De sala de fiestas a refugio para sintecho

La muerte de Amin por frío en el Parc de la Ciutadella de Barcelona genera una oleada de solidaridad

Canovelles"Casualmente, el día que murió le hice una fotografía con un ramo de flores", dice Rabid antes de buscar la imagen en el móvil y enseñarla con un cierto orgullo. La fotografía es perturbadora: el chico no aparece con un ramo de flores sino junto a una corona fúnebre de rosas rojas. Posa ojeroso y con chándal, pero dibujando una leve sonrisa bajo la mascarilla y sosteniendo una rosa en la mano. Es Amin, el chico marroquí que murió de frío la noche del 10 al 11 de enero en el Parc de la Ciutadella de Barcelona. Rabid es su primo y asegura que pasó con él todas las noches a la intemperie excepto algunas horas de esa fatídica noche en la que perdió la vida. La foto que le hizo por pura casualidad es la que ahora ha mandado a la madre de la Amin en Marruecos: "Para que tenga un recuerdo".

Rabid desgrana el relato de lo que pasó esa noche, sentado en una silla de una sala de fiestas. Sí, una sala de fiestas. Es donde ahora ha conseguido resguardarse. Después de que corriera la noticia de que dos hombres sin hogar de origen marroquí habían muerto en Barcelona cuando las temperaturas cayeron en picado, un grupo de compatriotas decidieron que no se podían quedar con los brazos cruzados y que tenían que hacer algo. Cogieron sus coches y recorrieron la ciudad buscando a personas que durmieran en la calle y las llevaron a un polígono industrial de Canovelles, en el Vallès Oriental, donde un marroquí tiene una nave habilitada como sala de fiestas para celebrar bodas, bautizos y otras celebraciones. La nave estaba cerrada desde marzo, cuando empezó la pandemia. Ahora, hace poco más de una semana, se ha reabierto como refugio para sintecho. Así es como Rabid llegó ahí.

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El lugar sorprende casi tanto como la fotografía de Amin posando sonriente junto a una corona fúnebre: es un espacio amplio decorado con flores de plástico, arcos en forma de palmera, luces vistosas y bolas de espejo en el techo como las que hay en las discotecas. En el suelo han colocado colchones con mantas. Rabid tiene uno asignado y asegura que a Amin le habría encantado tener un lugar así para dormir y no los cartones sobre los cuales intentaba descansar cada noche.

Rabid es un chico bajo, flaco, de piel oscura y pelo negro coronado con una vistosa franja teñida de rubio, como si fuera una cresta. Dice que él nació en 1996, pero no sabe precisar cuántos años tenía su primo exactamente: "Unos 26 o 27”. Sí tiene claro que los dos llegaron a Barcelona hace pocos meses –él procedente de Las Palmas y Amin de Italia– para buscar trabajo, pero no tuvieron mucha suerte. De hecho, asegura, Amin estaba deprimido: comía poco y bebía mucho. La noche que murió se había bebido una botella de whisky él solo, y después compartió otra con Rabid y otro primo que también dormía con ellos en la calle.

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"Beber whisky era la única manera de entrar en calor", aclara Rabid. ¿Que de dónde lo sacaban? "Pues conseguíamos cuatro o cinco euros vendiendo chatarra, íbamos a un supermercado a comprar una lata de sardinas y, de paso, nos llevábamos una botella de whisky escondida", contesta. O sea, que lo robaban.

Después de beber, sigue explicando el chico, fueron al Parc de la Ciutadella. Tuvieron que saltar la valla para entrar, porque por la noche está cerrado. Dormían siempre ahí, asegura: los tres abrazados para protegerse del frío y acurrucados bajo dos mantas y un plástico. Pero esa noche Rabid y el otro primo se fueron y dejaron solo a Amin. "Teníamos hambre y fuimos a buscar comida. Avisamos a Amin, pero estaba tan borracho que no nos hizo caso". Cuando salieron del parque empezó a llover, los dos chicos se refugiaron en un portal y ya pasaron la noche ahí. Cuando al día siguiente volvieron al parque encontraron a Amin tumbado en el lugar donde lo habían dejado, rodeado de policía y un montón de gente. Estaba muerto.

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Rabid empezó a llorar, en estado de shock. "Si no hubiera encontrado a esta gente yo también habría muerto", murmura ahora en referencia a todo este grupo de marroquíes que se han movilizado altruistamente y han convertido la sala de fiestas en un refugio. El propietario, Abdel Kader Batik, que no se lo pensó dos veces para ceder el local, cree que esto que hacen ellos "lo tendrían que hacer las administraciones".

En la sala de fiestas duermen 21 chicos, la mayoría procedentes del Magreb. Como Ahmad, de 21 años, que antes de llegar pasaba las noches acurrucado en un coche. Dice que aceptó ir a la sala de fiestas porque los que le ofrecieron ayuda se dirigieron a él hablando en árabe. O Ahmed, también de 21 años, que antes dormía en un parque de Barcelona y ahora está encantado: asegura que la sala de fiestas no tiene nada que ver con albergues con los que ha estado. "Aquí nos hacen nuestra comida favorita".

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El viernes varias jóvenes marroquíes cocinaron cuscús con carne, que sirvieron en grandes bandejas humeantes que desprendían un olor delicioso. Vecinos y voluntarios compran la comida, del mismo modo que también se han encargado de traer los colchones, las mantas y todo lo que hay en la sala de fiestas para ayudar a los sintecho. De hecho, la iniciativa ha generado tal movimiento de solidaridad que ha sorprendido incluso a sus promotores.

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El viernes agentes de los Mossos d'Esquadra y de la Policía Local de Canovelles irrumpieron en la sala de fiestas unas cuantas veces. Abdel Kader espera que no la desalojen, aunque solo sea por la memoria de Amin y para que nadie más corra su misma suerte.