Barcelona"Sal como quieras, pero no salgas sin condones. Es la única manera de protegerte del VIH y de las infecciones de transmisión sexual (ITS)", reza la última campaña del ministerio de Sanidad para concienciar sobre el impulso de contagios de clamidia, gonorrea y sífilis que se vive en el Estado. Desde hace una década, las infecciones bacterianas que se contagian sexualmente no hacen más que crecer y Catalunya es, con diferencia, el territorio que más diagnostica: solo el año pasado notificó 19.866. El uso del preservativo sigue siendo la principal recomendación de las autoridades sanitarias para reducir el riesgo de contagio –previenen el 90% de las ITS–, pero la barrera de látex no es infalible, sobre todo si se utiliza mal –a menudo se asocia a la eyaculación y no se pone hasta el final de las relaciones sexuales–, o está ausente durante el sexo oral.
Estas conductas al alza, sumadas al hecho de que la mayoría de las infecciones no dan ningún síntoma, hace que cada vez más gente opte por hacerse pruebas de detección de ITS regularmente, sobre todo si tienen múltiples parejas, para cuidar su salud sexual, para asegurarse de que no se han contagiado y de que, a su vez, tampoco están propagando ninguna ITS. "De hecho, todo el mundo con una vida sexual activa con más de una persona tendría que hacerse controles rutinarios", afirma Adrià Curran, médico del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Vall d'Hebron.
Año tras año, la incidencia de todas las ITS ha aumentado, salvo el virus del papiloma humano (VPH) y el VIH, que están estabilizados, según Curran. Las enfermedades bacterianas han crecido un 25% cada año desde el 2015, y la clamidia es la más frecuente, seguida por la gonorrea y la sífilis. "Es evidente que hay factores conductuales que pueden vincularse a ello, como un menor uso del preservativo o el incremento de prácticas sexuales con más vulnerabilidades, como el uso de drogas –Chemsex–, pero también hay más conciencia entre las personas que tienen múltiples parejas a la hora de hacerse cribajes rutinarios", dice Jorge García, del Centro de Salud Internacional y Enfermedades Transmisibles Drassanes, referente en ITS en Barcelona y Catalunya.
Las recomendaciones sanitarias indican que la población con una vida sexual activa tendría que hacerse al menos un test de detección de ITS al año, mientras que colectivos con más exposición –personas que tienen múltiples parejas o tienen sexo esporádico en entornos de ocio, hombres que tienen sexo con hombres o trabajadoras sexuales– se los tendrían que hacer cada tres meses. Es el caso de Xavi, que hace años que participa en cribajes de ITS porque, dice, conoce “el peligro que supone contagiarse”. Tiene una relación abierta con dos chicos desde hace cinco años y toma la pastilla que evita la infección del VIH –profilaxis de preexposición (PrEP)–, de forma que cada tres meses le hacen pruebas para comprobar la adherencia al tratamiento preventivo. En estos controles, por protocolo, también le hacen tests para identificar posibles infecciones bacterianas. “Así descubrí que me había contagiado de clamidia y gonorrea, porque nunca experimenté síntomas. Sin la prueba, no lo habría sabido nunca y quizás lo habría propagado”, dice.
Pol explica una historia similar. Hace ocho años que es usuario del BCN Checkpoint, centro comunitario pionero y especializado en VIH e ITS en Barcelona, y asegura que la sífilis está "a la orden del día" en Barcelona. Él mismo se contagió. Hace la PrEP, y las pruebas trimestrales siempre le han salido negativas. "Como se pueden curar, parece que las ITS son un mal soportable, pero a mí siempre me han preocupado", admite. Y hace un tiempo descubrió que sufría sífilis por un test rutinario. "Fue un shock, porque siempre me he cuidado mucho y me he hecho pruebas. Te podría decir el día, la hora y con quién estuve cuando me infecté, y es frustrante", explica. Recuerda que fue adolescente en los años 90, cuando la libertad sexual de los gays estaba castrada por el miedo y la epidemia del VIH.
Los hombres que tienen sexo con hombres han sido un colectivo estigmatizado y las asociaciones y ONGs se han encargado de generar una conciencia de autocuidados entre ellos "superior" a la que tienen otros grupos poblacionales, afirma García. "Desde que los tratamientos permiten que la infección sea indetectable e intransmisible, me fue mucho más fácil tener intimidad, sobre todo con chicos seropositivos en tratamiento. Me daban tranquilidad porque sabía que miraban su salud sexual con lupa", admite. Fue en ese momento cuando, dice, se dio cuenta de que también se tenía que hacer pruebas regularmente. "Como no se trata ni de tener una vida sexual nula ni de tenerla disoluta, me animé a hacerme cribajes. De esto ya hace ocho años", dice.
