Solidaridad

La industria de la solidaridad: plataformas a la carta

Se ha pasado de los grandes conciertos globales a aprovechar las herramientas digitales para mejorar los vínculos entre donantes y proyectos benéficos

Una imagen del viejo estadio de Wembley, en Londres, el 13 de julio de 1985, donde se celebró parte del concepto Live Aid, para captar fondos para aliviar el hambre en Etiopía. Otro concierto con el mismo objetivo tuvo lugar en el John F. Kennedy Stadium de Philadelphia. El doble evento puede considerarse, en buena medida, uno de los grandes actos de solidaridad global del siglo XX.
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LondresEn cuatro décadas, la llamada industria de la solidaridad ha pasado de promover grandes eventos globales para poner el foco en un problema concreto –el ejemplo paradigmático es el Live Aid, de Bob Geldof y Midge Ure (1985, Londres y Filadelfia), para recoger fondos para paliar el hambre en Etiopía– a buscar y ofrecer prácticamente a medida ya la carta ayuda financiera y trabajo voluntario a través de medios digitales. Son nuevas soluciones que permiten que una empresa determinada que quiera sobresalir ejerciendo su responsabilidad social corporativa –también sus empleados e incluso sus clientes, si quieren comprometerse–, pueda dirigir sus esfuerzos solidarios a un campo específico del su interés.

La colaboración entre la pequeña Fundación Teresa Gallifa, con sede en Barcelona, ​​que promueve proyectos de acompañamiento a mujeres embarazadas o familias monomarentales en riesgo de exclusión social, y la plataforma canadiense Benevity, una suerte de intermediario muy profesionalizado –con sedes en Calgary, Toronto, Barcelona y Ginebra–, es un ejemplo de esta transformación del sector. Desde 2021 convergieron las necesidades de la primera, y las opciones y los recursos que la segunda podía ponerle a su alcance. De hecho, Benevity asegura en sus informes de gestión que desde 2010 han podido ayudar a unas 400.000 entidades benéficas.

La aportación de los trabajadores de las empresas que quieren ser solidarias –que puede ser en tiempo de horario laboral– puede llegar a doblarse en términos de dinero por parte de las compañías que participan en programas benéficos de todo tipo.

Desde que la Fundación Teresa Gallifa se creó, hace un cuarto de siglo, hasta ahora, la directora, Montse Freixa, se ha dado cuenta de los grandes cambios que ha vivido el sector: "Antes ibas a una empresa, explicabas el tu proyecto y te podían dar algún dinero, pero no necesariamente hacían ningún seguimiento. trabajadores", dice en conversación telefónica. Es un cambio de concepto y un reforzamiento de la idea de que el voluntariado es igual de importante que el dinero.

Uno de los retos a los que se enfrenta el sector es la competencia entre entidades benéficas (charities) de todo tipo –de acción local y global– para conseguir la atención tanto del público en general como de las administraciones y de las empresas grandes, pequeñas o medianas.

Si en España hay unas 30.000 organizaciones solidarias registradas, en Reino Unido, por ejemplo, hay más de 160.000. En 2023, el sector captó en las islas 15.500 millones de libras entre la aportación de compañías –4.290 millones– y donaciones directas o el fruto de la venta en muchas de las tiendas de las charities.

La competencia para ofrecer el servicio de relacionar el dinero y el trabajo voluntario con las fundaciones benéficas también es feroz. La plataforma de la solidaridad Benevity no es la única dimensión prácticamente global. Otros ejemplos serían YourCause, CyberGrants o Bright Funds. Y también las hay de ámbito regional, como Good2Give (Australia y Nueva Zelanda), iRaiser (Europa) o Givex (Reino Unido), cada una con ámbitos de actuación temática diferente.

El visitante del Museo Británico puede observar que la galería donde está parte de las estatuas y el friso del Partenón fue financiada por un tal Lord Duveen of Millbank, un marchante de arte y filántropo británico. Los que se acerquen a ver alguna de las exposiciones temporales de la National Gallery de Londres tendrán que pasar necesariamente por la inscripción que recuerda quién ha pagado aquella extensión del edificio original de Trafalgar Square: la familia Sainsbury,'s fundadores de la cadena de supermercados del mismo nombre.

Quienes paseen por Oxford y se detengan un instante ante la famosa Biblioteca Bodleian, o entren, estarán admirando el fruto del legado del diplomático y académico Thomas Bodley (1545-1613). Ejemplos, más o menos, de filantropía tradicional de diferentes épocas de la historia del Reino Unido. Nombres como Cecil Rhodes –muy polémico por su implicación en la esclavitud– o apellidos como los de Rockefeller, Wolfson o Wellcome se asocian igualmente a generosas donaciones y actos benéficos. ¿A cambio de qué?

Alice Walton, heredera del imperio Walmart.

¿Y cuáles son las motivaciones actuales para ser solidarios, sea con tiempo o dinero? "El problema moderno de dedicarse a proyectos solidarios es que hay poco altruismo", dice al ARA el profesor Colin Alexander, de la Universidad de Nottingham Trent, que desde su máster en media global y comunicación ha abordado las distintas aristas de esta industria. "La mayoría de personas dan por sentirse bien consigo mismas o incluso para poder publicarlo en las redes sociales y recibir reconocimiento público", añade. También hay miles o millones de personas - los voluntarios de la DANA o los que colaboran con la Fundación Gallifa o Raíces Fundación, por citar otra, que lo hacen por un compromiso sincero con los demás, con o sin Instagram.

Un caso muy distinto es el de las grandes fortunas, que también pueden tener otros objetivos, no sólo una estatua o una inscripción para la posteridad, como las apuntadas antes en el Museo Británico o en la National Gallery. "Los millonarios y multimillonarios no dan a la caridad de forma altruista. El concepto de altruismo se puede definir cómo ayudar a los demás en detrimento de ti mismo. Si fueran altruistas deberían dar más del 90% de su riqueza. La mayoría lo hacen porque forma parte de la justificación para acumular ese dinero desde el principio, o porque les permite evitar impuestos", comenta Alexander.

Por su parte, en algunos de sus ensayos, Tobias Jung, profesor de management de la Universidad de Saint Andrews (Escocia), y director del Centro para el Estudio de la Filantropía y el Bien Público, de la misma institución, ha puesto de relieve "las tensiones potenciales entre las prácticas empresariales y las actividades filantrópicas de personalidades como Andrew Carnegie, JP Morgan o John D. Rockefeller o el fundador de Amazon, Jeff Bezos, el consejero delegado de Meta , Mark Zuckerberg, o la familia Sackler, fundadora de Purdue Pharma".

Y ha puesto de manifiesto el caso de Alice Walton, heredera de la compañía Walmart, que ha dado 1.500 dólares a causas benéficas a lo largo de su vida. La cifra supone solo el 1,64% de una riqueza que se calcula en 91.300 millones de dólares. La filantropía multimillonaria "puede ser impresionante, pero en términos relativos su contribución real es bastante insignificante. Y en cualquier filantropía multimillonaria hay interrogantes sobre los costes sociales que la sustentan".

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