Emergencia social

Albiol deja en la calle a 45 personas al cerrar el único albergue de la ciudad

Entre los usuarios que se quedan sin techo se encuentran ocho mujeres y enfermos físicos y psicológicos, y no se les ha dado alternativa

BadalonaBadalona, ​​con más de 225.000 habitantes, se queda sin albergue municipal para acoger a personas sin hogar y deja en la calle a 45 personas que pasan noche o acuden a comer. Can Bofí Vell, en el barrio de Montigalà, cerrará el lunes por la mañana, sin que el Ayuntamiento del popular Xavier García Albiol haya encontrado una solución para los usuarios, algunos de los cuales tienen enfermedades físicas o psiquiátricas que les obligan a medicarse. Por el momento el consistorio sólo detalla que están "trabajando para buscar salidas" para los usuarios. "No sé qué será de nosotros, pero volver a la calle acabará conmigo", lamenta José Rodríguez, que lleva tres años residiendo en el albergue y seis meses de baja laboral por una depresión.

El anuncio del cierre de Can Bofí Vell lo adelantó el diario El Punt Avui, que explicaba que desde hace tiempo el consistorio y la cooperativa Suara, encargada de la gestión del centro, no eran capaces de llegar a un acuerdo para mantenerlo abierto. El origen del problema es que el Ayuntamiento badalonés debe 1,7 millones de euros auditados y que después de cuatro años en funcionamiento todavía no ha salido la licitación del servicio. Los impagos han llevado a la cooperativa a “una situación límite”, incapaz de poder mantener el ritmo de gasto mensual que supone esta instalación. Fuentes del Ayuntamiento han asegurado que desde Servicios Sociales se están haciendo "todos los trámites para pagar la deuda", pero reprochan a la empresa que haya decidido plegar antes de que se abriera el concurso.

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Debajo de un cartel con una gran foto de Albiol promocionando su "badalonismo", una veintena de los usuarios del centro se han concentrado esta mañana en la plaza del Ayuntamiento para reclamar al alcalde que se lo repiense. Al acto se han sumado representantes municipales de Junts per Catalunya, ERC, los comunes y la CUP, que con el PSC se han comprometido a presentar al próximo pleno una moción de Badalona Acoge en la que se denuncia la carencia de recursos públicos para acoger a ciudadanos con problemas de vivienda. La entidad alerta de que el número de personas sin hogar de la ciudad crece exponencialmente y se ha pasado de 39 en 2016 a las 90 del último recuento de 2023.

La tranquilidad de un techo

"No nos pueden dejar en la calle", dice llorando Cèsar Bau, que después de 10 años de vivir al raso hace cuatro que llegó al albergue, algo que le supuso una mejora de su estado de salud. "Aquí se acabaron las peleas, los robos, yo he conseguido que me controlen toda la medicación que tomo", explica emocionado. Y se pregunta cómo lo hará solo para no perder las rutinas recuperadas bajo un techo y tomarse todos los medicamentos que necesita. La misma inquietud la comparte José María Castaño, de 60 años, que con cinco válvulas en el corazón, movilidad reducida y una discapacidad visual dice que no está por estar en la calle. "El albergue ha sido un lugar seguro, donde sabes que cuando llega la noche puedes dormir sin temor a que te agredan", explica.

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Ocho de los usuarios del albergue son mujeres. Una de ellas es una anciana que necesita un andador para moverse y que no ha podido venir a la concentración, como sí lo han hecho Paqui Márquez y Fatiha Bayefler, a quien les horroriza la llegada del lunes sin otra alternativa que volver a la calle. Ya saben lo que es la vida al raso y son conscientes de que, como mujeres, todavía tienen más riesgos de sufrir abusos y agresiones sexuales. Bayefler perdió el permiso de residencia al quedarse sin trabajo cuando debía renovarlo, y antes del albergue y la calle había estado ocupando un piso compartido en un barrio de Badalona. Como el resto de sus compañeros, supieron que debían irse el lunes de esta semana, una semana antes del cierre del servicio.

A Márquez le robaron la medicación cuando dormía en un cajero y, sin ninguna prestación social, explica que no puede pagarse ninguna habitación, ni siquiera un techo sin condiciones. Ella ha leído el manifiesto de los usuarios en el que se presentan como personas vulnerables, algunas sin permiso de residencia, que han quedado excluidas de la sociedad. A Douniane Baarab el cierre del albergue le agarra cuando intenta regularizar su situación. "En la calle no hay nada fácil, todo es muy duro y muy peligroso", subraya.

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Lectura de manifiesto de los usuarios de Can Bofí Vell.

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Apertura en el estado de alarma

En junio del 2020, en pleno confinamiento pandémico, Albiol abrió el albergue para cobijar a personas sin techo, como se hizo en otras ciudades. Con el estado de alarma se encargó a Suara el funcionamiento del servicio, sin haber pasado por concurso, pero después de varios gobiernos municipales nunca se ha realizado la licitación. Según el Ayuntamiento, en el mandato de Albiol se desembolsaron 625.007,86 euros correspondiente a los seis primeros meses de funcionamiento y después de que una auditoría municipal avalara su coste, pero desde entonces ninguno de los gobiernos que siguieron la moción de censura de noviembre de 2021 hicieron nada por regularizar su concesión y la deuda sólo ha aumentado hasta los 1,7 millones que señala la cooperativa.

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Con el cierre de Can Bofí Vell, una masía en el barrio de Montigalà declarada bien de interés local, Badalona amplía su patrimonio local vacío. El consistorio ha expresado su voluntad de empezar las obras de mejora del edificio y ha asegurado que el próximo año la ciudad dispondrá de 26 habitaciones para emergencias residenciales en un edificio donde también se construirán 24 pisos de vivienda protegida. Desde Badalona Acull, sin embargo, se denuncia que Albiol revocara el acuerdo del anterior consistorio para adquirir el hostal Be Dream, en la plaza Pep Ventura, para poder destinarlo precisamente a hacer acogida de emergencia y con dignidad de personas sin hogar. "El alcalde siempre dice que no quiere vagabundos en la calle, pero a nosotros nos fuerza a serlo, que no se queje", concluye Castaño.

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