La mayoría son asintomáticas
El 83% de los casos de gonorrea en Catalunya corresponden a hombres y el 58%, a hombres que tienen sexo con hombres. Pasa lo mismo con la sífilis: ellos representan el 88,5% de los afectados, y el 76,7% son gays o bisexuales. Los expertos consultados señalan la pérdida de miedo al VIH y la extensión de la PrEP –en Catalunya se da la mitad de la PrEP que se hace en España– como factores que explican que algunos hombres que tienen sexo con hombres se hayan “relajado” en su protección sexual ante las infecciones bacterianas, a pesar de que la viruela del mono (que no es una ITS como tal, pero el brote actual en España es eminentemente de origen sexual) demuestre el elevado grado de compromiso del colectivo con la salud pública. "En Catalunya hemos administrado la mitad del total de dosis de la vacuna de la viruela de España", puntualiza García.
El menor uso del preservativo es generalizado y afecta a toda la población. La clamidia afecta sobre todo a mujeres (53%) heterosexuales y, de hecho, es la ITS que más ha crecido en los últimos años; se ha multiplicado por seis desde el 2016. "Las ITS son un efecto no deseado de una mejora social, que es la libertad sexual del colectivo LGTBI y de las mujeres", afirma García. Y esto, según el director del Centro Joven de Atención a las Sexualidades (CJAS) de Barcelona, Jordi Baroja, hace que cada vez más mujeres jóvenes se interesen por su salud sexual y rompan tabúes. "Una parte importante de las ITS se dan en menores de 25 años, y la inmensa mayoría son asintomáticas. Hasta hace unos años, solo una de cada cuatro chicas venía a hacerse pruebas rutinarias, y ahora el 60% de las chicas que atendemos hacen seguimiento", asegura.
Anna (nombre ficticio) sufrió clamidia, pero inicialmente creía que era una candidiasis, una infección causada por un hongo. "Tenía mucho flujo vaginal, me dolía mucho hacer pipí o tenía que parar las relaciones sexuales porque me dolía", explica. Como era muy joven, no sabía a quién recurrir y su novio de entonces, dice, no le inspiraba confianza. "Ellas, cuando son jóvenes, tienen el tejido de la mucosa del útero y la vagina menos desarrollado y más riesgo de contraer ITS. Además, sufren más violencia sexual. Por ejemplo, tienen menos herramientas para negociar sobre cómo quieren que sea el sexo; si usan condón o no", añade Baroja. En un primer momento, a Anna le daba vergüenza explicar a sus amigas o a su familia que tenía clamidia. "Ahora sé que no pasa absolutamente nada, porque llega un momento en el que te das cuenta de que es lo mismo que una analítica de año en año para saber si estás bien de hierro. Lo haces para comprobar que estás sana y, además, que no haces daño a nadie más", afirma.
"Las ITS afectan a todo el mundo"
Las ITS bacterianas no se conocen tanto como las víricas, como el VIH. Son más benignas a priori y el gasto sanitario para su detección y tratamiento también es menor (se curan con antibióticos). Con todo, la OMS ya avisó en 2016 de que cada vez será más difícil tratarlas por la resistencia antimicrobiana, sobre todo ante la gonorrea, y pueden causar consecuencias a medio o largo plazo. Más allá de la inflamación anal o vaginal, o los dolores pélvicos que puede causar, en mujeres hay un riesgo alto de infertilidad asociado, por ejemplo. Y la sífilis, si no se trata, puede degenerar en problemas neurológicos graves con el paso del tiempo. En general, el alcance de las prácticas de autocuidados sexuales todavía tienen mucho camino por recorrer, pero el grupo de hombres heterosexuales es el que cuesta más de captar. "Ahora estamos pagando algunos peajes de políticas de salud pública que se hicieron de buena fe en el pasado y que ahora hay que revisar. Se fio todo a enviar mensajes a colectivos concretos, con el estigma que viene asociado, y ahora todavía tardaremos mucho en hacer entender que las ITS afectan a todo el mundo", afirma Baroja.
El escenario ideal sería que las pruebas de ITS llegaran a toda la población y que la gente conociera el sistema sanitario y comunitario "tan potente" que hay en Catalunya, sobre todo en Barcelona, para visitarse y hacerse los controles, según Baroja. La realidad, sin embargo, es que la educación sexual y afectiva está "mal encarada". "Siempre se ha dado demasiado peso al condón, también a la abstinencia, pero no al autocuidado. El riesgo cero no existe y cada uno elige qué mecanismos usa para protegerse y cómo gestiona sus riesgos. En cambio, los jóvenes siguen bombardeados con mensajes de miedo", añade el director del CJAS.
Para García, el problema es que no hay suficientes dispositivos para que los controles rutinarios puedan tener un impacto real, es decir, que disminuyan la cantidad de ITS. "Las unidades activas tenemos margen para dar respuesta a los cribajes que hacemos ahora, pero ya tenemos una actividad muy intensa. No sería asumible hacer pruebas a toda la población activa sexualmente a pesar de que nuestro sistema es uno de los mejores de España", dice. De hecho, si los diagnósticos de ITS en Catalunya superan de largo a los del resto de comunidades, incluida Madrid, es porque estas "no las buscan", dice Baroja. "El aumento también obedece a los registros: se detectan y notifican más casos", añade.