Javi Rey, autor de cómics: "En algunas situaciones familiares, la cultura puede salvar vidas"

Ha publicado uno de los mejores cómics del año, 'Le llamábamos Bebeto', un emotivo relato sobre los veranos de los niños del extraradio

"Crecí en Gavà, en la comarca del Baix Llobregat, en los años 90. Tenía ganas y necesitaba hablar de aquella época y de aquel contexto, de unos veranos de amistad que parecían eternos, donde pasaba el tiempo sin que hubiera nada que hacer", explica el guionista y dibujante Javi Rey. Aquellos recuerdos personales y familiares han inspirado uno de los mejores cómics del año, Le llamábamos Bebeto (Norma Editorial), un relato sobre los veranos de asfalto en el extrarradio y del paso de la infancia a la adolescencia en un entorno humilde de clase trabajadora. Sus viñetas estan pobladas de niños que pasaban las vacaciones jugando partidos de fútbol y que parecían predestinados a trabajar en las fábricas de los polígonos de la zona. "No había, como ahora, tantas pantallas y distracciones, ni tantos estímulos. Pienso que aquella época fue un final de etapa. Después, a partir del 2000, ya empezaron los smartphones y con los móviles, los veranos de los adolescentes se han convertido en otra cosa. Creo que mi generación, los que tuvimos entre 8 y 12 años en los 90, fuimos los últimos en vivir aquellos veranos en la calle. Mirabas el Tour de Francia para ver a Indurain, jugabas al fútbol, ibas a una playa cercana... ", recuerda el autor, y añade: "Era un mundo aparentemente aburrido, pero con el tiempo miras atrás y te das cuenta de que viviste muchas cosas y que eran semanas y meses muy intensos a nivel emocional".

Lecturas y desarraigo

Pese a esta inspiración, el cómic no es autobiográfico. Además, la historia transcurre en un municipio inventado, Sant Pere, que como Gavà, es una ciudad con una abundante población proveniente de la inmigración española de los años 60 y 70. La historia familiar de Rey también está marcada por las migraciones, lo que ha provocado su interés como autor por el tema del desarraigo. "Mis abuelos fueron a Bélgica a ganarse la vida en los años 60. En Bruselas se conocieron mi padre, catalán, y mi madre, andaluza, y allí nacimos mi hermano y yo. Mis padres vinieron a Catalunya cuando yo tenía unos tres años. Estas migraciones de ida y vuelta no son una experiencia fácil. Ahora más que nunca debemos ser muy comprensivos con la gente que lo deja todo por necesidad. Cuando te vas del lugar donde deberías generar tus raíces, es difícil que puedas hacerlo allá donde vas. Y si vuelves, ya las has perdido. Eres como una persona que no pertenece a ningún lugar", reflexiona Rey, que considera que la cultura es una auténtica tabla de salvación. En el caso del protagonista del cómic, Carlos, su futuro estará marcado por el hallazgo de un libro sobre pájaros. "La cultura es esencial. La lectura te permite alimentar la curiosidad e incluso vivir una vida diferente a la que parecías destinado. En algunas situaciones familiares, la cultura puede salvar vidas", defiende Rey.

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Un círculo que se cierra

Si bien le gustaba dibujar de pequeño, no pensaba que se acabaría dedicando al cómic. Curiosamente, el último trabajo de su madre en Bélgica fue como administrativa en el estudio del mítico Peyo, el creador de los pitufos. "Ella recuerda aquella época con mucho cariño porque los dibujantes del estudio eran gente muy divertida. En casa conservamos dos dibujos que le hicieron. Su puesto de trabajo lo heredó mi tía. Cuando empecé a tener un interés serio por el dibujo, le pareció bien, porque había visto un entorno profesional". Aquella experiencia laboral de su madre tiene para Rey incluso un punto simbólico: "Mi primer cómic lo publiqué en una editorial de Bélgica. Fue como si se cerrara un círculo. Me había marchado de allí siendo muy pequeño y volvía como autor de cómics gracias al esfuerzo de mis abuelos y de mis padres".