Educación

¿Cómo se organiza una escuela con alumnos de 48 nacionalidades distintas?

En la última década el porcentaje de alumnado inmigrante de la escuela Pia de Sant Antoni de Barcelona ha pasado del 30% a rozar el 80% en la mayoría de cursos

Profesoras de la Escuela Pía Sant Antoni de Barcelona
20/08/2023
5 min

Barcelona"Siempre ha sido una escuela de mezcla. Abrimos en 1815 y pronto ya se convirtió en una escuela de acogida porque, al estar junto a las murallas, se daba clase a los hijos de los inmigrantes que venían a hacer mayor la ciudad de Barcelona", explica Eduard Maza. Ahora es el director de la Escola Pia de Sant Antoni, pero él fue de los primeros alumnos en beneficiarse del concierto de la escuela. "Me dijeron que debía marcharme porque no podía pagar, pero justo dieron el concierto y pude quedarme hasta bachillerato pagando menos". Cuando él era alumno tenía compañeros de todo el Estado, pero explica que en los últimos 10 años en la escuela ha habido un importante boom de inmigración del extranjero. "El cambio de chip importante se hizo cuando llegaron los que ahora hacen 4º de primaria. De 5º arriba hay un 30% de alumnos inmigrantes; en cambio, de 4º abajo ya rondamos el 80%", explica. Este último curso en el centro ha habido alumnos de 48 nacionalidades distintas, situación que, según Maza, no supone un problema entre los niños y niñas. "No se ven diferentes ni son conscientes de que sean de una cultura o religión distinta. Ellos solo piensan «Es Johan y juego con él a fútbol»".

A pesar de no representar un problema en la relación entre los alumnos, la diversidad del centro sí supone un reto a la hora de plantear cómo dar las clases. Meritxell, Anna, Marta, Irene y Mercè son las maestras de primero de primaria en la escuela. Un curso en el que hay alumnos que provienen de 16 países diferentes. "Al principio quizá sea una situación que te asusta, pero después, a medida que vas viendo la evolución de estos chavales, es muy gratificante. La riqueza que hay aquí no se puede encontrar en otros centros", asegura Mercè. Las cinco maestras coinciden en que una de las partes más difíciles es integrar a los recién llegados cuando llegan. En primer lugar, es cuando trabajan la lectoescritura, es decir, el aprendizaje de nuevo vocabulario y la práctica de la lectura y expresión oral. Por tanto, el principal obstáculo para los alumnos nuevos es la lengua. "A quienes ya tienen la expresión oral en catalán no les cuesta tanto aprender a leer porque el significado de las palabras lo conocen. En cambio, los que no conocen vocabulario lo tienen difícil porque algo que no significa nada para ti te cuesta más recordarla", explica Anna.

Para que todos los alumnos puedan avanzar, a pesar de tener niveles diferentes, casi siempre dividen las clases en grupos diferentes e intentan ser dos maestros en cada aula para escuchar cómo lee cada niño. "Después están los que llegan y no te entiendes. Con estos siempre buscas encontrar a algún compañero que hable la misma lengua. Los sientas juntos y uno hace de traductor del otro. De hecho, a lo que hace de traductor le sube mucho la autoestima porque ve que tiene un papel importante", dice Meritxell.

Más allá de las estrategias para que avancen, todos encuentran distintos momentos en los que se sienten integrados. "Tenemos muchos filipinos que el catalán y el castellano no le dominan, pero cuando toca hacer inglés se sueltan. Ya no es que estés toda la semana sin entender nada, sino que tienes también tus momentos dentro de clase", explica Irene. "Pero para mí el mejor momento es cuando hacen música –añade Rosa–. Es un momento mágico porque el lenguaje de las notas es nuevo para todos. Entonces te llevas muchas sorpresas y piensas: "Ostras, mira ese que bueno que es!" Es una materia que les iguala a todos".

El director del centro reconoce que una de las barreras con las que chocan a menudo es el concepto de escuela que hay en cada familia. "La idea de escuela occidental de país del Primer Mundo que tenemos aquí no tiene nada que ver con el concepto de escuela de Pakistán, de la India, de Bangladesh o de Argelia. Batallas por cosas que no batallarías en otras escuelas , como por ejemplo que les suelten de excursión", explica Marta. Las maestras comentan que cuesta realizar actividades fuera del aula porque muchas familias tienen miedo o no lo consideran importante. "¿Ves que tienen unas necesidades tan diferentes... Les pides dónde has ido el fin de semana y como mucho te dicen al parque. Si no salen nunca, ¿qué vivencia quieres que tengan estas criaturas?", se lamenta Marta. Para tratar de afrontar esta falta de estímulos, en el centro intentan hacer excursiones a lugares que a priori podrían parecer básicos, pero que muchos niños que no salen del barrio no conocen: “Vamos al bosque, al mercado... Y cuando llega el verano hacemos muchos esfuerzos para que vengan a la excursión de la playa. Piensa que si no van con la escuela... quizás nunca ven el mar", explica Rosa. "Eso sí, no llegamos sin vomitadas a tope. Nos ocurre mucho. Como la familia no tiene coche, no están acostumbrados ya veces lo pasan mal con el movimiento del autobús. El año pasado preguntamos en clase quién tenía coche y solo se levantaron dos manos", asegura Marta.

Los percheros decorados de la escuela Pia de Sant Antoni de Barcelona

"Si yo fuera el propietario de la escuela, ya habría encerrado"

La multiculturalidad de las familias de la escuela también comporta que en el centro convivan varias religiones, algo que, según el director, no representa en ningún caso un problema: "Hace años que lo que era la iglesia de la escuela se desacralizó y ahora es un espacio que utilizamos para todo. Una vez al año hay familias que hacen la comunión cristiana, pero también hemos hecho ceremonias hindúes, vienen a hacer el Ramadán, hacen la comida de la Fiesta del Cordero... Es cierto que siempre hay quien frunce la nariz, pero nunca hemos tenido ningún conflicto entre los alumnos por este motivo", asegura Maza.

La Escuela Pía de Sant Antoni es uno de los centros de Barcelona donde más alumnos reciben la ayuda del Plan de Choque, y la vulnerabilidad económica también hace que muchas familias tengan problemas para acompañar educativamente a sus hijos. "Su prioridad no es precisamente el aprendizaje, sino poder ponerles un plato en la mesa", explica Maza. El director asegura que nunca han impedido que un alumno vaya a la escuela por motivos económicos, pero que esto solo ha sido posible con los recursos públicos y privados. "Si yo fuera el propietario de la escuela, ya habría encerrado... Hay años que pierdo 150.000 o 200.000 euros. Me quejo porque me gustaría tener más, pero tengo que reconocer que la administración pública, dentro del que es su normativa, a nosotros nos trata muy bien. Entre el plan de choque, la financiación adicional, las becas para extraescolares y las ayudas comedor recibimos muchos recursos".

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