Salud

"¡Las mujeres también somos calvas!"

La asociación A Pelo visibiliza y normaliza la alopecia para que ninguna afectada se sienta obligada a disimularla con pelucas

BarcelonaLos ojos cerrados y los labios apretados en un gesto de disgusto. Y silencio. No porque las palabras no le importen o las risas no le hagan daño, sino porque el señalamiento y la burla en público la paraliza. Júlia Vincent dice que se reconoce a ella misma en la expresión de fastidio y en la incapacidad de reacción de la actriz Jada Pinkett Smith el pasado domingo en la gala de los Oscar, cuando fue objeto de un comentario fuera de lugar y de mal gusto sobre su alopecia, una enfermedad que comporta la pérdida de cabellos de manera parcial o total. “Leo perfectamente en su cara la incomodidad y el sufrimiento, que está harta, que no entiende por qué aquel hombre tiene derecho a opinar sobre si tiene cabellos o no o a hacer un intento de chiste haciéndole daño", afirma. Elisabet Rodríguez también se siente reflejada: "Todas las mujeres con alopecia hemos hecho aquella cara en algún momento, pensando: «Otra vez de nuevo, no era necesario»".

Tanto Vincent como Rodríguez tienen alopecia y reivindican su calvicie. "¡Las mujeres también somos calvas!", exclama Júlia, a quien le gusta decir que es "pelona". Durante 23 años ha escondido la caída de los cabellos bajo una peluca –"Prefería ir en pelotas que hablar sobre el tema, imagínate enseñarlo", dice– y no quería oír ningún comentario sobre su alopecia, que empezó a notar cuando solo tenía 7 años. No fue hasta hace pocos años que esta profesora de secundaria se atrevió a dejar de disimular la calvicie. Ahora, además, canaliza su lucha de aceptación personal en la asociación A Pelo, un grupo de apoyo para mujeres (y también niños) sin cabellos que lucha para visibilizar y normalizar la alopecia, y de la cual es cofundadora.

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Elisabet también es parte de esta comunidad, que ya cuenta con un centenar de asociadas. Ella tuvo alopecia areata (en la que el sistema inmunitario ataca los folículos pilosos) desde los 8 años, y durante más de veinte años "trampeaba" con peinados, pañuelos y diademas para pasar desapercibida. A los 34 años, y en cuestión de meses, le cayeron todos los cabellos, y su primera reacción fue llevar peluca. "Tardé tres meses en sacármela por siempre jamás. La peluca tiene que ser una opción, no una imposición, y llevarla y tenérmela que sacar cada vez que llegaba a casa me hacía recordar que lo tenía y que lo estaba escondiendo", recuerda. Ya no lleva. Dice que lo tiene asumido y aceptado, pero entiende que la gente todavía pueda mirarla en la calle. "Es normal que lo hagan porque no está normalizado, porque no hay mujeres calvas en la televisión. Si yo no lo sufriera, quizás tampoco pensaría en ello –añade–; de los 8 a los 34 años no conocí a ninguna mujer calva".

Dicen que a menudo las confunden con pacientes en quimioterapia. "A veces me paran por la calle para felicitarme o para darme ánimos, o en el metro me dejan sentar porque piensan que estoy enferma", comenta Elisabet. "Entonces a mí me gustaría decirles: pero que decís, si solo soy calva", coincide Júlia. Lo que no se puede tolerar, dicen las entrevistadas, son los comentarios invasivos y los excesos.

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Peluca: ¿decisión o imposición?

Para muchos, la alopecia puede parecer una condición meramente superficial –hay muchas clínicas y empresas que lo aprovechan para vender productos o tratamientos que no sirven y que, además, son caros–, pero cuando afecta a la mujer, y precisamente porque ya sufre una gran presión sobre su imagen corporal y estética, la calvicie se rodea de tabúes. A pesar de que también hay muchos hombres que viven acomplejados, la calvicie en hombres está más aceptada, pero en mujeres el sufrimiento se acentúa: la melena es un atributo socialmente atractivo que se relaciona con la feminidad, y perderla supone un golpe que distorsiona la propia imagen. Perder los cabellos puede hacer que la mujer deje de reconocerse a sí misma. "A todas nos presionan para ser delgadas, pero la importancia que le da la sociedad a los cabellos de la mujer pasa desapercibida hasta que no desaparecen", explica Vincent.

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Rodríguez dice que las miradas están ahí, si las buscas. "No existe una manera de estar bien y cada una tiene que hacer lo que puede. Si necesitas llevar peluca, fantástico. Si no la quieres, no la lleves. Para mí es muy incómoda", añade Júlia. De hecho, las entrevistadas plantean que a menudo el uso de este recurso no es decisión personal, que muchas mujeres se sienten obligadas a llevar la peluca por el qué dirán o para evitar que la gente se fije en ellas, puesto que la idea que impera es que la mujer calva no decide salir a la calle sin peluca si lo puede evitar. Por eso aseguran que la idea errónea de que las mujeres con alopecia tienen que esconder tanto sí como no su cabeza se combate con visibilidad, empezando por las mismas afectadas, a través de asociaciones como A Pelo, que sirve de red de apoyo. "Organizamos encuentros, nos comunicamos por WhatsApp y nos llamamos por teléfono cuando sufrimos una situación complicada o si aquel día nos levantamos y lo llevamos peor, como puede hacer cualquiera con su entorno", relata Elisabet.

Las entrevistadas reivindican la necesidad de normalizar la falta de cabellos en mujeres, como precisamente intentó hacer la actriz Jada Pinkett Smith, que compartió con millones de seguidores que sufría esta enfermedad. "Pero explicarlo no es aceptarlo y aceptarlo tampoco es estar fantástico en todo momento y tener que tolerar comentarios de este tipo", dice Júlia. El incidente en la ceremonia más importante del cine podría ser una oportunidad para normalizar la alopecia femenina, para que mujeres que la sufren sepan que no están solas. "Los Oscar están guionizados, si querían hablar de esto podrían haberle llamado. Pero no lo hicieron y lo que pasó es una agresión verbal, una intromisión en su vida, que no valía la pena", dice Elisabet. Además, las dos lamentan que incluso esta violencia haya quedado invisibilizada. "La primera agredida es ella, pero acabamos hablando de dos hombres y un tortazo", concluyen.

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