Infancia

Se buscan familias de acogida: "Si nos cuidan, somos la mejor publicidad para que haya más"

Piden más apoyo económico y sobre todo mayor reconocimiento y ayuda para la cría de los menores tutelados

BarcelonaDicen estar en la reserva, que se han tomado el verano como un "descanso" antes de aceptar una nueva acogida de una criatura que, por varios motivos, no puede convivir con sus progenitores. Josep Sala y Esther Bertran son maestros que durante los años 90 habían acogido en verano a niños de Bosnia o del Sáhara, y que una vez jubilados invierten tiempo, esfuerzos y ganas en acoger a criaturas tuteladas por la dirección general de la Prevención y Protección de la Infancia y la Adolescencia (DGPPIA).

Los acogimientos son la alternativa a vivir en un centro, pero el problema es que existe un déficit estructural, faltan familias desde hace muchos años, mientras que crece la acogida en centros: casi el 60% de los 9.000 menores tutelados viven en estos equipamientos, otro 40% con 40% Bertran-Sala. Lo preocupante de la situación en Catalunya es que se incumple la ley que prohíbe expresamente tener en centros menores de seis años: de los 1.250 tutelados de estas edades, 280 están institucionalizados.

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Revertir estas cifras es una de las prioridades que se marcan todos los equipos que pasan por el departamento de Derechos Sociales, pero las campañas de promoción resultan ineficaces. El último intento por aumentar las familias es el plan de choque anunciado a finales del año pasado por elInstituto Catalán del Acogimiento y la Adopción (ICAA) que, en los seis primeros meses ha logrado que ahora haya 43 familias ya con la criatura en casa y otras 80 en estudio. Para la directora de este organismo, Elena Lledós, se trata de un "pequeño éxito", aunque admite que la meta es reclutar 400 nuevas para sumar a las 800 ya existentes. Cataluña es una de las comunidades con más criaturas institucionalizadas.

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"Nosotros somos la mejor publicidad para la acogida; si nos cuidan bien, nosotros vamos a hacer una buena promoción y seremos más", afirma Inma Espín, madre de acogida desde hace 11 años de una niña que llegó a casa procedente de un centro con 22 meses y se convirtió en la tercera hija de la pareja pero han señalado que en los últimos aún cierto “maltrato” por parte del ICAA. que algo vaya mal, que la convivencia con la criatura no vaya bien", reprocha un veterano padre de acogida, que admite que en alguna ocasión se han planteado dejarlo estar.

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Ni generosidad ni favor

Al final pesa más el "vínculo y el cariño" con la criatura y el compromiso personal adquirido que todas las dificultades con las que las familias se encuentran. Pero Xavier Gisbert, padre de acogida y presidente de Afatar (Asociación de Familias de Acogida de Tarragona y Terres de l'Ebre), señala que "la administración no puede dejar los acogimientos en manos de la voluntariedad", sino que debe "garantizar las condiciones necesarias" para facilitarlos. "La acogida no es generosidad ni es un favor, es una medida de protección", continúa para subrayar que es los niños el auténtico "sujeto de derecho".

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En la lista de agravios, las familias señalan hasta qué punto es complicado alcanzar "la normalidad" porque la acogida está llena de exigencias que a veces rozan el ridículo. Por ejemplo, si a la hija de Espín le invitan a pasar la noche fuera de casa, debe informarse, así como si se quiere viajar al extranjero porque la tutela la mantiene la Generalitat. Estas exigencias ignoran que la acogida sobrepasa al núcleo familiar. "También acogen a nuestras familias: hermanos, abuelos, primos...", subrayan Davinia Reverté y Ramon Masip.

Bertran y Sala esperan volver a realizar la acogida de urgencia y diagnosis, una modalidad pensada para niños menores de seis años mientras se valora si vuelven con la familia biológica o no. Sobre el papel estas acogidas tienen una duración máxima de seis meses –"deberíamos ser puentes"–, pero en la práctica la estancia se alarga un año o más. Esta situación, por un lado, puede crear involuntariamente más trauma a la criatura porque deben romper los lazos cuando se le asigna otra familia definitiva o debe volver a un centro. Por otra parte, como dice la pareja, si se alargan los plazos se hace un tapón. En cuatro años, este matrimonio ha acogido sólo a tres niños. "Pudieron ser ocho", se lamentan.

