COMPAÑÍAS BESTIALES

Mikel Iturriaga, periodista: “Si el amor incondicional existe, es el que te dan los perros”

Selena Soro
y Selena Soro

El periodista gastronómico Mikel Iturriaga tuvo un perro a quien llamaban cariñosamente Nick el Mofetas. Se llamaba Nicolás y era un cocker spaniel adorable y muy cariñoso, con una manía particular. “Tenía que tener la máxima superficie del cuerpo en contacto con la tuya. Se colocaba de las maneras más insólitas para poder estar pegado a ti”, dice. ¿El problema? “Le encantaba enlucirse en cualquier carroña que encontrara en el campo. De aquí el apodo”.

Iturriaga todavía era pequeño, y su único contacto con los animales hasta entonces había sido con los conejos y gallinas que desaparecían misteriosamente justo antes de la comida de Navidad. “Cuando finalmente lo entendí estuve mucho tiempo sin comer conejo”, asegura el periodista.

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Después de Nick el Mofetas, Iturriaga y su familia tuvieron gatos, muchos gatos. Pero no fue hasta que fue adulto que el crítico gastronómico conoció a la perra de su vida, Chispa. “Era la perra de la madre de mi ex pareja. Cuando murió, nos la quedamos nosotros”. Entonces Iturriaga descubrió lo que era una auténtica diva: “Chispa era una perra muy pija. Había vivido como una reina y estaba muy mimada”. Era una maniática y también un poco miedica, no le gustaban mucho los otros perros. “Era como una señora de la alta burguesía, muy clasista e incluso un poco racista”, explica Iturriaga.

Aparte de esto, era muy cariñosa con las personas, y cuando Iturriaga y su novio se separaron Chispa pareció que supiera que era un momento duro, porque estaba más cariñosa que nunca. En algunas cosas, dice el periodista, incluso se parece a él. “Yo también soy un poco cobarde en general y tengo tendencia a huir del enfrentamiento”, reconoce.

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Sin embargo, por encima de todo, lo que recordará siempre de Chispa es su fidelidad: “Si el amor incondicional existe de verdad, es el que te dan los perros”. “Quizás es una fantasía que nos montamos los humanos, pero creo que su manera de sentir, y esta alegría que muestran siempre cuando te ven, se parece mucho al amor de verdad”.

Chispa murió hace unos meses e Iturriaga sabe que no la olvidará nunca. De aquellos días asegura que también sacó una lección: “Los humanos nos quejamos por todo, pero los animales llevan el dolor con una dignidad increíble”. Ahora, para la perra de su vida, solo tiene palabras de amor: “Siempre me sentí muy acompañado por ella y siempre lo estaré. Le estaré eternamente agradecido por haber estado a mi lado”.