El mirador de Glòries dejará tocar el cielo

A partir del viernes se podrá disfrutar de una de las mejores panorámicas de Barcelona

BarcelonaLa Torre Glòries es un símbolo de Barcelona y motivo de visita para muchos turistas, pero hasta ahora ha sido incapaz de seducir a los barceloneses. No molesta, no estorba y ya está bien que haya modernizado el skyline de la ciudad, pero si un día desapareciera algunos tardarían tiempo en echarla de menos. Un histórico urbanista de aquellos que planearon la ciudad tal como hoy la conocemos decía en broma que parecía que la habían tirado desde el cielo y que cayó en Glòries como habría podido caer en cualquier otro sitio de la ciudad. Esta indiferencia, sin embargo, podría cambiar. A partir de este viernes, día 20 de mayo, la Torre Glòries, que fue diseñada por el arquitecto francés Jean Nouvel e inaugurada en 2005, inicia una nueva etapa y muy posiblemente empezará a robar corazones entre los barceloneses. 

La cúpula de la torre, a 125 metros de altura, se abrirá al público convertida en un mirador de aquellos de los cuales uno no querría bajar nunca. Eso sí, el gusto se paga: 15 euros por persona y 25 con la entrada Premium, que requiere encontrarse en buen estado de forma. La ubicación del edificio lo deja en el primer lugar del ranking de los miradores de la ciudad: no hay en Barcelona ninguna otra atalaya desde donde contemplar al mismo tiempo el MNAC, el castillo de Montjuic y el puerto. Y girando un poco la cabeza se puede ver cómo ciutat vella se funde con el Eixample y va subiendo hasta llegar al Turó de la Rovira. La vista, con esta perspectiva, permite mirar casi en línea recta el que hasta ahora era el mejor mirador de la ciudad, el de las baterías antiaéreas y antifascistas del Carmel.

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Siguiendo la panorámica hacia el norte, se ve perfectamente cómo la avenida Meridiana aprovecha el paso que dejan los cerros para dirigirse hacia el Vallès. Sorprende también ver cómo el Parc del Clot se estira hasta convertirse en el mar de hormigón que tendrá que sostener algún día la estación de alta velocidad de La Sagrera. También llaman la atención las oficinas del 22@ y ver cómo en medio de edificios modernos más bien faltos de carisma se levantan tímidamente algunas chimeneas que intentan recordar que, en un tiempo no tan lejano, en el Poblenou también había fábricas.

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La entrada en el mirador no se hace desde la Torre Glorias, sino desde una pecera que se ha construido al lado. Desde allí, se accede a un pasillo subterráneo que conduce a la base de la torre y a lo largo de este trayecto se pueden ver cinco exposiciones que quieren mostrar "los elementos que nos rodean y que vemos constantemente pero de los que no somos conscientes", según describen fuentes del proyecto. Tejados, pasos de peatones, perspectivas... También podemos encontrar una exposición con 134 figuras de papel "de los otros seres vivos que habitan la ciudad", como las mariquitas, los ratones, los escarabajos o las hormigas, obra del artista badalonés Joan Sallas, o una pantalla de 27 metros de largo que muestra el estado del mar, en directo, o las partículas contaminantes que nos estamos tragando los barceloneses en aquel preciso momento. Sin darse cuenta, se llega a la base de la torre de donde salen los ascensores que suben directamente a la planta 30, sin posibilidad de mezclarse con los 1.800 trabajadores del edificio. El arte no acaba aquí. En el techo del mirador, sostenida con cables, está la instalación artística de Tomàs Saraceno, espectacular simplemente viéndola pero que permite, a los que estén más en forma y hayan pagado la entrada Premium, subir entre las nubes y dar casi toda la vuelta a la cúpula. La experiencia no provoca vértigo, ni siquiera a los que tenemos, pero requiere agilidad. La obra de Saraceno es una de las grandes apuestas de Mediapro Exhibitions, que es la empresa que gestiona el mirador de la torre, propiedad de Merlin Properties.

Más centralidad

El mirador se convertirá seguramente en un nuevo atractivo de la ciudad, y es una piedra más para seguir dando centralidad a la zona de Glòries, que es lo que había previsto Ildefons Cerdà en 1859. Mucho más lentamente de lo que habría querido el ilustre ingeniero, esta zona de la ciudad va ganando centralidad y, de hecho, la Torre Glòries (2005) se podría considerar la primera pieza de esta gran transformación. Solo dos años más tarde, en 2007, el Ayuntamiento y los vecinos cerraron el Compromiso por Glòries, el gran acuerdo para decidir toda la transformación que se ha ido ejecutante durante este tiempo, como la creación de los túneles de entrada y salida de la ciudad por la Gran Vía o la creación de un gran parque, una parte del cual ya se ha abierto a la ciudadanía. En 2008 fue el turno de la grapadora, el edificio que aloja el Museu del Disseny y la biblioteca del Clot (Josep Benet), y a lo largo de los años diferentes empresas han ido trasladándose a esta zona y han traído a miles de trabajadores que han acabado comportando la apertura de restaurantes u otros negocios. El traslado del Mercat dels Encants y, sobre todo, el derribo de la anilla viaria, en 2014, son los otros grandes cambios que han ayudado a transformar el espacio. Y todavía queda pendiente la otra parte del parque, Canòpia, un intercambiador de transporte público, bloques de pisos y un gran bulevar verde entre las calles de Badajoz y Bilbao. El mirador de la Torre Glorias será la mejor atalaya para observar la última parte de la gran transformación de las Glòries.