Violencia sexual

"He olvidado para sobrevivir": las agresiones sexuales de un exentrenador del CN Terrassa

Una exnedadora denuncia los abusos y otra chica estuvo a punto de morir por culpa de la droga que él, 20 años mayor, le daba cuando tenía 13

Terrassa / Barcelona / Castellar del Vallès"¿Qué pasa en aquel coche negro?". Es la pregunta que le hizo la profesora, Natàlia R., a Gemma después de observar como aquel Citroen AX negro estaba parado cada mañana en la entrada de la escuela Lanaspa-Giralt de Terrassa. El vehículo lo conducía Eduard Baldó, entrenador del CN Terrassa, que llevaba cada mañana a algunas nadadoras del club a la escuela. Muchos días llegaban antes de tiempo al centro y se quedaban charlando un rato. Ariadna –nombre ficticio–, amiga de Gemma, se acabó sumando.

Calló. Gemma no pudo explicar lo que le había pasado a ella, tampoco la relación cada vez más íntima que intuía que se estaba gestando entre Eduard y su amiga. Era una niña y protegió a aquel entrenador que se había ganado su confianza, aquella figura "cercana y simpática" que hablaba de fiestas, de drogas y sexo a niñas preadolescentes.

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"Edu, no. Edu, para"

Gemma sufrió tres agresiones sexuales de su entrenador. Son las que recuerda con claridad. La primera cuando cursaba séptimo de EGB, en 1989. Tenia 12 o 13 años. Él la llevó a casa después de un entrenamiento y le hizo probarse un bañador. La dejó sola en el comedor, pero entró antes de que acabara de vestirse; empezó a acariciarla y besuquearla, la estiró en el sofá y la agredió sexualmente. "Edu no, Edu no". Gemma lo repitió una y otra vez. Se quedó paralizada, repitiendo entre lágrimas a su entrenador, veinte años mayor que ella, que parara. "Edu, no. Edu, para. Edu, por favor". Estas palabras le quedaron grabadas para siempre. Como también la frase que él le dijo cuando acabó: "Este será nuestro secreto".

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La agresión, según explica ella, se repitió dos veces más. En casa de Gemma. "Como Larry Nassar, me tocó delante de los padres", explica ella, en referencia al médico de la gimnasia americana que agredió a centenares de deportistas delante de sus progenitores, consciente de su influencia sobre las jóvenes gimnastas. En el caso de Gemma, pasó en su habitación y fuera de casa, cuando había ido a buscar leña, un día que Eduard se quedaba a comer con ellos.

Enamoramiento, drogas y muerte

"Llega un momento en el que él deja de priorizarme porque empieza con mi amiga", explica Gemma. En el coche empiezan a pasar cosas "extrañas", como cuando él ponía el dedo en la boca de su amiga, la mano en el muslo o le daba besos en la comisura de los labios. Al cabo de poco, Ariadna empezó a verbalizar que tenía una pareja que se llamaba Pere y describía prácticas sexuales fuera de lugar para una niña de 13 años. Pere no existía.

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"Edu era un ídolo, todo empezó sin darme cuenta", recuerda Ariadna. Tenía problemas con su padre y encontró en aquel hombre una figura que la hacía sentir bien, libre, que le abría un mundo desconocido: "Quería ver en otro hombre al padre que quería tener, me tiré a los brazos de quien me hacía sentir importante; me enamoré, pero en realidad era un objeto de placer, se aprovechó de mí. Todo era mentira". Poco a poco Eduard fue sobrepasando líneas rojas. La llevaba a casa, le ponía música, películas, después porno, y llegó el sexo, que en realidad eran agresiones sexuales porque se trataba de una niña, por muy consentido que fuera: "Su mujer estaba pariendo y él estaba con una niña de 13 años". Y después la introdujo en el mundo de las drogas. "Una vez casi me muero, pero no me podía llevar al hospital. Me podría haber muerto o convertirme en adicta. Por suerte, les cogí asco a las drogas", explica. Sus padres intuyeron que algo pasaba –llegaron a hacer preguntas a otros padres sobre Eduard–, pero ella lo defendía y lo protegía. Y se lo escondió a su amiga. Hasta que un día Gemma pudo sacarle que Pere y Eduard eran la misma persona. "Cuando tenía 16 años conocí a otra gente, nuevos amigos, y me alejé. Lo borré completamente hasta hace un tiempo", explica la chica.

