trabajo realizado durante muchos meses.
A esa hora, aunque en muchas calles siguen trabajando –algunas, como Progrés, no podrán abrir hasta pasado el mediodía–, por el barrio ya se ven los primeros curiosos. Una especie de cazadores de setas que, cámara en mano, quieren retratar los adornos antes de que empiece a pasar factura el desgaste de la fiesta.
Pero enseguida quien toma las calles son los mismos festeros que, completado el trabajo en su calle, empiezan a visitar a los demás. Lo que parece una despedida de soltero gigante –toda de chicas con velos de novia y chicos con lazos rosas– son en realidad los festeros de la plaza Rovira, convertida estos días en una enorme capilla blanca donde poder casarse al estilo de Las Vegas. Otros pasean con charanga incorporada celebrando el inicio de una fiesta mayor que, sin embargo, este año todo el mundo reconoce incompleta.
La crisis del correfoc
El motivo de este sentimiento es la suspensión de los actos de cultura popular después de que el distrito no los haya autorizado por la tensión entre la Coordinadora de Colles y la Colla Vella de Gràcia. Esta vez, el primer día de fiesta mayor llega sin madrugadas ni séquito, y en lugar de los timbales y los petardos lo que se oye en una plaza de la Vila adornada en homenaje a Rhapsody in blue, de George Gershwin, son las protestas de los grupos, que también abuchean a los concejales del gobierno municipal Laia Bonet y Albert Batlle cuando salen de la tradicional misa de inicio de fiestas.