Midiadas en verano: ¿largas, cortas o mejor no hacerlas?

Emilia Redolar, neurocientífica y profesora de los estudios de ciencias de la salud de la UOC, explica que la siesta óptima debe durar veinte minutos, aunque podemos alargarla hasta una hora y media sin que sea perjudicial. Es a partir de los noventa minutos que una becaina podría tener efectos negativos, puesto que puede generar una sobrecarga mental y repercutir negativamente en las horas de sueño de la noche posterior.

Según Redolar, por tanto, ajustar las siestas estivales a la ventana de tiempo razonable (entre veinte y noventa minutos) puede ser beneficioso en el ámbito de la neurociencia. Para su defensa, cita evidencias contrastadas con publicaciones científicas. Varios estudios han llegado a la conclusión de que realizar una siesta de duración óptima es positivo en diferentes aspectos.

En primer lugar, mejora el rendimiento cognitivo en cuanto a las tareas que miden la memoria a corto plazo, las relacionadas con la ejecución y en aquellas que miden el rendimiento visuomotor (que es la capacidad de coordinar la visión con los movimientos del cuerpo). También se han realizado estudios de neuroimagen que demuestran que hacer siestas hace que las diferentes redes neuronales funcionen mejor, como por ejemplo la llamada Default Mode Network (DMN), muy importante para el pensamiento creativo y el pensamiento abstracto. Por tanto, la segunda conclusión es que mejora el funcionamiento de nuestro cerebro.

Por último, una buena becaina es positiva para la salud mental, ya que mejora la capacidad para controlar la respuesta de estrés.