Emergencia social

Trabajar cuando toca jubilarse

Casi 20.000 catalanes de más de 64 años están inscritos en el SOC y el porcentaje de españoles de más de 65 que se declaran activos ha subido en un 70% en cuatro años

Armando Henado, Mari Carmen Franco, Olga Mujortova y Berenice Cabrera.

BarcelonaPara Rosa González la jubilación "es lo que tienen los demás". Con 70 años recién cumplidos, todavía hace horas en dos casas de Badalona donde lleva trabajando desde hace más de dos décadas, después de que la fábrica en la que había trabajado dos décadas acabara cerrando. Cuando cumplió 65 años, la pensión que le quedó daba –y mujer– por tan poco que ni se detuvo a pensar que le había llegado la hora de parar. Con la pensión de su marido la pareja va tirando, así que todo lo que se quita limpiando es un "extra" para tener un rinconcito. González, que no cotiza a la Seguridad Social, dice que sigue trabajando "por dinero".

Evolució de la població activa de 65 anys o més
Nombre absolut de persones a Espanya per gèneres, dades per trimestres

Como González, la Encuesta de Población Activa (EPA) indica que más de 296.800 residentes en España de más de 65 años se declaran disponibles y en condiciones de entrar en el mercado productivo o forman ya parte. En 2020, eran 173.000, un 70%. Año tras año, el colectivo de personas mayores activas en el Estado va en aumento. También en Cataluña. El Servicio de Ocupación de Cataluña (SOC) tenía registradas a finales de enero a 19.174 personas mayores de 64 años como demandantes de empleo, 432 más que en diciembre (+2,3%) y un 18,6% más que un año atrás. Cuatro años antes, en diciembre del 2019, los demandantes no alcanzaban los 8.900. Con la inscripción pueden recibir asesoramiento y orientación laboral, así como participar en programas y cursos de formación.

Joana Rafart es gerente del programa Lábora, impulsado y financiado por el Ayuntamiento de Barcelona en colaboración con tres federaciones de entidades sociales y empresas de inserción, ECAS, FEICAT y Cruz Roja, para ayudar a los colectivos que más tienen dificultades en encontrar trabajo. La realidad se ha impuesto y se han abierto a quienes ya tienen edad de estar jubilados pero no pueden. En sólo dos años, han pasado de atender 87 casos a 130. La mayoría llegan porque no han cotizado el mínimo exigido para tener una pensión de jubilación o tienen "salarios y jubilaciones insuficientes", relata Rafart, quien también señala el factor de no contar con una "red social o familiar" que eche una mano. El encarecimiento del coste de la vida, y sobre todo de la vivienda, deja pequeño cualquier ingreso y también ha reducido la capacidad de ahorro.

Glòria Fernández, técnica de servicio de inserción municipal, completa el perfil señalando los casos de personas que se sienten solas y, aunque pueden jubilarse, prefieren seguir trabajando para ocuparse el tiempo y alargan hasta los 70. "Estos hacen mucho daño porque ocupan puestos de trabajo que podrían ocupar jóvenes", apunta . Es el caso de Elena, una secretaria de dirección de una multinacional que no quiere identificarse. Tiene 67 años y sigue en activo, aunque de jubilada tendría una pensión generosa y una vida más relajada. "Allí tengo actividad, un ambiente agradable y la comida hecha todos los días", se justifica.

Pocos años cotizados

Olga Mujortova también tiene 66 años, es violonchelista profesional y habla cinco idiomas, ha tocado en varias orquestas y en los últimos años ha ejercido de profesora en academias o en clases particulares. Llegó a Cataluña en 1993, pero no obtuvo la residencia y el permiso para trabajar hasta 1997. Explica que aunque ha trabajado muchos años, ha cotizado "menos de lo que tocaban" y le faltan tres años para poder acceder en una pensión. Aún da alguna clase –"todo suma", dice–, pero confía en que la orientación que está recibiendo en el Làbora le ayude a completar los años. Ha hecho cursos para aprender a realizar currículums, formación de ofimática e incluso ha hecho prácticas en un comedor escolar como paso previo de ganarse el certificado de dirección y coordinación de ocio. Recuerda que cuando la vieron el primer día, sus compañeros la recibieron con ciertas reticencias y "silencios" a causa de su edad. "Hay edadismo, nos ven viejos y no nos quieren, pero yo todavía puedo trabajar", se queja Mari Carmen Franco, peluquera de 65 años, quien explica que la rechazan cuando le preguntan su edad. También pasa por el Làbora mientras responde a ofertas de empresas de limpieza o de cuidados personales, que siempre acaban descartándolo.

