EMERGENCIA SOCIAL

¿Por qué los sintecho rechazan ir al albergue?

Es una solución temporal en que, además, se les prohíbe la entrada con perros y mantener sus pertenencias

Marta Rodríguez Carrera
y Marta Rodríguez Carrera

Barcelona¿Por qué continúan viviendo en las calles si les ofrecen albergues? La pregunta es recurrente estos días en que en una semana han muerto en Barcelona tres hombres sintecho. El último, encontrado sin vida en el Eixample izquierdo, todavía no ha sido identificado porque no llevaba encima ningún documento, no tenía ninguna relación conocida con entidades sociales ni tampoco se han localizado en ninguno de los registros oficiales sus huellas digitales. Es, a estas alturas, un muerto anónimo y el Ayuntamiento sospecha que seguramente llegó hace poco a la ciudad. El año pasado, 19 personas sin hogar murieron en la calle, recuerda Ferran Busquets, director de la Fundación Arrels, referente en el mundo del sinhogarismo .

"Que diga que no quiere ir al albergue no quiere decir que quiere quedarse en la calle, sino que no le conviene aquel albergue", afirma Busquets. Y remarca que "nadie duerme en la calle porque quiere" sino que la falta de una oferta asistencial adecuada hace que algunos sintecho desestimen la opción de un albergue o un servicio de acogida. Sencillamente "no les sale a cuenta", continúa el responsable de Arrels, porque el albergue o el piso que se les ofrece es en muchos casos una solución temporal y una vez fuera tienen que empezar desde cero, puesto que en algunos casos incluso han quedado desarraigados porque les han quitado el lugar donde dormían.

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Desde hace más de un año Khalid Arsalan duerme cada noche bajo un soportal de una plaza del Raval barcelonés con el miedo de que alguien le quite el colchón destartalado que encontró una tarde de suerte junto a un contenedor y que al raso se convierte en la mejor cama posible. Admite que es uno de los factores que le frenan a la hora de buscar un albergue porque quedarse sin el valioso colchón supondría, una vez de nuevo en la calle, tener que buscar uno de nuevo y pasar muchas noches sobre cartones o en el suelo. Mal negocio, dice.

La mayoría de servicios asistenciales pensados para sintecho no tienen en cuenta dónde se pueden guardar pertenencias tan básicas para los que viven en la calle como las mantas, los carros, la chatarra que recogen o incluso los animales de compañía, relata Jesús Ruiz, director del Centre Assís. La entidad tiene un centro de asistencia diurna donde los sintecho encuentran comida o pueden disfrutar de una ducha y, además, tiene varias plazas en pisos para mujeres, colectivo especialmente sensible porque a "la violencia estructural de la pobreza se añade la de género", remata el responsable.

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En Arrels hace años que abrieron el llamado piso cero. La palabra cero hace referencia al hecho de que no se ponen requisitos ni se tienen que cumplir más criterios que los de mantener "una buena convivencia", explica Busquets, que coincide con Ruiz en las dificultades y trabas que los centros asistenciales públicos imponen para acceder a sus servicios y que se hacen tan difíciles de sortear para muchos sintecho. En este piso no hay límite temporal ni tampoco se exige a los usuarios que dejen a la entrada el perro o las adicciones al alcohol o las drogas. Pero los educadores y voluntarios que los "acompañan" hacen un trabajo para que reduzcan el consumo de alcohol. El objetivo es que en el tiempo que pasen en este servicio -solo nocturno- las personas "recuperen autonomía y tengan un seguimiento social" que les haga dejar la calle y derivar a algunos de los pisos.

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Para el responsable del Centre Assís, el modelo de grandes albergues es ineficaz; por el contrario, apuesta por dar "respuestas en función de las necesidades" de los usuarios, que topan con una barrera burocrática de dificultades para conseguir información y asesoramiento para la tramitación de ayudas, por ejemplo, unas trabas que se multiplican para los extranjeros sin una situación legal, a quienes muchos ayuntamientos niegan el empadronamiento que los daría derecho a la atención sanitaria universal. Ricardo Martínez también duerme y sobrevive en el centro de Barcelona, y durante el confinamiento explica como la vida se complicó a todos los niveles porque muchos centros cerraron y no había información. "Vas a los servicios sociales y te dicen que pidas hora. ¿Cómo lo hago si no tengo teléfono y no quieren nada presencial?", se lamenta. Martínez evita ir a los albergues porque, explica desde la experiencia, a menudo hay peleas y robos como en la calle, con la diferencia que en el servicio hay un exceso de disciplina de horarios y de normas.

Recursos especializados en Barcelona

En Barcelona el Ayuntamiento ha hecho un giro en el modelo convencional y ha abierto recientemente recursos especializados en la atención de sintecho jóvenes, mujeres y con adicciones. Según el consistorio, durante la crisis del covid, el 60% de las personas alojadas en los nuevos servicios han entrado directamente, sin el contacto previo con los servicios sociales.

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Barcelona es el único municipio metropolitano con una estrategia contra el sinhogarismo e insiste en que hace falta una "coordinación supramunicipal" porque "en solitario no podrá dar respuesta" a una problemática global. Una de las soluciones pasa para poner en marcha la llamada estrategia catalana, aprobada en 2018, y que, en palabras de Jesús Ruiz, "está cerrada en un cajón" del departamento de Asuntos Sociales de la Generalitat.

Desde el sector se reclama que haya un compromiso de país para dejar de tratar el sinhogarismo desde la emergencia para hacer frente a una pandemia o una oleada de frío o de calor y se apliquen políticas de seguimiento en servicios más pequeños y adaptados a lo que realmente necesitan. ¿Es una cuestión de dinero y prioridades? Ruiz responde que el actual modelo puede ser "más barato pero a largo y mediano plazo son mucho más caros los costes de mantener los macrorrecursos y la atención de urgencia" de los sintecho en lugar de que estén integrados dentro de los sistemas ordinarios de salud.