"Queríamos alejarnos de las bombas y de las exrepúblicas soviéticas"

Refugiados ucranianos llegan a Catalunya y empiezan los trámites para pedir asilo

Familia de Ucraina ante el Saier de Barcelona

BarcelonaLa cara de Natalia Onofriychuk acumula el cansancio de un viaje de cuatro días, el miedo de los bombardeos y la guerra y la angustia por encontrar a su hija adolescente, a quien la invasión rusa de Ucrania enganchó de vacaciones en la ciudad de Barcelona. Onofriychuk aterrizó en la capital catalana ayer jueves después de un periplo desde su Odesa natal. El lunes cogió su coche y condujo de un tirón hasta Moldavia y de allí a Bucarest, donde voluntarios desplegados para la ayuda de los refugiados ucranianos la ayudaron a llegar hasta Turín, donde pudo coger un vuelo hasta Barcelona. Sin conocer nadie en la ciudad, pero gracias a la red solidaria improvisada por la urgencia, ha podido pasar la primera noche en casa de una compatriota, pero lo que quiere ahora es abrazar a su hija, que, como no pudo volver a su país porque se cerró el espacio aéreo, está en un piso con 10 jóvenes más. 

Onofriychuk se ha acercado este viernes a las oficinas del Saier (Servicio de Atención a Inmigrantes, Emigrantes y Refugiados) de la calle Tarragona para saber cómo lo tiene que hacer para pedir el asilo. A diferencia otros inmigrantes que esperan su turno y exponen que tienen que esperar meses y años para los trámites, la mujer sale con una cita para la semana próxima y con muchas dudas todavía de qué será de ella. No habla ningún idioma extranjero y se hace difícil la conversación.

También ha venido una mujer ucraniana, residente en Catalunya desde hace 12 años, que intenta traducir palabras y la manera de hacer, a pesar de que admite que ella tampoco entiende nada de cuáles son los trámites ni dónde pueden pedir ayuda. “Estoy aquí porque me conmueve ver cómo llegan mis compatriotas y quiero ayudarlos por poco que pueda”, dice antes de despedirse para ir al trabajo.

Se desconoce cuántos han conseguido entrar en Catalunya, pero lo que es seguro es que, como Natalia Onofriychuk, van llegando. Esta tarde, medio centenar más, la mayoría ciudadanos indios que estudiaban en Ucrania y que tuvieron que dejar el país deprisa y corriendo. Uno de ellos, que no quiere dar su nombre, explica que con seis amigos salió hace “unos días” y que durante el camino no han sufrido ninguna discriminación racial. Llegan desde París y la estación de Sants es solo otra parada en el viaje que continuará hasta Lisboa, donde se juntarán con familiares residentes en Portugal. “¿Volver a la India? ¿Por qué?”, cuestiona.

Pasajeros llegados de Ucrania a la estación de Sants.

Otros que no tienen ninguna red en Barcelona son los matrimonios de hermanos Bibiko y Babihe, que han viajado juntos con sus dos hijos de cinco y siete años desde Kiev hasta Barcelona a bordo de su coche Skoda, con los niños sentados en los regazos de los pasajeros traseros. Doce horas después de los primeros bombardeos rusos decidieron huir de la capital ucraniana. Volodímir Babihe, que tiene un restaurante, llamó a su hermana Svetlana con la intención de que las dos familias buscaran refugio temporal fuera de Kiev, pero por el camino el miedo a que el conflicto se esparciera por la geografía ucraniana y los países de alrededor los empujó a poner rumbo a España. “Buscábamos el lugar más alejado de las exrepúblicas de la URSS y de la guerra”, afirma Svetlana Bibikova, que recuerda cuánto asustaba a las criaturas el ruido de las bombas. Descansados, los pequeños Olga y Volodímir juegan sonrientes con un teléfono móvil ajenos a la preocupación de los padres sobre el futuro. Emocionada, Olga Babiheva no deja de mimar a Nordic, un Chihuahua que calienta en su abrigo, y explica que hace días que no sabe nada de sus padres, que se quedaron en la capital ucraniana, pero confía que estén bien y que se hayan quedado sin cobertura.

Mujeres ucranianas acabadas de llegar esperando ser atendidas para pedir el asilo.

Su marido y su cuñado prefieren no salir en la fotografía, seguramente porque saben que desobedecieron la orden de reclutamiento de los hombres de 18 a 60 años. “Para mí es más importante mi familia que mi país y no podía dejar marchar a mi mujer sola, no me lo hubiera perdonado nunca”, dice Alex Bibiko. "A lo mejor con la foto encontraremos a alguien que nos quiera ayudar", continúa.

Los seis están en un albergue público de Vallcarca, al menos hasta el día 9, pero esperan que entonces ya les hayan dado una alternativa porque han conseguido una cita para el lunes, a pesar de que admiten que no saben qué esperar. Dejaron su casa con un poco de ropa, el poco dinero en efectivo que consiguieron y “un par de anillos de oro”. De momento, el albergue les ofrece las tres comidas del día e intentan gastar lo mínimo. Se mueven por la ciudad con su coche, pero, en principio, también les pueden ofrecer billetes gratuitos para el transporte público.

Como esta familia, hay 164 ucranianos repartidos en los albergues de L'Espluga de Francolí, Vic y Coma-ruga, la mayoría turistas que se quedaron atrapados por el estallido de la guerra y, según la conselleria de Derechos Sociales, todavía hay plazas libres y se está en disposición de tener 500, que se sumarían a las plazas de vivienda temporal y hostales que tiene el Estado en Catalunya. El Govern ha activado 500.000 euros para planificar la acogida de urgencia, el apoyo psicológico y el asesoramiento jurídico y está en contacto constante con los ayuntamientos. En el caso de Barcelona, el Ayuntamiento destinará 320.000 euros para financiar las entidades sociales que están ayudando sobre el terreno.

De momento, en Catalunya la primera acogida se canaliza a través de varios departamentos del Govern, de los ayuntamientos, entidades sociales y también de las redes solidarias de particulares a la espera de que el Estado ofrezca sus viviendas temporales y hostales que tiene en varias ciudades a medida que lleguen más refugiados. "Los que no salieron los primeros días ahora lo tienen muy difícil", concluye Svetlana Bibikova.

Protección para ucranianos y de países terceros

El gobierno español, con competencias para el asilo, se ha comprometido a activar por primera vez el sistema de protección temporal aprobado por la Unión Europea para dar, en un tiempo récord, permiso de residencia y de trabajo así como pleno acceso a los servicios sociales, la tarjeta sanitaria y la escuela para las criaturas. La medida beneficiará, según la circular del ministerio de Migraciones, tanto a los ucranianos como a apátridas y nacionales residentes "de larga duración" en el país que hayan huido de Ucrania después del 24 de febrero o que se encontraran en España cuando estalló el conflicto. “No tiene que haber ningún tipo de problema”, ha insistido el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, en la rueda de prensa posterior al consejo de ministros. Desde la Comisión Catalana de Ayuda al Refugiado (CCAR), Dilara Ekem valora este canal expreso porque los otros refugiados quedan en los limbos seis meses, sin posibilidades de poder hacer nada más que cursos de lengua. En esta línea, el abogado especializado en inmigración Albert Parés, de Noves Vies, denuncia la "discriminación por raza y nacionalidad" porque a los demandantes africanos la respuesta administrativa les tarda meses o un año y en muchos casos se deniega la solicitud.

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