Pasaporte covid, del caos a la resignación: "Los políticos tendrían que vivir un día lo que nos encontramos nosotros"

Restauradores y clientes aceptan la nueva medida con críticas por su gestión

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El propietario del Sol Gastrobar, Pep Reguant, comprobando el pasaporte covid  de un cliente, esta mañana

GironaEste viernes ha sido el segundo primer día que bares, restaurantes, gimnasios y residencias han tenido que pedir el pasaporte covid, después del fiasco de la semana pasada que obligó a parar la implantación a mediodía. Todos los entrevistados han celebrado los errores de la Generalitat: les han dado unos días de margen para adaptarse e informar a los clientes de la nueva medida, que han recibido con resignación y un punto de incredulidad. Muchos señalan que vulnera derechos, otros reprochan que da más trabajo a los establecimientos y algunos se sienten que están pagando los platos rotos de la administración. “Pasan la responsabilidad al pueblo de las cosas que el gobierno no sabe resolver, y especialmente a la hostelería, que siempre acabamos recibiendo por un lado u otro”, critica el propietario de El Pessic de Girona, Josep Maria Fernández. Y el titular del Sol Gastrobar, Pep Reguant, añade: “Es una medida inútil, de cara a la galería. Porque después la misma gente que tienes aquí, sale del restaurante e interacciona con otras personas vacunadas o no en las tiendas, en el transporte público…”.

Paseando a media mañana por el Barrio Viejo de Girona, la imagen de bares y restaurantes parecía la de un día cualquiera: camareros con bandejas sirviendo a ambos lados, esquivando los clientes que llegan y se van. De hecho, en algunos establecimientos, ni se divisaba el pasaporte covid: una camarera ha admitido que nadie le ha explicado que lo tenía que pedir y, en otra cafetería, el responsable utilizaba la cámara del móvil para leer el código QR, cosa que no sirve para comprobar la veracidad del certificado. 

Aún así, muchos establecimientos sí que lo solicitaban y ninguno ha tenido problemas para leerlos por el aplicativo. "Hace una semana fue un caos, pero hoy ha ido mucho mejor, todo el mundo venía mentalizado", indica Laura Rusiñol, propietaria del Exquisit y el Exquisit Factory, una cafetería y un restaurante del Barrio Viejo. Rusiñol expone que los bares pequeños lo tienen relativamente fácil para implantarlo: tienen pocos clientes y la mayoría son habituales, y solo lo tienen que pedir una vez. Los problemas surgen, sin embargo, en los establecimientos grandes, durante los servicios de la comida y de la cena. “Lo tienes que pedir una vez ya se han sentado en la mesa, porque, si no, te queda colapsada la entrada. Y no puedes tener una persona en la puerta que solo se dedique a esto, porque los números no saldrían”, expone Rusiñol. 

La suya es la queja más repetida entre los restauradores: les han dado un trabajo extra, sin compensarlo económicamente. “Siempre nos toca recibir: que si nos cierran, que si ahora nos dejan abrir pero reduciendo el horario y el aforo. Y ahora tenemos que hacer de controladores del pasaporte covid ”, lamenta uno de los propietarios del bar Lapsus, Adrià Fullà, que cree que habría sido mejor contratar personas en el paro “para que hicieran de controladores”.

Hay establecimientos que critican que con la nueva medida tienen más trabajo, sin que hayan recibido ninguna compensación económica.

Además, en otros establecimientos se han encontrado con quejas y reclamaciones de usuarios antivacunas. “Hay gente no vacunada que quiere entrar igualmente y te acusan de vulnerarles los derechos, u otros te reclaman que les devuelvas la cuota porque ahora no pueden entrar. Los políticos que toman estas decisiones tendrían que venir y vivir un día lo que nos encontramos nosotros, es una guerra cada día”, lamenta el propietario del gimnasio Punt Groc, Jordi Casanovas.

Diversidad de opiniones entre la clientela

A diferencia de hace una semana, esta mañana la mayoría de clientes iban preparados con el certificado descargado, a pesar de que muchos expresaban sus reticencias. “No servirá de nada, si hecha la ley, hecha la trampa. Yo tengo un par de amigos antivacunas y los dos tienen pasaportes covid de otra gente para entrar en bares”, opinaba Lluís, que estaba sentado en una de las mesas de la plaza Independència. A su lado, Judit estaba muy enfadada a pesar de que está a favor de la vacunación: “Se está atentando contra la libertad de las personas porque, si no se quieren vacunar, no pueden ir a ninguna parte. Y si se aplica, que se haga con coherencia: ¡en los centros comerciales y en el transporte público hay más aglomeraciones y allí no te lo piden!”.

Y Eloi y Laura, una pareja joven con un bebé, cargan contra la carencia de facilidades para conseguirlo. “¿Tan difícil era que nos dieran una hoja impresa cuando fuimos a vacunarnos? ¿O que nos lo enviaran por SMS? El gobierno da por hecho que todo el mundo tiene internet y tiene un smartphone, ¡pero hay personas que no tienen o que no saben abrir un pdf!”, lamentan los dos. 

Por el contrario, uno de los pocos espacios donde hoy se ha celebrado la aplicación del certificado ha estado en las residencias de gente mayor y personas con discapacitado, donde las visitas lo tendrán que mostrar antes de entrar: “Para nosotros es mejor, tenemos que proteger a nuestros usuarios, que son los más vulnerables”, opina la directora de la residencia Can Regàs, Mònica Soley, que añade que si algún familiar no lo trae, también ofrecen la posibilidad de hacer un test de antígenos.

Y es que el pasaporte covid ha despertado todo tipo de opiniones y reacciones entre la ciudadanía, pero hay quién prefiere mirar el lado positivo de la medida, como Agustina y Ariadna, estudiantes de la universidad: “Es absurdo porque la mayoría de lugares no lo piden y mucha gente los tiene falsificados. Pero si es la manera que esté todo abierto, ¡pues mejor esto que no que vuelvan a cerrar!”.

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