"Yo nunca voy a los albergues, prefiero la calle"
La Fundación Arrels pregunta a cerca de 700 personas sin hogar cuáles son sus problemáticas para acceder a los servicios básicos
BarcelonaMientras habla se venta, pese a que tiene cerca de uno de los ventiladores puestos estratégicamente en la sala de la Fundación Arrels, en el Raval de Barcelona, para intentar refrescar el ambiente propio de la canícula. Luana Monteiro responde a las preguntas de la encuesta que la entidad referente del sinhogarismo ha preparado para conocer cuáles son las problemáticas del millar largo de personas que sobreviven en las calles de la ciudad. Como la mayoría de este colectivo (seis de cada diez), Monteiro no supo qué era quedar a la intemperie hasta que llegó de Lisboa a Barcelona, dice que huyendo de la incomprensión de una sociedad hacia gente distinta como ella. A poco que pueda, Monteiro cambia la palabra por una canción, como la que ha compuesto en recuerdo Sonia Rescalvo, una mujer trans como ella, asesinada en el parque de la Ciutadella hace tres décadas. "Yo nunca voy a los albergues, prefiero la calle porque allí me violaron y tampoco me dejan entrar con mis perras", relata.
La encuesta debe servir para tener una "visión real" de los servicios que la ciudad ofrece a las personas sin hogar, así como para conocer las necesidades del colectivo y saber dónde están las dificultades para acceder a la Giorgio Ossola, trabajador de Arrels y que habla con conocimiento de causa porque hasta hace cuatro años había estado en el otro lado.
¿De qué se han quejado los encuestados? Responde Ossola: de la cita previa por tener hora para la ducha y que, debido a la gran demanda, sólo se garanticen dos días a la semana de higiene completa, por ejemplo. Monteiro añade también que a menudo el trato de la policía es poco empático con las personas sin hogar porque —dice— "no les gustan las personas pobres", y por eso les tiran las pertenencias y asedian a los perros. Esta mujer, que vive "en un lugar tranquilo" de Can Tunis, denuncia la falta de centros por recuperarse después de una estancia hospitalaria, como le ocurrió a una pareja suya que de la cama del hospital fue a parar directamente al raso, aunque todavía tenía trabajo. "¿Sabes qué le ofrecieron? Un ibuprofeno", afirma.
En las 676 encuestas realizadas en tres días de junio, los usuarios han relatado que hay una falta de una red de apoyo en momentos difíciles, como la muerte de una persona querida, pero también han expuesto la imposibilidad de encontrar un trabajo o una habitación cuando ya se encuentran en una institución y quieren vivir por su cuenta.