Cáncer

"Cuando te curas de un cáncer pierdes el derecho a quejarte, como si ya tuvieras bastante con estar viva"

Muchos pacientes recuperados de cáncer se enfrentan después a problemas para encontrar trabajo, alquilar un piso o restablecer su vida social

Yaiza Cumelles paciente recuperada de leucemia de la fundación Josep Carreras
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BarcelonaLa Yaiza Cumelles del 2013, cuando tenía 21 años y acababa de ser diagnosticada de un linfoma muy agresivo, no pensaba que lo peor de sufrir un cáncer empezaría cuando estuviera recuperada e intentara encontrar trabajo, alquilar un piso o conocer gente. A pesar de que ahora está en remisión –no hay signos de cáncer en su cuerpo–, su antecedente oncológico siempre pasa por delante. Durante cerca de siete años buscó de hospital en hospital para encontrar un tratamiento que le salvara la vida. Y lo consiguió con una terapia experimental y un trasplante de médula ósea. Por fin, parecía que en 2020 empezaba una nueva etapa. "Pero pronto entendí que fuera del hospital solo encontraría puertas cerradas. El cáncer te apalea y después te lanza a la vida real para que te espabiles sola, sin ningún tipo de acompañamiento. Mientras tienes cáncer eres una luchadora, una heroína y tienes mucha fortaleza, pero cuando te curas pierdes el derecho a quejarte porque hay muchos que no lo superan. Como si tú ya tuvieras bastante solo con estar viva. Y no es así: antes pensaba que me moriría, pero ahora mi problema es que no encuentro trabajo, me encuentro mal o no me siento cómoda con mis cicatrices y tengo derecho a decirlo". 

Solo le faltaban dos meses para acabar la formación de maquilladora profesional cuando el cáncer llegó a su vida. Yaiza siempre ha querido trabajar en el mundo de la estética y los espectáculos, pero la enfermedad la ha obligado a renunciar a ello. No solo no pudo retomar los estudios después de los tratamientos, que se alargaron más de lo esperado y entre los cuales había quimioterapia, autotrasplantes y terapias experimentales, sino que las secuelas que arrastra también le impiden ahora dedicarse a algo que implique pasar muchas horas de pie, hacer fuerza con las manos o gastar mucha energía. Tiene problemas de visión, osteoporosis y artrosis y un cansancio general. “En el momento en el que me quitaron los inmunosupresores, me puse a buscar trabajo. Hacía cinco años que no salía sola a la calle o que no cogía un autobús, pero era lo más urgente", recuerda. 

Y la laboral fue la primera puerta que encontró cerrada. El mismo día que le comunicaron que estaba en remisión del cáncer, cuando todavía no había asimilado emocionalmente o psicológicamente que estaba curada, empezó a buscar trabajo: “En todas las entrevistas tenía que justificar que había estado siete años sin trabajar porque había vivido en los hospitales para recibir tratamiento contra el cáncer. Y entonces comprobé que es cierto que hay discriminación a la hora de contratar a personas que hemos pasado una enfermedad, porque las empresas piensan que rendirás menos o que cogerás muchas bajas".

Yaiza había tenido experiencia laboral de muy jovencita de camarera y de dependienta, pero su cuerpo ya no puede soportar jornadas como aquellas. “En las entrevistas de trabajo me preguntaban: '¿Estás preparada para trabajar?', y yo misma les tenía que admitir que no lo sabía, porque hacía solo dos semanas que me habían ingresado en el hospital", explica. Había gente que le recomendaba no explicar que había tenido cáncer para que no la discriminaran. "Pero, ¿qué tenía que hacer? ¿Decirles que me había pasado los últimos años encontrándome a mí misma en Vietnam?”, ironiza. 

En los últimos dos años ha trabajado en tres lugares y siempre ha tenido problemas para conseguir condiciones flexibles. El último trabajo era en un servicio de atención al cliente con jornada reducida, pero la despidieron hace dos semanas. “Solo había cogido una baja, pero la empresa decía que no estaba dispuesta a mantenerme por si cogía más. Mi historial médico solo tendría que importarle a mi médico, porque cualquier otra persona solo lo usará para poner trabas", denuncia. Y como no puede trabajar a jornada completa, tampoco puede alquilar una habitación en Barcelona, donde ha nacido y vivido casi toda su vida. Se ha visto obligada a mudarse a Tarragona.

Convivir con un cuerpo nuevo

Curarse del cáncer y volver a un mundo que había seguido avanzando en paralelo mientras vivía aislada en una habitación fue muy complicado. “Es un salto mortal. Han pasado siete años y me he perdido muchas experiencias: cumpleaños a los que no he podido ir, novios de amigas que no he conocido, viajes que no he hecho o experiencia laboral que no he podido tener. Ya no soy la chica de 21 años, sino otra de 27 que tiene que descubrir su nuevo cuerpo y sus nuevas limitaciones", explica. La mayoría de amigos que tenía a los 21 años ya no están y ahora, asegura, le cuesta mucho conocer a gente de cero. “Cuando le explicas a alguien que has superado un cáncer, la relación cambia. Las conversaciones se vuelven extrañas, la gente no se siente cómoda ni sabe cómo tratarme y, por lo tanto, yo también me siento incómoda. Me doy cuenta de que tengo pocas cosas en común con ellos, que yo sé mucho de quimioterapias, pero no de salir de fiesta. Y todo esto me hace tener más cosas en común con mi abuela que con las chicas de mi edad”.

Este muro también se lo encuentra a la hora de intimar. “Mi cuerpo no es el mismo que antes: tengo muchas cicatrices, la piel ha quedado como extraña, tengo poco pelo. En el tema sexo, es habitual tener vaginismo después del tratamiento, y verme o que me vean desnuda me es incómodo", explica. Y añade: “A veces parece que ya no podré tener nunca sexo solo para disfrutar, que siempre tendré que explicar qué he superado para hacerlo y muchas veces no te apetece pasar por eso". A Yaiza también le preocupa no poder tener hijos: “Después de un cáncer muchas nos quedamos estériles, pero no se nos informa de qué opciones tenemos para poder ser madres en un futuro”. A ella nadie le explicó que podía congelarse óvulos antes de que fuera demasiado tarde y para adoptar también le ponen trabas, dice, porque no es solvente económicamente, le cuesta conocer gente nueva o tener una pareja. “He superado un cáncer, pero lo que viene después, tal como están las cosas, no es mucho mejor", lamenta.

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