El último señor convergente

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Xavier Trias y Jaume Collboni despidiéndose, este viernes, en el último pleno del convergente.

Hace calor y se necesita cierta traza para pasar hojas con una mano y abanicarse con la otra. La mayoría de los abanicos que veo en el salón de plenos tienen un diseño con el arco iris, y como están distribuidos entre concejales de partidos de derechas y de izquierdas me imagino que deben ser un recuerdo del día del orgullo gay, y que el orgullo en cuestión tiene un apoyo político robusto. Xavier Trias no necesita accesorio alguno para resistir el ambiente; incluso cuando Jaume Collboni le dice dos veces que sí a Janet Sanz, que el gobierno socialista conectará el tranvía por la Diagonal (a cambio de los presupuestos), el exalcalde convergente aguanta la compostura. No podía ser todo tan bonito el último día, pero seguramente a Trias ya no le sepa tanto mal, y es posible que haya suavizado su opinión sobre el Tram en paralelo con la mayoría de barceloneses.

Como constatarán los discursos de despedida, Xavier Trias es la centralidad encarnada, una filosofía de la política muy municipalista que quiere escuchar al vecino, y después ya hablaremos de ideología: el servicio público entendido por hacer las cosas fáciles a la gente y no por estar enojados. Nada mejor para lubricar las contradicciones que algo de sentido del humor, y Trias toma la palabra y dice: "Me está pasando algo que empieza a ser peligroso, y es que empiezo a sentir simpatía por la señora Colau". Todo el río lleno y la emoción es genuina.

El discurso de despedida de Trias versa sobre la idea de que las personas son más importantes que las siglas y que lo que ocurre en un hemiciclo no debería ser tan diferente de lo que ocurre en una familia más o menos bien avenida. Más que reivindicar políticas concretas o grandes momentos históricos, el único alcalde nacionalista que ha tenido la capital de Cataluña desde la Transición se dedica a reivindicar personas y una forma concreta de hacer. Hacer las paces con Colau es el mayor gesto, pero Trias también tiene buenas palabras para el alcalde Hereu, para antiguos militantes del PP, para Ernest Maragall, del que repite con gravedad y una pausa dramática que "es un señor ", y para Jordi Pujol, a quien da las gracias por todo lo suficiente detenidamente para que se produzca un silencio tenso. Trias tiene incluso tiempo de decir cosas simpáticas de la CUP, hoy extraparlamentaria, y el concejal de Vox no escatima en elogios pese a ser consciente de que se pueden interpretar como elogios envenenados.

Las palabras más repetidas son "educación", "moderación", y "buena persona", y se va formando un consenso sobre la importancia de llamar a Xavier Trias cuando no sabes qué hacer: comienza Colau, que le pide permiso para tratarlo de ti y narra su sorpresa cuando repasó ocho años de whatsapps y encontró cordialidad y cosas en común, y termina el alcalde Jaume Collboni confesando, orgulloso, que ha llamado bastantes veces al exalcalde y que le seguirá llamando. Cuando Trias vuelve a tener el micro, termina diciendo que siempre que lo necesiten, podrán contar con él. En ese momento pudo ponerse unas gafas de sol y marchar cabalgando hacia el horizonte sin mirar atrás, como Lucky Luke.

Xavier Trias y Ada Colau despidiéndose, este viernes, en el último pleno del convergente.

El mensaje que llenará titulares es "Hoy no les diré que les bombin". Pero no es del todo cierto: antes de repartir abrazos, Trias dedica un buen rato a estirar las orejas a los concejales por el pacto PSC-Comuns-PP. Con la misma visión humanista de la política que le ha convertido en el candidato mejor valorado por los barceloneses hoy, no puede evitar enfadarse contra la forma en que se quedó sin la alcaldía en términos estrictamente emocionales, y esta disonancia quizá sea su legado más importante.

Con muchas menciones orgullosas al proyecto del área metropolitana y ninguna a cuestiones nacionales ni a la independencia, Trias demuestra que siempre prefirió los consensos antes que tensar la cuerda, y que confiaba en que ejercer el poder con un talante apacible era la opción más revolucionaria a largo plazo. Pero por mucho que Ada Colau y Daniel Sirera le aplaudan y le den las gracias, a la hora de la verdad la lealtad nacional y la voluntad de poder fueron más decisivos que el factor personal o que la ideología. Trias se va reivindicando una transversalidad y una moderación que todo el mundo aplaude, pero que sólo él llevó a la práctica y que no le sirvió para conseguir un segundo mandato.

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