Homicidios sin cadáver: "A veces no hace falta ver las cosas para saber que existen"
Antes de investigar un crimen, hay que demostrar al juez "que está muerto" y, después, "que lo han matado"
Barcelona¿Sin cuerpo no hay delito? En 2014 la Audiencia de Tarragona contestó por primera vez a esta pregunta con un sí, tras condenar a 30 años de cárcel a Ramon Laso por matar a su pareja y su cuñado. Sus cuerpos nunca se encontraron, pero al jurado le bastó con el resto de indicios contra Laso para considerarlo culpable del doble homicidio. Tres años después, la Audiencia de Barcelona imponía 15 años de cárcel a Mohamed Taheri por haber matado a su compañera, Piedad Moya, en Mataró. Su cuerpo sigue sin localizarse, pese a los intentos de la familia, que incluso cuando la sentencia fue firme costearon la perforación de un pozo en la finca donde sospechaban que la habría hecho desaparecer. Desde entonces, se han dictado varias condenas más del mismo tipo. Son los casos más difíciles de investigar y juzgar por la inexistencia de pruebas directas del crimen.
"Cuando hay una escena del crimen, significa que hay vestigios del homicidio y que hay un cadáver que da información. Los cadáveres hablan y, a través de esta información, se puede establecer la causa y el momento de la muerte, la dinámica comisiva o seguir un rastro del autor", explica Teresa Yoldi, fiscal especialista del servicio de jurado de la Audiencia de Barcelona que llevó el caso Moya y que desde entonces ha asumido otras investigaciones de homicidios sin cadáver. ¿Cómo se llega entonces a la conclusión de que una desaparición de una persona es en realidad un homicidio? "Hay que descartar todas las posibilidades e investigar hasta extremos bestiales", apunta Yoldi. Una fuente policial que ha estado varios años investigando homicidios y ha llevado a más de uno en el que no había cadáver explica que al principio hay que tener muy claro que no es una desaparición voluntaria. "No tienes ningún derecho a investigar a una persona que quiere empezar una nueva vida", comenta.
Las primeras horas son claves y narra que los primeros indicios (que no recogen los de homicidios, sino la unidad de personas desaparecidas) ya te permiten intuir si la persona se ha ido voluntariamente o no. Si hay una nota, si coge ropa, qué excusa dice a su entorno... Pero añade que, para pedir diligencias a un juez, no solo valen las intuiciones, sino que hay que demostrar "que lo más probable es que lo hayan matado". De hecho, primero hay que demostrar al magistrado "que está muerto" y después "que lo han matado". Por ejemplo, si un juez solo ve una desaparición voluntaria, a lo sumo aprobará que los Mossos pidan la ubicación de su teléfono. Con ello, admite la fuente policial, "no es suficiente para investigar un crimen". Si logran aportar al juez indicios de que no se ha ido voluntariamente, quizás después se abra a aprobar un registro en su casa, las últimas llamadas que ha hecho e, incluso, las últimas conversaciones de la última persona que lo vio en vida. Tener esto rápido puede cambiarlo todo.
Es fundamental, pues, tener indicios que van más allá de una desaparición desde un principio. Por ejemplo, en uno de los últimos crímenes sin cadáver que investigan los Mossos, en una plantación de marihuana en Les Borges Blanques, encontraron sangre en la casa. En otro crimen reciente, en Montmell del Penedès, donde mataron a un hombre (ya está juzgado y aún no han encontrado el cadáver), la mujer de la víctima enseguida comentó que había ido a ver a unos amigos con los que tenía problemas. Rápidamente, pues, los Mossos tuvieron las ubicaciones de los teléfonos de estos amigos (coincidían con la última ubicación de la víctima) y pudieron registrar su furgoneta o su casa, donde encontraron restos de sangre. "Te la tienes que jugar, y el juez te lo puede comprar o no", admite el policía. Una vez que el juez da luz verde a la investigación por un posible homicidio, se lo queda la unidad de homicidios con ocultación de cadáver.
Cruzar pruebas
En este tipo de casos las pruebas indiciarias se convierten en claves y es necesario "entrecruzarlas" para convertirlas en "la única explicación posible". En el caso Moya, Yoldi tejió la acusación contra Taheri a través de algunos indicios materiales, pero sobre todo a partir del cambio de comportamiento y rutinas del ahora condenado: en casa del homicida (él y Moya estaban en proceso de separación) apareció el libro de familia que la mujer llevaba siempre encima y la geolocalización del móvil del hombre le sitúa en una finca donde no iba casi nunca el día de la desaparición de la mujer. Pero sin cuerpo ni arma homicida hacía falta más. A través de todos los indicios recogidos por los Mossos d'Esquadra, Yoldi elaboró un cronograma sobre las rutinas de Taheri remontándose hasta un mes antes de la desaparición de Moya, el 4 d abril. A principios de marzo la pareja estaba separándose y Taheri llamaba obsesivamente a Moya: las tarificaciones de su móvil evidencian cómo pasó en pocos días de una o dos a más de cinco llamadas diarias. A partir del día de la desaparición de Moya no se produce ni una más. Taheri fue el único miembro del entorno de la mujer que no participó en las redadas de investigación organizadas en el municipio. Y su móvil se sitúa en la finca precisamente en los días posteriores a la desaparición. Su coartada para ese día también se fue desmoronando. Para Yoldi, la clave de que pudiera deshacerse del cuerpo y el arma homicida es que "tuvo tiempo". No fue detenido hasta casi un mes después.
Por eso, la fiscal considera clave la especialización no solo de los cuerpos policiales, sino de la propia Fiscalía y los jueces, para poder detectar lo más rápido posible que tras la desaparición de una persona hay un homicidio. Luego hay que convencer al jurado. "Hay que advertirloa de que no esperen encontrarse una escena de un crimen, un arma o una autopsia y hacerles entender que a veces no hay que ver las cosas para saber que existen", dice Yoldi.