Desescalada

El primer día sin mascarilla, con mascarilla

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Primer día sin mascarilla  a las Ramble de Barcelona

BarcelonaYa no recuerdo cuánto hace, quiero decir los meses exactos. El ARA me encargó una crónica, como la de hoy, para explicar cómo era esto de ir con mascarilla por la calle. Se me confunden las fechas. Fui, como hoy, a la plaza Catalunya, con los Catalans, y observé y cronifiqué lo que vi (si me permiten la broma, sería “hacer una crónica”, como “seccionar” seria hacer una sección). Hoy voy, también con los Catalans, para explicarles cómo es el primer día sin mascarilla en la calle.

Me esperaba una explosión, un La-la-land mediterráneo, pero no ha pasado nada de esto. Esta mañana misma, cuando he ido a comprar el pan, no me he acordado que podía hacer el trayecto sin bozal. En mi pueblo, de camino al tren, nadie iba sin media cara tapada. ¿Qué me imaginaba? Un estriptís alegre en las escaleras que suben hacia el centro de la ciudad. Pero no. Solo la mendiga del Zurich, con su muleta y vasillo para las limosnas, su pañuelo negro en la cabeza (imposible determinar su edad: ¿treinta o sesenta?) lleva la mascarilla bajada. No había prestado atención, pero ahí debajo, en la estación, junto a las máquinas de billetes, hay también una máquina de mascarillas.

En la Rambla la mayoría de gente lleva la mascarilla puesta. En las sillas fijas, un borracho no la lleva, pero seguro que no la ha llevado, tampoco, en todos estos meses. Bajo en dirección a la Boqueria. Se ven más guiris. “Were are you from?”, pregunto a cuatro mujeres. Son de Bélgica y no se quitan la mascarilla por prudencia. ¡Ostras! ¡Unos autóctonos! “Es que nos hemos fijado en que todo el mundo va con la mascarilla y no queremos ser los primeros”, me dice una pareja feliz, Carles y Gemma, (van cogidos de la mano) que viene del barrio de Sant Antoni. “Ahí, todo el mundo con mascarilla ”. Me dicen lo mismo un grupo de mujeres de Paraguay. “No nos atrevemos”.

Primer día sin mascarilla .

Bajo hacia abajo. En el Poliorama, por alegría mía, carteles de las próximas obras que se representarán (hay una de las T de Teatre que, en fin, me pone muy contenta). Una de las tiendas de diversidad de cosas anuncia “Helados artesanales”.

La Boqueria se ve más animada. Un vigilante te dice, sin hablar, con signos, que te subas la mascarilla . “¿Cómo va?”, le pregunto a Dolors, de la fruiteria Vidal y Pons. “Mejor, hay más turistas, pero necesitamos turismo de otro modo”, dice. “Estos te vienen con el euro en la mano. No sé si lo tengo que decir, esto”. Y yo sonrío y contesto: “Esto me lo dice todo el mundo”.

Vuelvo hacia el tren. Quizás mañana la gente se atreverá más. ¿La gente? Yo soy la gente. Y yo voy con mascarilla. ¿Por qué? Tantas ganas que tenía...

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