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La directora del ICAA afirma que es consciente de que deben agilizarse las valoraciones y dice que están trabajando para ajustar los tiempos. Las acogidas temporales también se eternizan y la criatura va haciendo años en un núcleo sin saber qué se hará hasta que no hay una resolución firme ya menudo esta temporalidad se vive con "miedo, por si los echarán", relatan las familias. "En muchos casos la acogida es una adopción encubierta", apunta Espín. En el Parlamento está en marcha el debate para la reforma de la ley de derechos y oportunidades en la infancia y la adolescencia para priorizar a las familias acogedoras si hay posibilidad de adopción de la criatura. La iniciativa está impulsada por el Partido Popular y apoyan diversas entidades, pretende evitar cambios innecesarios en la vida de los niños. Ahora bien, Espín afirma que no hay consenso, porque si se pasa a la adopción, las familias dejan de contar con el apoyo profesional, aunque la mochila de la criatura sigue intacta.

Prestación por acogida

¿Qué frena las acogidas? No es una cuestión económica, aseguran las familias, que valoran poder dar "oportunidades" a las criaturas de crecer sintiéndose queridos, pero sí muchas apuntan a la "profesionalización" de la acogida, una modalidad que por ahora está descartada por el ICAA.

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Las familias cobran una prestación por manutención de unos 500 euros mensuales, una cifra muy inferior que la inversión para mantener a un menor en un centro, que fácilmente se cuadriplica porque deben costearse los gastos domésticos y los sueldos de los profesionales que trabajan por turnos para cubrir las 24 horas y los 365 días. Además, los acogedores deben asumir gastos como la medicación sin financiación de la Seguridad Social, logopedas o psiquiatras, el comedor escolar, extraescolares o la matrícula de la guardería. "No se hace por dinero, pero tampoco ayuda cuando ves la gran diferencia", se queja Espín. Los beneficios emocionales de crecer en familia ya se descuentan, porque está comprobado que da estabilidad y desarrollo a la criatura. Para atender estas quejas, Lledós anuncia que en breve habrá deducciones fiscales para acogimientos y también un carnet de familia acogedora.

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Otra queja generalizada es que las visitas con la familia biológica se fijen en horario escolar porque obliga a menudo a cambiar turnos laborales y desplazarse a kilómetros de distancia del domicilio de acogida. En este punto, desde el ICAA se informa que se intenta trasladar al fin de semana estas visitas imprescindibles para que el objetivo de la acogida sea siempre que la criatura vuelva con los progenitores. Sin embargo, habrá que encontrar espacios nuevos y más equipos para poder ampliar los horarios.

Acogida especializada

Davinia Reverté y Ramon Masip son una pareja de educadores sin hijos biológicos que hace tres años acogieron a dos hermanas que "habían estado cinco años con su familia extensa y cinco años en un centro". Precisamente, Reverté las conoció en el centro donde trabajaba y recuerda lo emocionadas que estuvieron de salir y vivir con ellos. La pareja optó por ser una unidad convivencial de acción educativa (UCAE), una acogida especializada pensada para criaturas con diversidad funcional o grupos de hermanos y en la que uno de los acogedores es profesional relacionado con la infancia.

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La prestación llega a 1.800 euros mensuales, la mitad del coste de mantener una plaza residencial, a cambio de una atención familiar y profesional, subrayan. Cuando una de las niñas cumplió los 18 años, sin otra red, se ha quedado a vivir en la casa. "Legalmente, es una niña que vive en nuestra casa", matizan estos padres, que han dejado de cobrar la prestación UCAE por esta joven, y es ella quien recibe la ayuda de extutelada.En este punto, Espín apunta que debería cambiarse la ley para que los padres de acogida puedan tener "cierto control" en las vidas de los que, llegados a la mayoría de edad, continúan bajo su techo.