Míriam Tirado: "Los hijos no han venido a hacernos felices"
BarcelonaSi tienes hijos pequeños (y también Instagram), lo más probable es que hayas oído hablar de Míriam Tirado, consultora de crianza consciente, periodista y escritora especializada en maternidad, paternidad y crianza. Este 2021 ha publicado su primera novela para adultos, Remogudes, y es autora también de libros como Enrabiats, El fil invisible o La font amagada. Dice que la pandemia ha puesto de manifiesto la importancia de la educación emocional, puesto que las personas que disponían de herramientas emocionales la han vivido mejor. Pero también se ha hecho evidente que los que ahora somos adultos no hemos recibido esta educación emocional.
Nunca antes se había hablado tanto de salud mental.
— Antes era tabú y vergonzoso admitir que ibas a terapia. Cuando yo iba no se lo decía a nadie porque me daba vergüenza admitir que no me sentía feliz. Se tenía que aparentar que todo el mundo estaba bien, pero no todo el mundo lo está, y ahora esto se ha acabado. Y es muy positivo. Ya íbamos hacia aquí, también en las escuelas, pero este año se ha puesto encima de la mesa, de manera ineludible, la educación emocional.
Se acaba este curso escolar pandémico y ya podemos decir que, en general, ha sido un éxito. ¿Hemos tenido lo suficientemente en cuenta los derechos de los menores durante la pandemia?
— Durante este año de pandemia se han vulnerado los derechos de los niños. A la niñez, como a la vejez, al ser un colectivo no productivo, no se le ha prestado nunca mucho atención ni en el ámbito social ni en el político. Sus necesidades, empezando por la baja maternal, no son lo suficientemente atendidas. Fue escandaloso cómo tratamos a los niños durante el confinamiento total y si miramos atrás nos daremos cuenta de que niños y adolescentes han sido colectivos muy perjudicados.
Tratas con niños y adolescentes y sus familias. ¿Cómo están?
— Todavía no son lo bastante conscientes de cómo les ha afectado la pandemia y sacan las cosas a posteriori, tenemos que estar preparados. Lo que sí veo es que ha aumentado muchísimo el uso de pantallas a raíz del confinamiento y el aislamiento social, pero espero que con la desescalada y el buen tiempo se pueda ir reequilibrando a los niveles de antes de la pandemia. También ha aumentado bastante el nivel de malestar y ansiedad de los niños. Ha habido tensión, muchos nervios y sensación de inseguridad, y los niños necesitan seguridad y atención personalizada. Han pasado un año difícil.
¿Cómo los podemos acompañar?
— Primero, entendiendo que es normal y poniendo palabras a lo que les pasa –"¡Hay que ver el año que hemos vivido!", "¿Qué recuerdas del confinamiento?"– para ayudarles a sacarlo y validar las emociones que sienten. Y mucha dosis de naturaleza. Correr y experimentar en el medio natural nos aleja de pantallas y es muy valioso para rebajar la ansiedad. Y mucha presencia de los padres. No estar haciendo diez cosas a la vez: si estoy jugando, hacerlo de verdad, y si estoy conversando, no estar pensando en otra cosa. Nuestra desconexión los inquieta.
¿La pandemia ha servido para replantearnos cómo criamos a los hijos?
— Muchas familias se han planteado muchas cosas –marcharse de la ciudad al campo, cambiar de casa...– y también nos hemos dado cuenta de cosas de nuestra crianza que funcionan y otras que no, y hemos tenido que rehacer caminos. Hay un antes y un después de la pandemia y creo que mucha gente se ha planteado cómo quiere vivir la crianza a partir de ahora, cómo queremos criar y qué relación queremos tener con nuestros hijos.
Pero todavía pesa mucho el paradigma productivo.
— Ser madre o padre o decidir serlo es muy valiente, porque la sociedad no acompaña a la maternidad y la paternidad. Es realmente difícil, todo va muy deprisa, no apoya durante este tiempo tan importante y sagrado como es la primera niñez (0 a 7 años). Es la etapa en la que se está formando a la persona adulta que un día será. No pensamos nunca que los niños de ahora serán los que gobernarán el mundo mañana. Si queremos un mundo mejor, es básico cuidar el tiempo de la primera niñez y respetar sus necesidades. El verdadero cambio, el impacto variable, empieza en cada casa y en cada relación padre-hijo. A veces vemos la niñez como si los niños tuvieran que ser pequeños adultos. Ser niño no es nada fácil en la sociedad de hoy en día. Durante la primera niñez tienen la necesidad básica de estar con los adultos de referencia –padre y madre– y en nuestro país muchos niños pasan jornadas laborales enteras de ocho horas en guarderías. Los niños necesitan pausa y nosotros los hacemos ir a cien por hora. Necesitan jugar 24 horas y no los dejamos; necesitan autoafirmarse y nos enfadamos porque opinan diferente y no dicen amén a todo; necesitan explorarlo todo y nosotros lo interpretamos como que nos desafían y no nos hacen caso. Interpretamos sus necesidades desde un lugar erróneo, como si vinieran a molestarnos, y su función es ser niños y no ponernos a nosotros las cosas fáciles como adultos.
¿Qué es la crianza consciente?
— Como dice su nombre, es hacernos conscientes de nuestra parte. Los hijos no han venido a cumplir nuestras expectativas, no han venido a hacernos felices o a ser quien nosotros queremos que sean. Han venido a hacer su camino y son libres. Quiere decir que nos hacemos conscientes de nuestro bagaje, que tiene sus propias heridas y las tenemos que resolver, no trasladarlas a nuestros hijos. Quiere decir criar desde el lugar adulto y no desde el niño removido que le pide al hijo que le resuelva los traumas. Los hijos han venido a vivir sus propias vidas y en esta relación yo me hago responsable de mi parte. No puedes decir "me haces enfadar". El niño hace lo que hacen los niños y depende de cómo estés tú te enfadas o no. Los niños no nos hacen nada, todo depende de cómo estamos nosotros. Hacernos conscientes de nuestra parte nos ayuda a criar desde un punto de vista más consciente. Cuando estamos en un momento de tensión, cansados o estresados, si no le ponemos conciencia, sale el piloto automático, que es la manera en la que nos han criado o hemos visto criar, el referente de crianza tradicional de "porque lo digo yo".
¿Dónde está la frontera entre crianza consciente e hiperpaternidad? ¿Hay riesgo de caer en ella?
— Desde el momento en el que ponemos la palabra consciente, no. Si eres consciente de lo que necesita tu hijo, hay un momento en el que te tienes que apartar. En la hiperpaternidad actuamos de manera inconsciente movidos por nuestro miedo y no hay conciencia de que nuestro hijo es libre. Ellos no son nuestros y nuestra función es acompañarlos mientras no puedan valerse por sí mismos, pero sabiendo que ellos han venido a hacer su camino de vida. Hay una creencia errónea de que en la crianza consciente no hay límites, y no es cierto, justamente porque somos conscientes de que los límites son indispensables para los niños y los necesitan para tener estructura y sentirse seguros, son una parte importante de la crianza.
¿Cuáles son los errores más comunes que cometemos en la crianza?
La teoría la tenemos muy clara, pero nos cuesta mucho pasar a la práctica. Cuando nos desbordamos, siguen saliendo los viejos patrones. Y más que hiperpaternidad, veo que pasamos de la flexibilidad al autoritarismo de manera poco coherente. Pocos límites y claros. Veo confusión, pero esta confusión forma parte de este proceso de cambio que se está llevando a cabo en el mundo de la crianza. Cuando no tienes referentes y no has sido criado así es normal que tengas que aprender, desaprender y reaprender.