después BarcelonaUn mes después de que se identificara el primer caso de covid en la región china de Wuhan, la Organización Mundial de la Salud (OMS) consideraba una cuestión “importante pero no urgente” la que ahora es la primera gran crisis sanitaria del siglo XXI. Todavía no se hablaba de pandemia –la denominación llegaría el 11 de marzo–, el nombre provisional del virus era 2019-nCov y se sabía muy poco de él, a pesar de que ya se habían confirmado 7.800 infecciones y 200 defunciones en una veintena de países. Pero el 30 de enero del 2020 la agencia de las Naciones Unidas hizo una declaración de emergencia de salud pública de importancia internacional que reconocía que el nuevo coronavirus era una enfermedad grave, repentina e inusual, que podía afectar la salud pública mundial y requerir una acción internacional coordinada e inmediata. Si bien a efectos prácticos no fue más que un toque de atención, con esta declaración la OMS apelaba directamente a los gobiernos: los apresuraba a prepararse para “una posible circulación sin precedentes” y les recomendaba reforzar las redes de vigilancia epidemiológica para cortar las cadenas de transmisión y que el foco de la China no se reprodujera.
Ahora se sabe que la inacción de los primeros meses por incertidumbre y escepticismo allanó el camino a una amenaza microscópica que se ha propagado sin control. En el caso de Catalunya, que tardaría todavía unas semanas a vivir el gran brote de la Conca d'Òdena (Anoia), se tardó demasiado en reaccionar. Hasta el 25 de febrero no se registró ningún positivo, pero entre el grito de alerta de la OMS y esta confirmación, más de una veintena de días de diferencia con decenas de casos sospechosos, no se hicieron cambios sustanciales en la vigilancia epidemiológica a pesar de que los teléfonos de sus técnicos hervían de mensajes. "A principios de año ya había desazón pero se nos decía que exagerábamos un poco demasiado, que era deformación profesional y que nos preocupábamos en exceso", recuerda un técnico del sistema que prefiere mantener el anonimato. El tiempo le acabó dando la razón.
“En enero costaba de creer que la información que nos llegaba de la otra punta del mundo pudiera llegar a ser una amenaza como la que ha supuesto. Ahora es fácil decirlo, pero no fue evidente hasta que la tuvimos junto en casa o se encontraron los primeros casos”, admite el subdirector general de vigilancia y respuesta a emergencias de la Agencia de Salud Pública de Catalunyña, Jacobo Mendioroz. Entonces, dice, la Agencia de Salud Pública de Catalunya tenía escasos recursos, pero adaptados a la vigilancia de casos esporádicos de enfermedades de notificación obligatoria, como la meningitis o la legionelosi, que nunca han colapsado el servicio.
Caso a caso en un Excel
El sistema de rastreo durante las primeras olas era muy clásico y académico –detectar los casos, indicarles el aislamiento y entrevistarlos para hacer seguimiento de los contactos– y el procedimiento muy lento porque el acceso a las pruebas diagnósticas era muy limitado y había un decalaje grande entre que se recibía el resultado y se activaba el circuito. Además, tecnológicamente había muchas carencias que todavía no se han resuelto del todo, si bien han mejorado. "Entonces se tenía que ir persona por persona y lo hacíamos todo de manera manual. Se apuntaban los casos en un archivo Excel y las comunicaciones se hacían por correo electrónico", recuerda Mendioroz.
Esta metodología casera era adecuada para "un brote de paperas" pero, sin duda, no para un goteo de infecciones que no hacía más que acelerarse. "Con el covid no funcionaba por dos motivos muy sencillos. El primero, que el virus hacía tiempo que circulaba de forma oculta y cuando se nos avisa que empieza el fuego, el volumen de casos ya era ingente. El segundo, que es un virus muy transmisible, se propaga mucho mediante asintomáticos o incluso antes de presentar síntomas y, por lo tanto, es muy difícil trazar las cadenas de transmisión", radiografía el epidemiólogo del Hospital Clínic Antoni Trilla.
Vigilancia epidemiológica requería una inyección económica para modernizar el sistema y disponer de herramientas informáticas potentes para recoger los datos automáticamente y canales de comunicación compartidos con el territorio para agilizar la identificación de los casos y de los contactos. "Este es el cambio fundamental que se ha hecho en estos dos años", destaca Mendioroz. La mejora es tan evidente que, desde hace unas semanas, no solo se declaran y publican datos diarios de contagios, sino que se hace el envío automático de mensajes a los contactos estrechos de un caso o se admite la autodeclaración de positivos con tests de antígenos, por ejemplo. "ESto era impensable antes", coinciden las fuentes consultadas.
3.500 profesionales
El covid desbordó unos equipos que, en el mejor de los casos, estaban formados por una decena de técnicos. "Éramos muy pocos y nos preguntaban si todo el trabajo que hacíamos tenía sentido. Empezamos a perseguir el virus cuando ya estaba totalmente descontrolado y íbamos diez pasos por detrás", explica el técnico de vigilancia epidemiológica. La capacidad de rastreo se perdía a partir del millar de casos diarios y Trilla deja muy clar que el que faltaba en Salud Pública eran recursos, porque la dedicación de los profesionales era plena. "Los preventivistas siempre decimos que la Salud Pública es la cenicienta de la sanidad. Siempre ha sido la que menos dinero ha recibido y un servicio que tiene que ser proactivo ha actuado de forma reactiva", dice.
Mendioroz admite la carencia de personal pero destaca que ampliar plantillas no es fácil porque hacen falta especialistas en epidemiología y enfermedades infecciosas para instruir y supervisar la gestión. El también responsable de la respuesta covid en Catalunya detalla al ARA que en los últimos dos años se han hecho cambios para cubrir la demanda excepcional y se han incorporado unos 3.500 profesionales al servicio. La primera contratación extra, de 115 profesionales, se hizo en marzo del 2020 por la urgencia del brote de Igualada.
Progresivamente, se va sumando más personal: se refuerza el servicio de urgencias para cubrir las noches y los festivos, se contratan un centenar de profesionales para cubrir específicamente las residencias y se instruyen los gestores covid de la atención primaria y los referentes escolares. Además, se forman 1.100 rastreadores con perfil administrativo para apoyar al rastreo, primero mediante el polémico contrato con Ferrovial y, posteriormente, vinculados a la atención primaria.
Pero la sensación de impotencia por ir detrás del virus se ha mantenido durante toda la pandemia. "En las últimas olas hemos tenido capacidad para rastrear hasta 3.000 contagios diarios, pero con una cifra más elevada se hace insostenible", apunta Mendioroz. Actualmente, hay más de 30.000 al día y cada vez que se dispara la curva, Salud declara la fase de mitigación y abandona gran parte del control no urgente para priorizar los espacios más vulnerables, como las residencias. Una estrategia que se orienta hacia la convivencia con el virus o lo que se conoce como gripalizacióndel covid.