Albert Alberich: "El sistema está en el umbral del colapso”
Fundador de la cooperativa social de gestión textil Moda Re- (Cáritas)
El sector de la reutilización textil vive un momento crítico, tal y como destapa la investigación publicada hoy por el ARA. Hablamos con Albert Alberich, fundador de la cooperativa social Moda Re- (Cáritas), sobre límites, retos y posibles soluciones. ¿Cómo evitar que el sistema europeo que debe garantizar la reutilización y aprovechamiento de toneladas de ropa, calzado y tejido de todo tipo acabe convertido en un eslabón más de una cadena global de externalización ambiental y social?
Las entidades sociales han sido históricamente la columna vertebral de la recogida y la reutilización textil en España. ¿Cómo definiría la situación actual del sector?
— Es la tormenta perfecta: por un lado, existe tal exceso de ropa usada que su valor en los mercados internacionales se ha desplomado, con una situación especialmente delicada en Europa, gran exportadora. Por otra parte, esto se ha juntado con el retraso del sistema de responsabilidad ampliada del productor, el famoso SCRAP [para la industria textil]. Nosotros contábamos que en abril de 2025 entraría en funcionamiento, pero por un retraso legislativo de la directiva europea no arrancará hasta finales de 2026 o principios de 2027. El colapso va desde Suecia hasta España, pasando por Italia, Alemania… Incluso en el caso de Francia, incluso en el caso de Francia, la crisis es tan fuerte que el gobierno ha tenido que intervenir para reforzar el sistema.
Qué rol juega elultra fast fashion ¿en este proceso de saturación del que alertan las entidades gestoras?
— La llegada delultra fast fashion en los últimos diez años ha supuesto un fuerte acelerón. Hay un dato que me impactó mucho: en el 2009-2010, en plena crisis y con un 20% de paro, los hogares españoles gastaban unos 24.000 millones de euros al año en ropa y calzado. Si saltamos al 2019 –con otros 1,8 millones de habitantes–, el gasto había disminuido en dos mil millones. Pero, mientras tanto, en ese período prácticamente se dobló la cantidad de ropa que entraba en el mercado. El resultado es claro: menos calidad y gasto, pero una explotación mucho mayor de los recursos naturales.
¿Cómo ha impactado en los gestores como ustedes este alud de ropa de mala calidad?
— A nosotros nos ha supuesto el cierre de los mercados internacionales de ropa usada. En España sólo un pequeño porcentaje se reutiliza aquí; la mitad del producto tradicionalmente se exportaba, sobre todo a África, algo a Europa del Este y, menos, a Oriente Medio. Lo que no era reutilizable se enviaba al Sudeste Asiático para transformarlo en materiales de bajo valor, y sólo la fracción contaminada iba a valorización energética [incineración]. Ahora todo esto se ha complicado. China se ha convertido en un gigante exportador de ropa usada y está inundando los mismos mercados africanos y asiáticos a los que antes llegaba el producto europeo. Esto hace mucho más difícil colocar la ropa que aquí clasificamos y que ya tiene un coste añadido de tratamiento. Procesamos textiles para añadir valor, pero nadie quiere comprarlos. ¿De qué sirve tener la ropa en un almacén si después acabará siendo quemada? Los volúmenes son simplemente enormes.
¿Cómo afecta este atasco en el reciclaje?
— El reciclaje europeo no tiene todavía capacidad para absorber los volúmenes que antes iban al Sudeste Asiático. Hay proyectos avanzando –reciclaje químico, mecánico…–, pero todavía no a nivel industrial, y ahora incluso debemos pagar para que acepten estos materiales. Mientras, los ayuntamientos comienzan a asumir costes que no les corresponden, y algunos puntos de recogida ya se están quedando sin contenedores. Si desaparecen, la ropa irá a la fracción resto y acabará en el vertedero, con un mayor coste económico y ambiental. En resumen: sin una solución temporal mientras no llegue el SCRAP, el sistema de reutilización y reciclaje textil está en el umbral del colapso.
Desde Moda Reafirme que desea conseguir llegar al 100% procesado aquí. ¿Qué esfuerzos está haciendo para conseguirlo?
— Sigamos con el plan de expansión, porque mirando a largo plazo es una necesidad clara. La mayor planta es la de Sabadell, probablemente la mayor del sur de Europa, que ahora ya funciona a pleno rendimiento, y la de Madrid también. En Bilbao también tenemos una planta operativa desde 2011, que ha ido ampliando capacidad, y la de Valencia funciona desde 2015. La de Santiago de Compostela –ahora en construcción– avanza tal y como está previsto: en septiembre de 2026 se pondrá en marcha. Lo que falta por dar cobertura a todo el territorio es una planta en el sur de España, en Castilla-La Mancha o Andalucía. El objetivo es poder clasificar todo y garantizar que la exportación sea sólo de producto reciclado o de reutilización real.
En nuestra investigación hemos constatado que algunas piezas recogidas en España terminan viajando hasta Dubai o Karachi, e incluso vuelven a Europa. ¿Es esto un síntoma de un sistema desbordado o una consecuencia inevitable de un mercado globalizado?
— Ciertamente, las exportaciones de ropa usada han aumentado mucho y generan graves problemas en el Sur Global. Las nuevas directivas –la de recogida selectiva obligatoria y la de traslado de residuos– apuntan a un control más estricto. Sin embargo, la clave es que sólo se exporte lo que realmente sea reutilizable, con inspecciones rigurosas y eliminando la piratería de enviar residuos como si fueran productos de segunda mano. No tiene sentido enviar a otros países piezas que nosotros mismos no aceptaríamos. La reutilización internacional es positiva si está bien regulada: al igual que aquí, una pieza de segunda mano puede evitar la producción de una pieza nueva y, por tanto, ahorrar materiales y emisiones, esto también es cierto para los países receptores.
¿Y cómo lee este incremento de las importaciones de ropa usada desde países como los Emiratos Árabes Unidos?
— Nosotros no necesitamos importarle ropa para nuestras tiendas, ya que somos grandes exportadores de prendas reutilizables. Lo que hagan otros operadores escapa a nuestro control, aunque a mí me parece raro, salvo que esté relacionado con la economía sumergida o con flujos irregulares hacia Marruecos, donde existe un mercado negro de ropa usada muy activo. En España este fenómeno es menor, pero Alemania recoge cerca de un millón de toneladas de ropa anualmente, por lo que ha desarrollado durante años sistemas de clasificación deslocalizados. La empresa alemana Soex es un ejemplo: tenía plantas en Alemania, pero también en los Emiratos Árabes y en Chile. Este modelo –recoger en el norte, clasificar en el sur, reimportar el mejor– es justamente el que la UE quiere limitar.
¿Debería plantearse una trazabilidad obligatoria para toda la ropa exportada desde la UE o cree que esto es inviable dentro del actual marco competitivo?
— Sí, es imprescindible para evitar vulneraciones de derechos humanos y fraudes. Se debe poder diferenciar claramente producto reutilizable de producto de reciclaje. La trazabilidad es posible con voluntad política e inspección. Nosotros hemos visitado en alguna ocasión las plantas de los clasificadores de los Emiratos, y sus instalaciones son correctas, pero no tenemos suficiente capacidad para realizar una monitorización permanente.