BarcelonaVolver a casa este lunes fue, para muchos, una auténtica odisea. En diferentes salidas de Barcelona, grupos de personas cerraban piña y, al paso de los coches, levantaban los brazos con carteles donde podía leerse cuál era su destino: Cerdanyola, Vilassar de Mar, Mataró, Granollers, Cardedeu... Los más afortunados fueron rescatados. Volver en transporte público era prácticamente imposible. Sin trenes y sin poder comunicarse ni con familiares ni con amigos, no había muchas alternativas. El autobús interurbano estaba completamente saturado.
El autostop de Martina Klein
Una de las personas que tuvieron que idear un plan alternativo para regresar a su casa fue la modelo Martina Klein. La también presentadora ha explicado en conversación con el ARA que estaba en una reunión en el centro del Eixample cuando tuvo lugar el apagón. Cuando se dio cuenta de que el paro eléctrico era más largo de lo habitual, logró ponerse en contacto con su hijo mayor, pero la conexión se cortó antes de que le pudiera decir una dirección concreta donde encontrarse. "Aún no sé cómo lo hizo, pero una hora después de que se cortara la llamada mi hijo me logró encontrar y se plantó frente a la puerta de la oficina donde estaba", explica Klein aún sorprendida.
Ambos salieron de las oficinas con la intención de tronar en su casa, a las afueras de Barcelona, pero el transporte público que utilizan habitualmente había dejado de funcionar, así que la única opción viable fue buscar un taxi. "También nos planteamos volver andando, pero eran más de cuatro horas y teníamos que subir la Arrabassada", explica la presentadora. La opción del taxi tampoco resultó sencilla: "No había manera: el tráfico era caótico y los pocos taxis que pasaban estaban ocupados. Además, empezábamos a tener prisa, porque teníamos que ir a buscar a la hija pequeña, que estaba en la escuela de una población del Vallès".
Martina Klein haciendo autostop en el Eixample.Instagram
Ante la imposibilidad de encontrar taxis libres, Klein pensó que quizás habría algún vehículo que les podría acercar a su destino. vio y pidió al conductor, Siraje, que se detuviera", explica ilusionada, señalando que hay humanidad en medio de la desesperación.
La alternativa de las amistades
En el caso de Silvia, que también vive en el Vallès, volver a pie, a buen ritmo, eran más de cuatro horas. Teniendo en cuenta que viajaba en mochilas con libros escolares y ordenadores, no era muy plausible. Tuvieron la suerte de que una compañera de trabajo les ofreció su coche. No fue fácil salir de Barcelona, porque todo estaba bastante colapsado y muchos semáforos no funcionaban. Además, también sufrieron por la gasolina: pese a pasar por cinco gasolineras, todas tenían las luces de los surtidores apagados. Lo que sí funcionaba era el peaje de los Túneles de Vallvidrera. Se podía pagar con tarjeta, lo que les sorprendió, teniendo en cuenta que prácticamente no funcionaban en ninguna parte. Por ejemplo, no podían comprarse billetes para el transporte público.
Sin refuerzos
Muchos ciudadanos se desplazaron a pie hasta la estación de Fabra i Puig para poder tomar algún autobús interurbano y volver a casa. Sandra, que trabaja en el Museo del Diseño de Barcelona y vive en Sabadell, fue a pie desde la plaza de las Glòries hasta Fabra i Puig para coger el autobús: "Hice la cola más larga de mi vida y pasaron hasta tres autobuses hasta que pude subir. Hoy también tengo que ir a Barcelona, a ver cómo me lo hace". Este martes se ha encontrado la estación de Renfe de Sabadell cerrada y esperaba subir a algún autobús.
Un grupo de profesores de un instituto de Hostafrancs, que el lunes estuvieron haciendo guardia hasta que todos los padres pudieron ir a buscar a sus hijos, también fueron caminando hasta Fabra i Puig con la esperanza de poder subir a un autobús que les devolviera hasta Cerdanyola y Montcada i Reixac. Había cierta frustración, y algunos que hacían cola esperando algún autobús, se preguntaban dónde estaban los refuerzos. "¿Dónde coño están los refuerzos?! Ni están ni se les espera", lamentaba una chica que debía coger un autobús hasta Caldes de Montbui. Otro, con ironía, explicaba que como usuario de Renfe estaba acostumbrado a todo tipo de penalidades. María, que vive en Cardedeu, decía que finalmente a ella la vendría a rescatar a su padre con el coche. "¡He tenido suerte!", aseguraba.
Marc, que vive en Sabadell, decidió tomárselo con calma. Fue a pie hasta Sagrera, donde vive una amiga suya, y se quedó tomando una copa. "Cuando vi que el ambiente y el tráfico estaban más calmados fui a Fabra i Puig a buscar el autobús y, sin problemas ni colas, lo cogí ya las diez de la tarde ya estaba en casa", explica. Gemma, que vive en Hospitalet de Llobregat y trabaja en el Raval de Barcelona, optó por dormir en casa de unos amigos en el barrio de Gràcia.
Este martes por la mañana tampoco ha sido fácil llegar a Barcelona. Los autobuses interurbanos iban llenísimos. Albert, que esperaba el autobús en Ripollet para ir a Barcelona, ha visto cómo el conductor no tenía ninguna intención de parar y hacía gestos con el brazo para que quienes se esperaban tuvieran paciencia y cogieran lo siguiente. Muchos usuarios optaban por coger el coche.
Carreras de 80 euros: los taxistas realizan agosto
Más de una hora de espera. Esto es lo que se tardaba en la terminal T1 del aeropuerto de El Prat en conseguir un taxi el lunes, después de que el gran apagón dejara los trenes y el metro fuera de servicio. cuarenta euros subía fácilmente en los ochenta. "A medida que avanzaba el taxímetro, el pasajero me pedía que buscara vías alternativas, pero todo estaba colapsado", explica un taxista que cobró esto a un usuario.
Algunos taxistas se compadecieron de la gente, como Rubén, que asegura que llevó a una chica gratis: "Me dio pena", dice. También hubo usuarios que compartieron vehículo. costó 180 euros, pero les dejé por 150", dice el hombre. Más allá de los descuentos y de las obras de caridad, de lo que no cabe duda es que el lunes los taxistas hicieron agosto.