Son los servicios sociales básicos los que derivan en el programa Làbora. Rafart afirma que entre los usuarios de más de 65 años los datos son "ligeramente menos feminizados que en el programa global", pero, sin embargo, en uno y otro ellos son la mayoría: casi seis de cada diez en el programa de seniors , y un 70% en el conjunto de planes. Esta diferencia se explica porque las mujeres tradicionalmente son las que menos han cotizado porque se han encargado de los cuidados familiares o han sido ocupadas en trabajos informales y, por tanto, tienen pensiones menores en la vejez.

En cuanto a origen , el 79% de personas atendidas en el Lábora de más de 65 años son de origen español, mientras que entre los extranjeros, un 17% provienen de América del Sur. Armando Henao, carpintero de 64 años, llegó de Venezuela en el 2016 y desde entonces ha trabajado poco con un contrato. "He ido sobreviviendo con ahorros y con algún trabajillo que he encontrado gracias a los amigos", relata. De su país tiene una pensión de jubilación que al cambio es de unos cinco o seis euros. Asegura que se siente con ganas de trabajar, capaz de ser vigilante o fontanero para poder sobrevivir. "Yo quiero vivir de mis medios, no he venido a buscar caridad, tengo ganas de trabajar,'echarle pichón, que decimos nosotros", exclama. Nunca ha acudido a servicios sociales ni a entidades sociales.

51.000 activos de más de 70 años

Entre los que se declaran activos pasados ​​los 70 años se encuentran 51.000 personas en España, mil menos que hace cuatro años, según la EPA. Hace casi dos años, Gloria Mora vino a vivir a Barcelona desde Venezuela para reunirse con su hijo. Tiene 71 años y ha pasado por Barcelona Activa y Làbora para realizar formación y orientación. Es consciente de que lo tiene difícil, pero también dice sentirse con fuerzas suficientes y no quiere ser una "carga" para su hijo, con quien convive. En alguna ocasión ha llamado para un trabajo de limpieza, pero al decir la edad le han respondido que le llamarían. "Aún les estoy esperando", se lamenta y, señala que las personas mayores pueden ser "útiles" para trabajos que no supongan grandes esfuerzos. "Algo va a salir", se anima.

Según Rafart, el pasado año 41 personas de más de 65 años –18 mujeres y 23 hombres– consiguieron un contrato, mayoritariamente en sectores que no requieren una formación específica: operarios de limpieza, conserjes, controladores de accesos, etc . Un pequeño éxito en un colectivo con muchas dificultades por la falta de formación actualizada y "los estigmas por motivo de edad". Por eso, continúa la gerente, el programa de inserción se centra en "empoderar a la persona en el proceso de búsqueda de empleo" con la voluntad de que las empresas "no las descarten por razones de edad".

A Bernice Cabrera, periodista y socióloga venezolana de 73 años que no aparenta, le han dicho mil veces que se vaya a casa cuando responde a una demanda de trabajo. "Yo no creo rendir mientras me vea capaz", avisa y, enumera sus capacitaciones laborales: "formadora, mentora, consultora", empleos en los que la edad, dice, no afecta tanto. Afirma que la vejez también puede aportar cualidades en una empresa y, a nivel personal, el punto de honor de contribuir a los gastos de la familia de su hijo, con quien convive: "Quiero llevar a la mesa el pan y el postre".

Mesa del Tercer Sector: "Debemos garantizar ingresos mínimos"

El de Elena es un caso de los privilegiados que pueden elegir seguir trabajando sin necesitarlo económicamente. El problema es para quienes no tienen otra opción porque "ni la pensión ni la prestación social permiten una vida digna y deben trabajar para salir de la pobreza", dice Esteve Ferrer, coordinador del grupo de inserción laboral y vocal en la junta directiva de la Mesa del Tercer Sector. Para evitar que trabajar en la vejez sea la única vía, Ferrer reclama que se " garanticen ingresos mínimos y que las prestaciones sociales sean compatibles con las ayudas a la vivienda" e incluso con un trabajo si éste no llega a los mínimos. "No se trata de un tema individual, sino de justicia social y de país", concluye.

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