El tema volvió porque Gemma le escribió. El detonante, el reportaje sobre los abusos sexuales en el aula de Teatro de Lleida que publicó el ARA en mayo de 2021. "He olvidado para sobrevivir", le dijo Ariadna cuando su amiga de infancia le envió el artículo. Gemma llevaba unos meses tratando el tema con una psicóloga, desde octubre de 2019, después de prácticamente 30 años dando pequeños pasos para afrontarlo. Un largo proceso del cual el ARA ha hecho un seguimiento durante más de medio año y que ha culminado con la denuncia que Gemma presentará los próximos días contra su exentrenador.

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Las preguntas del club

La primera persona con quien compartió su historia fue otra nadadora, Raquel, cuando todavía eran unas niñas y estudiaban tercero de BUP. Aquel día, recuerda Raquel, él las llevó a casa y les propuso medio en broma de hacer un trío. Gemma lo verbalizó por primera vez a su amiga cuando se quedaron solas. No fue la última. A lo largo de los años lo fue sacando poco a poco, rompiendo el silencio autoimpuesto para proteger a Ariadna: "Pensaba que ella estaba enamorada de él. Yo le guardaba el secreto, la protegía, a pesar de que sabía que aquello no era normal porque ella tenía 13 años y él 32". Años más tarde le confesó lo que había pasado a una amiga a quien Eduard le tocó el culo en la recepción del club, donde fue a trabajar después de los cambios en el organigrama deportivo. El tema también apareció en un viaje en Andorra al cabo de muchos años con excompañeras de la escuela.

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Hacia el año 2004 Gemma recibió una llamada del que había sido su primer entrenador y director deportivo del CN Terrassa, Josep Lluís Salvador. Según la exnedadora, el extécnico le preguntó si conocía algún caso de abusos cometidos por Eduard o había escuchado algo. Ella lo afirmó y cuando él le preguntó si estaría dispuesta a explicarlo, asintió. No supo nada más. "No sabía cómo perseguirlo, quedó allí", lamenta Salvador después de muchos años, asumiendo con dolor que Gemma era su nadadora –Ariadna no era del club– y Eduard su segundo. "Tenía orejas y ojos en todo el club, y esto no lo vi. Tenía rabia, pero necesitaba una denuncia", defiende para justificar que el CN Terrassa no hiciera nada y el hombre siguiera en el club hasta 2015. El mismo día que recibió la llamada de Salvador, Gemma se lo explicó a su padre y unos años más tarde a su madre, que le pedía una firma para un manifiesto de apoyo a Eduard, a quien el club despidió por unas irregularidades económicas.

El ARA ha hablado con una cuarentena de personas durante los últimos meses para rehacer esta historia. Muchas corroboran los hechos explicados por Gemma y Ariadna. "Si me lo tuviera que esperar de un entrenador, sería de él", dice una. Muchas de ellas narran la manera de actuar de él, demasiado cercano, que las hacía sentir incómodas, pero sin ir a más. "Si podías evitarlo, lo hacías. Te abrazaba, te tocaba demasiado", dice Anna. Cristina recuerda que un día a las 5.35 de la madrugada vieron como Ariadna –una niña– abandonaba el coche de él, aparcado delante del club. Marc recuerda como él fanfarroneaba de su relación con Ariadna. "Yo tenía la misma edad que la chica, lo veía como una relación consentida, pero con el paso del tiempo ves que no podía ser. Él se hacía pasar por un triunfador y querías ser cómo él", reflexiona. Otras voces, en cambio, no recuerdan nada de extraño y tienen un buen recuerdo.

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El exentrenador del CN Terrassa niega los hechos con contundencia, incluso que fuera el encargado de llevar un grupo de nadadoras a la escuela después de los entrenamientos. "Estuve más de 30 años trabajando en el club, soy socio de honor. No he tenido ningún problema, nadie puede decir nada de mí, la gente me quiere", asegura antes de minimizar los motivos por los cuales se le expulsó de la entidad en 2015.

Desde el CN Terrassa, su actual presidente, Joan Herrera, hace una condena firme de los hechos que sufrió Gemma y la conducta de su extécnico. Hace unos meses, el club fue informado de lo que había pasado y, después de asesorarse jurídicamente, tienen previsto personarse como acusación particular una vez tengan constancia de la denuncia. En la entidad egarense son conscientes de que los abusos sexuales afectan a toda la sociedad y quieren ser transparentes y actuar con determinación a la hora de afrontarlo porque tienen "más de 2.000 menores". "Si hay que emprender acciones legales contra más gente, gente que lo sabía y no actuó, lo haremos", concluye Herrera.

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