Los CAP, las principales 'antenas' para detectar la violencia física y sexual contra los menores
La mitad de las agresiones a niños las comete alguien de la familia y la atención primaria reforzará la formación de los profesionales
BarcelonaUno de cada cinco menores de edad puede haber vivido algún tipo de violencia sexual, según estimaciones europeas. En el mundo, uno de cada cuatro adultos describe haber sufrido violencia física en la infancia. Cada vez se detectan más casos de violencia infantil –sexual, física, psicológica y por negligencia– y, en Barcelona, la unidad referente de atención a las violencias hacia la infancia y la adolescencia del Hospital Vall d'Hebron, bautizada como EMMA, la demanda crece desde 2021. Los profesionales sanitarios derivan más de la mitad de los casos (58%) que se atienden y hasta un 40%, la atención primaria. Pero todavía no es suficiente. Por eso, las expertas del equipo EMMA harán este martes un curso formativo para un centenar de pediatras, enfermeras y trabajadoras sociales de los CAP y centros de salud mental infantil y juvenil (CSMIJ) para ayudarles a detectar las señales más invisibles asociados a los abusos o agresiones, que pasan más desapercibidos que los azules o fracturas óseas.
Los equipos como el EMMA ven los casos más graves y sobre todo de violencia sexual. "Pero hay muchos casos, de momento indeterminados, que no se detectan. La formación y la sensibilización de los profesionales que trabajan con niños y adolescentes es muy importante para identificar los casos que no nos llegan y poder frenar las agresiones, proteger a los niños y niñas y que su salud no se resienta", asegura la pediatra y coordinadora de EMMA, Anna Fàbregas. Y la atención primaria juega un papel clave. "En los CAP tenemos una relación muy directa con ellos y una oportunidad para establecer una relación de confianza", afirma Anna Castelló, pediatra del CAP Pare Claret y asistente a la formación, que se dirige a profesionales de cualquier servicio, también a urgencias.
Los indicios de alerta para identificar posibles niños víctimas de violencia sexual, apunta, varían según la edad del paciente. La más clara son las señales físicas y la verbalización. Algunos lo explican de inmediato, pero la mayoría sufren una situación de bloqueo que les imposibilita explicar los hechos, a menudo, durante años. Por vergüenza, por culpabilidad o por coacción del agresor (hasta un 83% de los casos el agresor es un conocido y en el 50% de la familia).
En niños de poca edad, hay que fijarse y preguntar por posibles cambios de conducta que no tienen una explicación clara, como pesadillas, miedos, actitudes sexualizadas por su edad, rechazo de alimentos (si antes no estaba) o retrasos evolutivos. En niños mayores o adolescentes, por ejemplo, el bajo rendimiento académico, el aislamiento, la agresividad, el abuso de tóxicos o las relaciones y conductas de riesgo, como por ejemplo tentativas de suicidio, pueden esconder episodios violentos.
La respuesta a la consulta es muy importante para que la criatura se abra a hablar de ello y, por eso, uno de los objetivos principales de la jornada es que los profesionales "pierdan el miedo" a la reacción de las familias, porque pueden darles situaciones difíciles y agresivas y malentendidos. Por un lado, porque el agresor puede ser la persona que acompaña al menor a la consulta. Por otro, porque la familia puede sentirse amenazada o culpabilizada por los hechos.
"Tanto la familia como el profesional deben entender que, cuando hace una notificación, no se está denunciando, sólo se está poniendo en conocimiento una sospecha y cumpliendo un protocolo obligatorio. Las administraciones son las que investigan y toman medidas de protección", explica Fàbregas. Los CAP tienen ya protocolos de actuación ante las sospechas: la alerta se remite a los servicios de protección al menor (dirección general de Atención a la Infancia y la Adolescencia), la Fiscalía de Menores y el juzgado de guardia.