"Barcelona se nos está muriendo"

Cuando Asunción Blanco empezó a investigar sobre turismo en la Universitat Autònoma de Barcelona corría el año 1996. En aquella época, para ver turistas en Barcelona había que ir a la Pedrera, el Camp Nou o la Sagrada Família. Tres décadas después Barcelona no es tanto una ciudad como una marca global y los turistas están por todas partes. Eso significa que si en el año 96 Asunción era vista como una pionera, porque investigaba un mundo que empezaba a ganar peso, hoy su trabajo se sitúa en el centro de gravedad económica y social del país.

"Realmente, la situación ahora es muy diferente de cuando empecé. De entrada, porque el fenómeno del turismo se ha disparado, no ha parado de crecer hasta llegar a la masificación actual, y nada hace pensar que no seguirá creciendo. A su vez, este enorme crecimiento ha generado unos problemas que, empezando por la vivienda o la competencia por el uso del espacio público, antes no existían. Y finalmente esos problemas han tenido como consecuencia que un número cada vez mayor de personas se cuestionen un modelo económico que hasta ahora era visto de forma positiva”, explica.

"No podemos ir contra el turismo", reflexiona, "tenemos que ser realistas. El lobi del turismo es muy fuerte, tiene mucho poder y no es fácil hacerle frente. Además, hay toda una parte de la población que se dedica profesionalmente, que se gana la vida. Pero eso no quiere decir que no se tenga que regular. El turismo es una industria más, y todas las industrias están reguladas. No puede ser una excepción. La regulación debe venir de los poderes públicos, porque a título individual el turista no tiene ninguna culpa de los problemas que genera, va a donde le dejan ir. Pero no podemos perder de vista que, en realidad, y a escala global, el porcentaje de población que viaja es muy pequeño, y que viajar es una posibilidad, no un derecho. Como ciudadanos tenemos derecho a disfrutar del tiempo libre, pero no tenemos derecho a hacer turismo".

Blanco apunta a la crisis de la vivienda como el factor que ha hecho que muchas personas hayan dejado de ver el turismo como un factor positivo y hayan pasado a verlo como una realidad negativa. "La propuesta de plataformas como Airbnb es, sobre el papel, interesante. El problema es mezclar pisos turísticos con domicilios privados. Es evidente que eso acaba generando un conflicto de convivencia. Y una cosa es que la proporción del parque de viviendas dedicado al turismo sea pequeño, y otra es que se desborde, como ha pasado".

La consecuencia de todo ello, de las calles a rebosar de turistas, de las ferreterías que cierran para dejar paso a heladerías, de los domicilios de vecinos que se convierten en pensiones encubiertas, de los mercados donde el objetivo ya no es comprar un kilo de manzanas, sino hacerse un selfie… es que "se nos está muriendo la ciudad. La gentrificación la mata. El turista en su país es posible que viva de forma frugal, pero cuando está de vacaciones hace una excepción y no repara en gastos. Eso dispara el precio de todo, de la vivienda, de los servicios... y el resultado es que el vecino de toda la vida acaba siendo expulsado de su casa".

Blanco considera que la situación se está deteriorando con tanta rapidez que ahora empieza a preocupar incluso al propio lobi turístico. "El problema, sin embargo, es que la solución no es sencilla", apunta. "En Barcelona, por ejemplo, se intenta contentar a todo el mundo: empresarios, turistas, vecinos…, pero eso no siempre es posible porque cada colectivo quiere un modelo de ciudad diferente". Pese a las dificultades, la investigadora se muestra como una "pesimista esperanzada". "Quiero pensar que es posible revertir algunos de los males que el turismo ha generado, sobre todo en materia de vivienda. Todavía tenemos margen", dice, aunque alerta: "No sé si quienes nos gobiernan están dispuestos a hacer suyo ese reto".